La izquierda suele perderse en disquisiciones internas que le impiden atender a lo importante. El poder, por mucho que parezca pelearse y enfrentarse en luchas por el dinero, está vinculado de manera inevitable a la clase social y ese bien superior de preservación de privilegios no se olvida. Siempre llegará a un acuerdo por arriba que no ponga en riesgo el statu quo, porque quienes lo tienen están unidos por la sangre y la flema. Así que, cuando se sientan perdidos por el trampantojo de las luchas entre grandes corporaciones, millonarios o empresarios, cojan ustedes distancia y verán que tras esas batallas hay un intento de distracción que esconde el abrazo fraterno con el que firman la paz que condena a las clases populares. Me explicaré despacio porque el ruido de Twitter hace que nos perdamos mucho de lo importante. Los patrones nos hacen bailar a gacetilleros, lectores y votantes sin que nos demos cuenta.
Empecemos con la genealogía, que aquí casi todo tiene que ver con la cuna y los usos y costumbres de la corte. Borja Prado Eulate (Madrid, 1956) es hijo del empresario Manuel Prado y Colón de Carvajal y de Paloma Eulate y Aznar, marquesa de Zuya. Manuel Prado, ya fallecido, les puede sonar porque era el hombre de confianza de Juan Carlos I encargado de gestionar las comisiones que acabarían en poder del emérito, el abnegado colaborador que hasta estuvo dispuesto a comerse un marrón que no era suyo en el caso KIO. Un hombre de lealtad inquebrantable a la Corona.
Borja Prado utilizó los contactos de su padre con una eficiencia asombrosa. El capital social, que decía Bourdieu. Borja Prado era íntimo del empresario Enrique Sarasola, a quien presentó en los años 80 a Abdul Rahman El Assir, el mercader de armas y amigo de Juan Carlos I, para que pudiera hacer contactos y negocios en España con la cúpula socialista. El Assir tenía unas relaciones excelentes con Felipe González, hasta el punto de ser el intermediario para los envíos de armas millonarios de España a Marruecos y Somalia, por los cuales el libanés cobraba unas sustanciosas comisiones. Todo esto fue posible gracias a la intercesión de Prado Eulate.
La ascendencia de Borja Prado Eulate, “el hombre de los italianos en España” según el exdirector de El Mundo David Jiménez, sirve para conocer su proceder entre la economía, la política y el poder. Todos los dueños de medios de comunicación de cierta relevancia hacen del negocio y la política un uno indisoluble, pero en el caso de Prado Eulate esto adquiere una dimensión especial. La caza mayor ahora es el gobierno de coalición, por el negocio y el poder.
La escuela de Prado Eulate en los negocios es la de Enrico Cuccia, creador de Mediobanca, el banco italiano fundado en 1946 para la reconstrucción de Italia tras la II Guerra Mundial. El periodista Enric Juliana, en una pieza en La Vanguardia sobre el banquero, le encontraba el pulso: “Desde 1946 tuvo una única misión: sacar el país de la ruina y convertir Mediobanca en el perno de Italia. Tejer alianzas, cruzar participaciones y afianzar pactos. Anudar el catenaccio que impidiese la colonización económica de un país incierto”.
Cuccia estaba preocupado por que el capital extranjero colonizara Italia, así que se propuso ser parte del engranaje que colonizara España. Aquí, el gran hombre de Mediobanca fue Borja Prado Eulate. El conseguidor español de negocios en Italia tras su liderazgo en Mediobanca está en todos los movimientos que unen a ambos países. Si Endesa quiere llegar a acuerdos con Enel, colocan de presidente a Borja Prado Eulate. Si los Rizzoli quieren entrar en El Mundo, hablan con Borja Prado Eulate. Si Florentino Pérez quiere comprar las autopistas italianas, habla con Borja Prado Eulate. Si los italianos invierten en España en fondos de capital riesgo como Península, hablan con Borja Prado Eulate. Si Berlusconi quiere a un hombre de confianza para tomar el poder en España, habla con Borja Prado Eulate.
El poder se toma también con la influencia que se puede tener desde los medios de comunicación. Es ahí donde molestaban Sálvame y Jorge Javier Vázquez. Advertirles de que no podían hablar de política era solo una excusa para hablar de política en esa franja, pero en la línea adecuada. La lucha entre productoras es otro factor determinante en la caída de Sálvame en detrimento de Unicorn Content, la millonaria productora de Ana Rosa Quintana que bebe de Mediaset, de los contratos públicos de Isabel Díaz Ayuso en Telemadrid y de las subvenciones públicas.
