lamarea.com
  • La Marea
  • Kiosco
  • Climática
DONA SUSCRÍBETE
SUSCRÍBETE
Iniciar sesión
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
ANTERIOR

¿Cuánto importa la vida?

SIGUIENTE
SUSCRÍBETE DESDE 17€. Además, si verificas que eres humano con el código HUMANA, te llevas un 10% de descuento en tu suscripción a la revista

Opinión

¿Cuánto importa la vida?

"Los aires de Guerra Fría y la amenaza nuclear se han instalado en nuestro imaginario desde que Putin invadiera Ucrania", escribe Azahara Palomeque

Un hombre sostiene una pancarta contra la guerra. ROMY ARROYO FERNÁNDEZ / NURPHOTO
Azahara Palomeque
16 octubre 2022 Una lectura de 4 minutos
Telegram Linkedin Url

¿Cuánto importa la vida? No la propia en su vertiente más inmediata, ni siquiera la de nuestros amigos y familiares; me estoy refiriendo a la vida en general, la perpetuación de la especie humana más allá de las lindes caseras o nacionales, cierta visión de futuro que nos permita morirnos en paz sabiendo que alguien retomará nuestras creaciones para mejorarlas, que la memoria de los pueblos seguirá latente, al menos como pensaban nuestros abuelos. Y lo pregunto porque, hace unos días, el presidente de Estados Unidos Joe Biden afirmó que, si Putin se atreviese a usar armas nucleares tácticas en Ucrania, el mundo podría enfrentarse a un Armagedón; es decir, sería el fin de los tiempos, el aniquilamiento de todo, una situación que el mandatario norteamericano cree que sobrevuela nuestras cabezas aterrorizadas como no lo hacía desde la crisis de los misiles en 1962. 

Los aires de Guerra Fría y la amenaza nuclear se han instalado en nuestro imaginario desde que Putin invadiera Ucrania el pasado febrero, avivados por la agresividad del Kremlin, pero también por el clima belicoso que Occidente y, específicamente, Biden –quien primero mencionó la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial –, han promovido desde sus atriles. A ellos se les ha sumado un Zelensky que, procurando la defensa de su territorio, no ha dudado en afirmar que el mundo “nunca olvidará” un ataque nuclear ruso y esto podría acabar incluso con su líder, Putin. Abajo, la ciudadanía tiembla, aunque en Europa parte de ese temblor se deba a las facturas de gas y luz, a no poder satisfacer necesidades básicas. Entretanto, suena otra alarma que no conduce a los refugios antiaéreos sino, por el contrario, incita a mirar arriba, a la atmósfera recalentada y los glaciares derretidos, la insoportable realidad de la crisis climática, que no se combate con la voladura de gasoductos ni quemando nuestros bosques en busca de calefacción ‘verde’. 

El futuro, podría pensarse, es una mala pesadilla de la que es difícil despertar, un juguete roto en manos irresponsables y, si consideramos que a un 97% de los jóvenes españoles les preocupa la emergencia climática, que muchos sufren ecoansiedad, que esa cifra quizá sea replicable en otros países mientras las referencias a los arsenales nucleares de unos y de otros se multiplican en los medios, ¿cuánto importa la vida? Realicemos un viaje retrospectivo a la Cuba de los misiles, transportémonos a 1962, Caribe, sol –y humedad– de justicia en la patria de Fidel Castro.

