Política

El PP vuelve a ganar en Galicia con mayoría absoluta, el BNG lidera la oposición y el PSOE se desploma

Sumar y Podemos se convierten en fuerzas irrelevantes en Galicia, muy alejadas del objetivo de entrar en el parlamento

Comentarios
  1. Yo creo que el problema de Galicia es el mismo que tenemos en Aragón: demasiados animalicos de costumbres.

  2. La buena noticia es el ascenso del BNG donde hay personas muy válidas, idealistas y honestas. Me alegro, se lo merecen.
    Galicia siempre ha sido feudo de la derecha; pero mira Vox no ha sacado ningún voto. Esta gente aún sigue teniendo fidelidad al ministro franquista Fraga Iribarne, el de «la calle es mía».
    Que le da la derecha a los gallegos de a pie?

  3. Da la sensación de que los rojos (y los progres) no andamos faltos de optimismo (incluso quizá vamos un poco sobrados).

    Ahora solo falta que nos apliquemos en eso del pragmatismo y la buena organización y que (los de a pie) dediquemos un mínimo esfuerzo a entender como funcionan los procesos electorales.

    Porque, aunque la legislación básica es única (Ley Orgánica del Régimen Electoral General), lo cierto es que dicha Ley (que, como el ungüento amarillo vale para casi todo: Generales, Municipales y Europeas), no es aplicable a las elecciones autonómicas en las que cada comunidad tiene la suya propia.
    Viene esto a cuento de que, pese al mimo y delicadeza con el que la prensa afín (progre e independiente) viene calificando los resultados de las de ayer, a mi juicio se trató de un revolcón en toda regla.

    Y, si no, basta con coger una calculadora y sumar votos.

    Y se comprobará que, incluso contabilizando como “progres” los 1.542 votos de ECG (que no sé quienes son) y los 1.470 de PUM+J, la suma de los votos progresistas es de 715.103 (48,87%) frente a los 748.296 (51,13%) de PP, Vox y Democracia Ourensana.

    Y eso supone un claro retroceso frente a los datos de 2020 en los que la progresía sumó 871.990 votos (57,12%) y las derechas tan solo 654.559 (42,88%).

    Y lo demás, nunca mejor dicho: “Son gaitas” y paños calientes para calmar el escozor de los profetas y analistas, o los optimistas como un servidor.

    Puestos a hacer de necesidad virtud, cabe pensar que, por lo menos, el Sr. Feijóo va salvar (de momento) el cuello y parece un rival menos temible que la valkiria madrileña que hoy debe andar más escocida que algunos de nosotros.

    Ahora nos queda ver que ocurre con las vascas (cuando las convoquen) y la europeas del 9 de junio.

    Entretanto, tranquilidad, buenos alimentos y menos narcisismo y cainismo, en nuestras propias casas.

    Saludos.

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