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El juez prohíbe a Rubiales acercarse a Jenni Hermoso y comunicarse con ella

El expresidente ha vuelto a negar los hechos. Mientras, las campeonas del mundo han ratificado su negativa a volver a la Selección.

Comentarios
  1. A la familia Borbón, herencia obligatoria de la dictadura, los poderes oligarcas patrios nos la meten por los ojos las 24 horas del día. No se si os habéis percatado de que hay una promoción insoportable de esa familia.
    Así que debo recordar que PABLO HASEL, republicano, luchador y comprometido con los derechos del pueblo, lleva encarcelado en la prisión de Ponent (Lleida) 945 días por cantar la historia verídica de esa familia.
    El pueblo con el futbol y con los reyes que fíjate si son magníficos que hasta saltaron con las jugadoras, los defensores del pueblo encarcelados y olvidados por sus beneficiarios.
    LLIBERTAT PABLO HASEL, es de justicia.
    ¿Cúando vas a despertar, pueblo?

  2. «El fútbol como terapia y adormidera social», Luís León Barreto.
    El fútbol como deporte de masas, espléndido negocio para algunos, turbio tejemaneje para otros, opio para grandes públicos, una verdadera religión que incluso produce muertos.
    ¿Es el fútbol un instrumento de poder, el nirvana que hace olvidar el paro y las dificultades económicas en países como el nuestro, Brasil y Argentina, donde actúa como una anestesia social?.
    El fútbol es también una maquinaria de integración que usa sabiamente el poder, y que sirve al interés de unos pocos.
    Gente pusilánime, ciudadanos cumplidores, van los domingos al fútbol y descargan su adrenalina insultando al árbitro o a los jugadores rivales.
    El fútbol es mucho más que un deporte, incluso apenas es ya un deporte. Los padres de los niños de medio mundo sueñan con que su hijo sea un Cristiano Ronaldo o un Messi, y con frecuencia estropean a sus criaturas, sometiéndolas a una presión tan descomunal. El fútbol genera muchos puestos de trabajo: jugadores, técnicos, médicos, representantes, periodistas, abogados, directivos, empresarios. Ser de un equipo o ser de otro genera un sentimiento de identificación tribal, y una rivalidad casi enfermiza entre seguidores de uno u otro once.
    En una sociedad pseudodemocrática en la que el ciudadano de a pie no interviene en las grandes decisiones, refugiarse bajo la bandera de su equipo supone participar en una religión que eleva a la categoría de semidioses a los ídolos. En este deporte tan mercantilizado de nuestros días, las empresas, los bancos y las bolsas ven en el fútbol un nuevo producto de mercado, el interés económico.

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