Ana Rosa Quintana es una fiel guerrera de la derecha que usará todas y cada una de sus habilidades para acabar con el gobierno de coalición. Es una cuestión personal, familiar. Quienes hemos compartido con ella espacio y pausas publicitarias sabemos que la hiel que exuda cuando habla de Pedro Sánchez trasciende la labor profesional. Borja Prado Eulate considera a Ana Rosa Quintana la punta de lanza comunicativa para lograr la llegada al poder de Feijóo y garantizarse que éste le dé vía libre al premio gordo: adquirir la Cadena SER.
El objetivo: comprar Prisa
Tras la retirada de Sálvame está el intento por controlar Prisa, por rebuscado que suene. Borja Prado Eulate no lo ha conseguido a través de Mediaset porque en Moncloa han parado el golpe. Pero un gobierno del PP y de Vox favorecerá que Joseph Ourghoulian, presidente de Prisa, consiga los permisos preceptivos para soltar lastre y conseguir la financiación necesaria a través de Mediaset o Vivendi.
El interés de Borja Prado Eulate se concentraba en lograr el control de la Cadena Ser. Solo sus malas relaciones con Ourghoulian echaron por tierra el acuerdo para que Mediaset tomara el control de la cadena de radio de Prisa. Por otro lado, se encuentra el grupo Vivendi, el conglomerado francés propiedad de Vincent Bolloré, el empresario ultraconservador que aupó la popularidad del extremista posfascista Eric Zemmour en las pasadas elecciones presidenciales en Francia.
Vivendi, que posee el 10% de Prisa, pidió permiso al Gobierno para comprar hasta el 29,9%, una autorización necesaria para una operación de tal porte en una empresa cotizada estratégica. Finalmente, el Ejecutivo no autorizó la compra del magnate francés, aunque sí un aumento al 15% por la deuda convertible, que ha asegurado en multitud de ocasiones que sus compañías están al servicio de sus ideas, las de personajes tan tóxicos como Zemmour. Sin embargo, el Ejecutivo puede cambiar en 2024 y entonces sí podría autorizarlo.
Ni un medio que no sirva a la derecha
No es que Prisa sea una empresa que firme sus contratos con un lacre de la hoz y el martillo, pero es el único grupo potente de comunicación que le queda al PSOE para hacer de contrapeso a la derecha mediática, que ocupa el espectro total de la comunicación de masas, desde las radios a las televisiones, pasando por los periódicos impresos. La izquierda socialdemócrata solo tiene a Prisa y algunos digitales; la izquierda a la izquierda del PSOE solo voces dispersas y medios alternativos de nicho.
En mayo de 2022, la misma semana en la que salieron en El País los audios del comisario Villarejo sobre la campaña de descrédito a Podemos urdida por la ‘policía patriótica’, se produjo una compra sorpresiva de un paquete de acciones que tenía Telefónica. Un grupo de inversores a través de la sociedad Global Alconaba adquirió el 7% de las acciones de Prisa. El cabeza visible de la sociedad es Andrés Varela Entrecanales, un antiguo socio de Jaume Roures en Imagina.
Andrés Varela es hijo de Manuel Varela Uña, socio fundador de Prisa, y de Cruz Entrecanales, tía del actual presidente del Grupo Acciona. En esa sociedad se encuentra un núcleo de poder próximo a Moncloa. Andrés Varela fundó junto con Emilio Aragón, Daniel Écija y José Miguel Contreras la empresa Globomedia, una de las accionistas en su momento de La Sexta.
Como ven, el poder siempre está vinculado aunque parezca enfrentado. Si por ahora no se ha producido la adquisición de Prisa por parte de Mediaset o el Grupo Vivendi es porque Moncloa ha intercedido para evitarlo. En Prisa se juega una guerra de poder político entre el poder socialista y el conservador. Está ahí, a ojos de todo el mundo, para quien lo quiera ver. La izquierda solo puede asistir expectante esperando que no consigan culminar el asalto.
La guerra mediática está perdida para la izquierda. Desde siempre y para siempre. No se crean que hay algo que hacer en ese ámbito más que patalear para morir con honra o asomarse a través de pequeños resquicios. La caída de Sálvame es una historia sobre la soberanía de los medios de comunicación y de cómo el poder no entiende de patrias. Si hay que entregárselo a los italianos y a los franceses para garantizar que los rojos queden fuera del control, no habrá problema. En el fondo es todo muy sencillo: ni rojos ni maricones. El poder para quien no trabaja.