La Cañada Real lleva más de tres años sin luz. La ONU ha amonestado a España en varias ocasiones por ello. En ese barrio, junto a la riquísima ciudad de Madrid, viven miles de personas, desprotegidas, ignoradas, invisibles. Aunque no para Guillermo García López (Madrid, 1985), que ha convivido con ellas y ha rodado allí Aunque es de noche . El cortometraje, tras su paso por los festivales de Cannes y San Sebastián, ganó el premio Goya el pasado sábado . «Aquí arriba, con nosotros, está toda La Cañada Real», dijo el cineasta cuando subió al escenario a recoger el galardón. «Están en su cuarto invierno sin luz. Asumamos nuestras responsabilidades y nuestros privilegios. Esto es una flagrante violación de los derechos humanos . Están ahí, nos miran desde muy cerca y nosotros, desde el cine, no miramos para otro lado».
En Donosti tu corto me explotó la cabeza. De hecho, hasta que no sale tu nombre como director, yo creía que lo habían hecho los chavales…
Esto es lo mejor que uno puede escuchar. Ahí está la cuestión de la representación y de mi posición como cineasta.
Quedé conmovido por la mezcla de imágenes y texturas, ese juego con la mirada, con la amistad masculina no tóxica… ¿Cómo surge el corto?
Allá por 2015 estaba yo rodando el documental Frágil equilibrio , y visité el sector 6 de La Cañada, que ahora lleva más de tres años sin suministro eléctrico de manera ininterrumpida. Allí viven 3.000 personas, de las cuales la mitad son niños. Me impactó la distancia tan grande que hay con la ciudad y con todos los que vivimos en Madrid. A pesar de estar a solo 20 minutos del centro, la distancia neta es enorme. Tuve la intuición de que en esa distancia había el principio de algo. Sentí que quería hacer una película allí porque el cine tiene la capacidad de aproximar lo desconocido y de acercarnos a personas que están completamente olvidadas y no están representadas. El cine puede mostrar la realidad a través de emociones puras, de forma muy distinta a la de cualquier otro medio que toma imágenes muy rápido y deshumaniza a esa gente.
¿Cómo fue el proceso?
Pasaron casi cuatro años hasta que me dediqué al proyecto. Empecé a ir semanalmente allí y, tardé un par de años en sacar una cámara. Empecé a convivir, a conocer a la gente y establecer relaciones de amistad. Luego hice talleres de cine con niños, niñas y adolescentes. Hacíamos pequeñas películas con el teléfono móvil que me permitieron ver cómo se representaban a sí mismas. Cuando sentí que ya había una relación, empecé a escribir un guion de largometraje, que aún está en proceso, y, mientras tanto, también hice el corto.
Trabajar en La Cañada es un reto porque hay que encontrar el equilibrio entre retratar la realidad y no romantizar la pobreza…
Claro. Lo primero es el cómo . Todos tenemos ideas preconcebidas. La cuestión es cómo lidiamos con ellas, con la conciencia de clase, el privilegio, la autocrítica… Todo es muy complejo. También hay que gestionar el dolor, porque cuando tú quieres acortar la distancia, el dolor de la gente te atraviesa y eso hay que aceptarlo, quererlo y abrazarlo. Si mantienes una distancia demasiado prudente con el dolor, éste no te atraviesa y te quedas fuera.
Pero, en realidad, siempre estarás afuera…
Sí, eso está claro. No se puede caer en el error, en la ilusión, de pensar que formas parte de ellos porque es un poco naíf y te puede llevar a errores. Por mucho que te abran los brazos en un sitio difícil de entrar, por mucha honestidad y cariño que recibas, tú tienes una posición como cineasta. Es inevitable que se establezcan dinámicas de poder entre el que filma y la realidad que filma. Y siempre hay que ser consciente de ello.
¿Qué querías reflejar con la película?
No quería que fuera una película didáctica. Yo no soy nadie para enseñar nada a nadie. La vida es tal cual es y si el cine es capaz de aproximarse a la vida, el espectador inteligente puede extraer sus propias conclusiones, igual que cuando observa la vida por la calle. Lo que refleja la película es tiempo, tiempo a nivel práctico, un montón de tiempo para estar ahí. Al final, el tiempo es muy valioso, sobre todo porque es lo que me permite convivir y dejarme atravesar por la realidad que estoy filmando.
