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Ecuador, un país que se despeña

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Opinión

Ecuador, un país que se despeña

"Continuarán apareciendo nuevos Mileis y Bolsonaros, o multimillonarios mesiánicos, que se nutren de la desesperación de la gente y se asientan sobre una prensa asalariada y multinacionales de países ricos que fomentan la corrupción y la desintegración del tejido social", escribe Ovejero. 

Manifestantes en contra de las políticas adoptadas por el presidente de Ecuador en 2019. CARLOS GARCÍA RAUWLINS / REUTERS
José Ovejero
11 enero 2024 Una lectura de 4 minutos
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He tenido la suerte de visitar dos veces Ecuador, las dos por razones de trabajo, pero con tiempo suficiente para recorrer parte del país. No voy a hacer un elogio ahora propio de folleto turístico –a pesar de su belleza, no dejaba de ser un país con índices de pobreza y de racismo elevados–, pero un extranjero como yo tenía la impresión de encontrarse en un lugar en el que las cosas podían ir bien, impresión quizá alimentada por una sensación de seguridad difícil de sentir en muchos países latinoamericanos. La conciencia de problemas graves, como por ejemplo la contaminación y el expolio que provocaban las explotaciones petrolíferas en el parque Yasuní, reserva de la biosfera, no empañaba por completo la esperanza. Frente a Estados fallidos de los alrededores, había una base en Ecuador que parecía sólida, muy mejorable, pero sólida.

Encontraba, o quería encontrar, la confirmación de mis intuiciones en las mejoras en sanidad y educación que impulsó el presidente Correa, en el aumento de la igualdad, en las promesas de poner coto a la extracción de hidrocarburos y defender la biodiversidad y los derechos de los pueblos indígenas, aunque luego no solo dio marcha atrás, sino que usó todo tipo de artimañas para hacerlo.

Las críticas que recibía Correa por pretender maniatar a la prensa por un lado me preocupaban, por otro me hacían pensar que la libertad de prensa, en un país tan dominado por oligarquías multimillonarias, a menudo es un eufemismo para el uso de la prensa por esas mismas familias para desprestigiar a quien ataque sus intereses (a otro nivel, es como cuando Ayuso defiende la libertad y la transparencia mientras riega de millones a medios sectarios y cambia leyes para controlar incluso canales públicos).

Luego llegó el batacazo. Con Lenin Moreno el país se despeñó hacia una mayor desigualdad, una pobreza creciente, una delincuencia en auge y niveles de corrupción que parecían propios de países dominados por el narcotráfico. Pero es que es eso lo que estaba sucediendo: es verdad que la corrupción va siempre de la mano de las multinacionales que operan en terreno indefenso, en particular, de las petroleras, y esa ya había llegado a Ecuador. Pero faltaba el paso siguiente: la debacle económica entre los más pobres, el cierre de las oportunidades que parecían habérseles abierto, la corrupción institucionalizada, la falta de escrúpulos de las oligarquías, la situación geográfica de Ecuador, su costa casi sin control y sus fronteras poco vigiladas lo convertían en un lugar ideal para que operasen las grandes redes del narco.

Violencia desatada en las calles de Ecuador

En estos días leo noticias sobre la violencia desatada en las calles, que ha convertido ese país que a mí me pareció seguro en uno de los más peligrosos de América. Miro a su actual presidente, Daniel Noboa, procedente de la misma oligarquía que ha destrozado Ecuador, hijo de multimillonario con varios procesos por supuesto fraude, él mismo con su dinero a salvo y oculto en paraísos fiscales; le escucho prometer que acabará con la violencia y devolverá el bienestar a los ecuatorianos. Y no me creo nada. 

La corrupción impune siempre genera monstruos, independientemente de la ideología del gobierno. Pero la corrupción sumada al liberalismo se multiplica, porque en ella no solo entran en juego los intereses locales (como hoy en Nicaragua), también los de las grandes multinacionales, que se han mostrado capaces de devastar la naturaleza en regiones enteras, desplazar forzosamente a sus poblaciones, armar a grupos paramilitares, –véase el caso de la vecina Colombia–, empujar a gobiernos a reprimir con sangre las protestas.

Me diréis que, por comparación con lo que está sucediendo en otros lugares del planeta, los acontecimientos recientes en Ecuador son minúsculos. Sí, pero es humano, aunque no sea justo, que nos afecte más aquello que nos resulta más cercano. Y además la tristeza también se nutre del desengaño: cuando has creído que había posibilidades de mejora y no solo se derrumban, sino que todo empeora, se acrecientan el desánimo y la frustración. Me sucedió también, de otra manera, con la ya mencionada Nicaragua. Me seguirá sucediendo, porque continuarán apareciendo nuevos Mileis y Bolsonaros, o multimillonarios mesiánicos, que se nutren de la desesperación de la gente y se asientan sobre una prensa asalariada y sobre multinacionales de países ricos que fomentan la corrupción y la desintegración del tejido social. 

Siento que le haya tocado ahora a Ecuador este declive del que no hace tanto parecía a salvo, y solo puedo desear que el daño no esté ya tan incrustado en el tejido político y empresarial que sea irreversible.

Un abrazo, entonces, desde la distancia a las ecuatorianas y los ecuatorianos que están sufriendo estos días.

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Comentarios
  1. E. Ramil dice:
    11/01/2024 a las 13:42

    Esto lleva ocurriendo desde la aparición de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, y en connivencia con los políticos , que da igual que sean de izquierdas que de derechas, porque el dinero y el poder los corrompe , y cuando aparece algún nuevo partido que pueda hacer algo por la mayoría de los ciudadanos, lo acaban destruyendo por maniobras de la «gran prensa» oficial y con la judicatura a su favor a través del lawfare.
    Y esto va a seguir ocurriendo, en todo el mundo hasta que las élites se hagan con todo, tanto recursos como poder, que ya lo tienen, pero aun disimulado y escondidos detrás de gobiernos democráticos.
    Y si no es mediante las mentiras para que ganen » legalmente » en las urnas, va a ser a través de los conflictos y reventando las sociedades.
    Tenemos que dejar de mirar hacia otro lado y centrarnos en exigir responsabilidades a los que cometen estas tropelías, ya sean económicas,
    ambientales, genocidas, de expoliar al planeta o de convertirnos en siervos sin derecho alguno ,porque de momento, van ganando y vemos como los conflictos aumentan y la gente cada vez está más desesperada a nivel mundial y unos países mas que otros, pero acabaremos todos igual, simplemente por la codicia de las élites extractoras.
    Tenemos que despertar o será demasiado tarde.

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