Medio ambiente | Política

Las organizaciones ecologistas rechazan la propuesta del Gobierno para acortar los trámites ambientales de los proyectos renovables

Sigue órdenes de Europa para flexibilizar el despliegue de las energías renovables, pero va más allá de lo exigido por el ente continental.

Comentarios
  1. No son molinos, amigo Sancho, son oligopolios
    ¿Por qué no se hizo caso a los científicos y ecologistas que avisaban de los daños producidos por los combustibles fósiles y ahora hay mucha prisa para instalar centrales renovables sin control ni lógica social alguna, arrasando zonas rurales?
    Una prueba de la preocupación social por el medioambiente es la inaudita cantidad de películas estrenadas que nos hablan de una distopía actual y no ya de ciencia ficción futurista.
    ‘Alcarrás’ (Carla Simón, 2022) nos enfrenta a la encrucijada de elegir entre agricultura y energías renovables. Una falsa dicotomía que nos exige sacrificar campos de cultivo para instalar placas solares ya que, dice la publicidad oficial (Gobierno español, autonómicos o europeo) y empresarial (oligopolio de grandes empresas energéticas), debemos acabar con los combustibles fósiles para detener la senda de calentamiento global que sufrimos, por los gases emitidos por su combustión.
    Los pueblos son el soporte vital de las ciudades. ¿Es posible seguir vaciando los pueblos para llenar las ciudades y seguir reduciendo la remuneración agroganadera familiar y garantizar la alimentación en calidad y cantidad par la población urbana?.
    ‘As Bestas’ (Rodrigo Sorogoyen, 2022) nos lleva al límite. ¿Conservamos los paisajes rurales y la calidad de vida en despoblación o aceptamos unas migajas por la instalación de aerogeneradores del oligopolio energético? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a defender los paisajes o hasta dónde preferimos unos ingresos extraordinarios por sacrificar la tierra? ¿Cuánto vale la vida?
    Si decidimos apostar por la vida tradicional, agricultura y ganadería familiares, ¿cómo podemos subsistir en un mundo en el que el oligopolio alimentario ha copado la distribución y especula con el precio de los alimentos hasta el punto de que cada vez remunera menos a los agroganaderos y cada vez cobra más a los consumidores? ¿Puede subsistir la agroganadería tradicional, la que crea empleo en los pueblos y produce alimentos de calidad frente a los oligopolios alimentarios y energéticos que visitan todos los días a ministros y consejeros autonómicos?
    Esta presión está ahogando al sector agroganadero de modo que la mayoría de sus productores recurren a productos químicos, muchos tóxicos aunque legales (fertilizantes, pesticidas, engordantes, antibióticos, etc.) para garantizarse un mínimo de producción a costa de la calidad y de la salud pública.
    Los gobiernos están subvencionando a las grandes empresas energéticas con la escusa de inversiones en milagrosas e imposibles nuevas energías del futuro (hidrógeno, hidrogenoductos, energía nuclear de fusión, combustibles sintéticos, etc.). Ni las hay, ni las habrá, con mucha probabilidad.
    Quieren desviar la atención del verdadero problema. Si nos peleamos entre pueblos y ciudades no lo haremos entre pobres y ricos. Si aprobamos las millonarias subvenciones a los oligopolios para que nos salven del desastre que se avecina, un desastre que han traído ellas mismas, el efecto que se produce es un mayor empobrecimiento de la población. Lo que estamos viviendo ahora no se diferencia casi nada de lo que Marx hace 150 años llamó lucha de clases.
    https://arainfo.org/no-son-molinos-amigo-sancho-son-oligopolios/

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