¿Qué pasa si tu corto se selecciona en un festival que patrocina la compañía eléctrica que les ha cortado la luz a esa gente?
Esta pregunta ha estado presente todo el rato, porque no solo es la compañía eléctrica, sino que a lo mejor hay fuentes de financiación que vienen de instituciones públicas que han ayudado a generar toda esta situación. La contradicción es inevitable. ¿Y qué hago? Lo contrasto con la gente de La Cañada, con las asociaciones de vecinos y las ONG que trabajan allí. Todos queríamos llevar esta realidad lo más lejos posible. Y para ello lo mejor era hacer una película con los mejores recursos disponibles.
Antonio Fernández Gabarre y Nasser Rokni, los protagonistas de Aunque es de noche . SINTAGMA FILMS
¿Cómo les ha cambiado la perspectiva a los chavales que han participado?
De repente se dan cuenta de que eso también existe en sus posibilidades de vida y de futuro. Toni, uno de los protas, repite una y otra vez que él quiere hacer más películas, que quiere ser actor. Eso es muy bonito. Hay un largo camino que recorrer, pero es un nuevo imaginario para él que no estaba en sus planes. Al final, el privilegio aparece como un puente que facilita convertir el imaginario en una posibilidad de futuro. Sin embargo, da mucha rabia porque ves el talento, las capacidades, y te preguntas si en esas condiciones de vida existe un espacio y un tiempo para acceder a esos estudios, de una manera sosegada, y no tener que buscarse la vida día a día.
Además de nuevas posibilidades de futuro, ¿cómo ha afectado a su presente?
Desde el inicio del casting y durante todo el rodaje la comunidad se ha volcado de forma generosa y valiente en la película. Han saltado al abismo por el proyecto, con los ojos cerrados, sin saber qué iba a salir. Cuando ellos ven la película toman conciencia de lo que estábamos haciendo, de que funciona. Ellos se ríen y asumen esa ficción que ha salido de su realidad como propia. Tan propia que sienten orgullo de haber participado, de verse reflejados en ella.
¿Has aprendido a volver a mirar como un chaval?
El corto nace de una imagen, la de un niño que reclama su infancia mientras ésta se le escapa. Se enfrenta a la pérdida de una forma de mirar, pero Toni, el prota, también se enfrenta a la pérdida de su mejor amigo. Esa mirada y esa pérdida es lo que quiere atrapar la película, sin duda. La idea era mirar La Cañada a través de otros ojos. Y en ese proceso, como tú has dicho, yo no dejo de tener la edad que tengo, pero he aprendido a mirar de forma diferente.
¿Cómo conectaste esas dos miradas a través del guion?
Toda la parte del móvil la rodé pasando días y días y días con Toni y Nasser. Íbamos los tres por La Cañada, río abajo, pasando el día, jugando con el móvil, hablando de cine, entendiendo cómo construir las secuencias en sintonía con lo que ya estaba montado en 16 mm.
¿Cómo se rueda sin luz?
Ahí te respondería mejor Alana [Mejía González], la directora de foto, que ha hecho un trabajo excelente al aprovechar todos los recursos que teníamos. Rodar en 16 mm en esas condiciones nos atemorizaba, pero al final muchos planos que no estaban previstos surgieron de la iluminación accidental que había allí. Y estos planos son los que resultaron tener una magia especial. Cuando necesitábamos luz acordamos compartir con ellos la energía de un pequeño generador, lo que nos obligó a manejar el ingenio a la hora de iluminar porque tampoco teníamos mucho presupuesto.
¿Para cuándo el largo?
Estoy preparando un largometraje que dará cabida a más espacios de La Cañada, a más personajes, y abordará otras partes del contexto sociopolítico en el que se encuentra la gente. Veremos cómo una comunidad se va desintegrando a muchos niveles, y cómo afecta eso a los vínculos con la familia, con los amigos, incluso consigo mismos.
El cortometraje ‘Aunque es de noche’, de Guillermo García López, está disponible en la plataforma de Movistar +.
Una versión anterior de esta entrevista fue publicada en #LaMarea98, en el suplemento cultural El Periscopio. Puedes conseguir la revista aquí .