El mundo hervía todavía en unos destellos revolucionarios que esta isla ejemplificaba e irradiaba hacia el exterior. Antes de que se transformara en un régimen abiertamente autoritario, Cuba no solo aglutinaba una esperanza nacional que su pueblo interiorizó como independencia, sino que fue enclave de unión y anhelos para buena parte de la izquierda latinoamericana, e incluso la española, incluyendo a aquellos que, habiendo vivido y perdido la Guerra Civil, encontraron en la antigua colonia un síntoma de redención. África se descolonizaba, no sin conflagraciones sangrientas. En Estados Unidos, Martin Luther King Jr. todavía respiraba, al igual que JF Kennedy y su hermano Bobby. Como afirmase el pensador Fredric Jameson, los sesenta fueron la época en que los desposeídos alcanzaron el estatus de personas, reconociéndoseles en distintas partes del globo no solo la existencia, sino también derechos. Corría un ideario de justicia social imparable –recuérdese también el mayo francés del 68–, el feminismo brillaba, el movimiento ecologista ganaba fuerza y, aunque se sabía que la Unión Soviética era un proyecto agotado, el socialismo no había besado aún su tumba. 

Cuando Biden se refiere al momento actual como “lo más parecido” a la crisis de los misiles, se olvida de que, anterior a la consolidación de la fractura posmoderna y el llamado “fin de la historia” que argumentó Fukuyama, en 1962 se barajaban nociones muy diferentes de futuro de las que ahora manejamos. De hecho, el presente, repetido en bucle porque la línea temporal ya no avanza, nos devuelve parajes inhóspitos inundados de basura, suelos agrietados por la sequía o invisibles, al estar sepultados bajo trombas de agua y lodo, junto a guerras sucias que ya no responden a ideales nobles según se concebían antaño. Si, como afirmara Fisher, en pleno despojo neoliberal de nuestras sociedades, la ciudanía oscila entre la depresión más flagrante o su contrapunto, lo que él denomina “hedonia depresiva”, a saber, una ubicua búsqueda de placer constante a sabiendas de que es lo único que queda, ¿cuánto importa la vida? ¿Qué respondería el trabajador explotado, o quienes conforman las descarnadas estadísticas de suicidio? 

Porque de esa respuesta, enmarcada en su momento histórico, al calor de los rasgos epocales, de la fragmentación de los grandes relatos emancipatorios, de los grados que suba la temperatura mundial, depende también el resultado de esta guerra. Así, la amenaza nuclear de ahora no podrá nunca ser equiparada a la de hace más de medio siglo, porque somos seres completamente otros, disímiles, producto de unos tiempos cuyo final ha sido ya pronosticado y azuzado desde tantos flancos que cuesta la vida contestar a cuánto nos importa. Y eso, creo yo, es lo más peligroso.

Telegram Linkedin Url

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

€
  • #Invasión de Ucrania

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Suscríbete dona
Artículos relacionados

Irene Montero, la posverdad y el posfascismo

Azahara Palomeque
26 septiembre 2022

Europa en la encrucijada: un invierno de protestas

Azahara Palomeque
22 septiembre 2022
Comentarios
  1. Carmen C. dice:
    23/10/2022 a las 14:13

    A propósito de la guerra de Ucrania y de la «gran democracia» de la dictadura capitalista.
    Encuestas Gallup muestran como los USA son percibidos como la mayor amenaza a la paz mundial. Somos muy escrupulosos en desenterrar detalles de los crímenes de los otros. Ucrania está ganando la guerra de la información en Occidente, no así en el sur global, India, China, Asia global, América latina, dónde la invasión se repudia pero se es crítico con la intervención de la OTAN y de las causas.
    Noam Chomsky: La invasión rusa de Ucrania fué provocada. Aunque sea necesario añadir que una provocación no justifica la invasión. No atender a las preocupaciones de seguridad de Rusia era insensato y provocador según los propios analistas políticos de EEUU. Ni Georgia ni Ucrania, ubicadas en el corazón ruso, deberían ser miembros de la OTAN (Esta si que es terrorismo de estado). El compromiso americano de integrar a Ucrania dentro de la OTAN se incrementó en otoño 2021 aumentando el apoyo, todo esto oculto por la denominada «prensa libre».
    Carlos Tundidor: «Aproximación a una guerra falseada». Cuadernos para debate.

    Responder
  2. Chorche dice:
    23/10/2022 a las 12:23

    OCDE: ELIMINAR A LOS POBRES, NO A LA POBREZA.
    Dan Patrick (72 años, vice-Gobernador del Estado de Texas declaró que:
    “los abuelos deberían sacrificarse para salvar la economía y no paralizar al país norteamericano. Deben morir”.
    Christine Lagarde (66 años) presidenta del Banco Central Europeo y ex gobernadora del Fondo Monetario Internacional (FMI) suscribía un documento dónde se podía leer:
    “los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global.
    El señor Taro Aso, (81 años), ex Ministro de Finanzas japonés, afirmaba:
    “Pido a los ancianos que se den prisa en morir para que el Estado no tenga que pagar su atención”.
    https://canarias-semanal.org/art/33233/ocde-eliminar-a-los-pobres-no-a-la-pobrezaSeg

    Responder
  3. Carmen C. dice:
    21/10/2022 a las 14:41

    Mientras las grandes fortunas del petróleo y el capitalismo internacional diseñan las ciudades del futuro en las que les gustaría vivir, los fondos de inversión capitaneados por estos mismos capitales siguen engordando sus beneficios con los negocios de los fondos de pensiones privadas, que avanzan a costa de mermar los sistemas públicos de pensiones, con el negocio inmobiliario y con la industria alimentaria. Los mismos fondos de inversión que ya están pensando en la ciudad ideal para refugiarse cuando todo se desmorone son los que se han adueñado del futuro de buena parte de la población mundial. Mientras, aquellas personas que nunca vamos a vivir en The Line – Neom no nos cansaremos de repetir: el futuro será para todas o para nadie.
    La imagen de las excavadoras en medio del desierto de Arabia Saudí que daban inicio a los trabajos de la mayor obra de ingeniería de la historia humana parecen venir de otro tiempo. Se trata del proyecto The Line – Neom, una ciudad de 200 metros de ancho, 500 de alto y 170 km de largo, robotizada, teóricamente ecológica y “sin clases sociales”, una urbe preparada para un mundo futuro sin combustibles fósiles, una especie de arca de Noé del privilegio cuya construcción, antes de poner el primer ladrillo, ya ha costado el desalojo de decenas de miles de personas de tribus nómadas y la persecución política —condenas de muerte incluidas— de los opositores al megaproyecto.
    Martín Cúneo (El Salto)

    Responder

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Lo más leído

  • Pedro Sánchez pide perdón a la ciudadanía y descarta elecciones: "Hasta esta misma mañana yo estaba convencido de la integridad de Santos Cerdán"
  • Jeff Sharlet: "Hace muchos años que en Estados Unidos la izquierda secular ocupa el margen"
  • Lo de Santos Cerdán (parece que) no es lo de Begoña Gómez
  • Ni reyes ni césares: al desplegar a las Fuerzas Armadas para sofocar la disidencia, Trump ha cruzado el Rubicón
  • Su destino está a la izquierda

Actualidad

  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Clima
  • Sociedad

Conócenos

  • La Marea
  • Cooperativistas
  • Transparencia
  • Política de cookies
  • Política de privacidad

Kiosco

  • Suscripciones
  • Revistas
  • Libros
  • Cursos
  • Descuentos
  • Contacto

Síguenos

Apúntate a nuestra newsletter

Apúntate
La Marea

La Marea es un medio editado por la cooperativa Más Público. Sin accionistas detrás. Sin publirreportajes. Colabora con una suscripción o una donación

MásPúblico sociedad cooperativa. Licencia CC BY-SA 3.0.

Compartir a través de

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos. Leer más

AceptarResumen de privacidad
Política de Cookies

Resumen de privacidad

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.
Funcionales
Siempre habilitado

Las cookies funcionales son esenciales para garantizar el correcto funcionamiento de nuestro sitio web, ya que proporcionan funcionalidades necesarias. Desactivarlas podría afectar negativamente a la experiencia de navegación y a la operatividad del sitio.

Guardar y aceptar