Bajo una música desafiante, de connotaciones bélicas, tras anunciar en rótulos la decadencia de Estados Unidos debido al crimen, la inmigración y la inseguridad económica, aparece Ron DeSantis como salvador de la patria en el video lanzado recientemente para anunciar su candidatura a las primarias republicanas. Para “dirigir el barco” –afirma– es preciso “devolver la cordura a nuestra sociedad, la normalidad a nuestras comunidades, y la integridad a nuestras instituciones”. En un ejercicio de manipulación lingüística ya común entre la ultraderecha norteamericana, el actual gobernador de Florida promete lo contrario a lo que ha caracterizado sus mandatos desde 2018, y su discurso político desde que fuera elegido diputado en 2012.
DeSantis es conocido por superar el reaccionarismo del hombre que impulsó su carrera política, Donald Trump, y por hacerlo con muchos menos escándalos y una trayectoria que algunos juzgan brillante: antiguo alumno de dos Ivy Leagues –universidades de prestigio–, Yale y Harvard, fue también un reconocido jugador de béisbol, y miembro del ejército en la Marina, destinado al centro de detención y torturas de Guantánamo primero, y después a Irak. Actualmente, está convirtiendo su estado en una pesadilla que roza el fascismo, a partir de leyes que restringen la libertad de cátedra, el derecho al voto, al aborto, y atacan especialmente a las minorías, tanto que dentro del republicanismo ha cosechado recelos. Pero lo avalan una victoria en las urnas aplastante –ganó las elecciones de medio mandato con una ventaja de 19 puntos, la mayor en décadas– y una oleada de pensamiento ultraderechista que, desde que Trump se hiciera con la presidencia en 2016, no ha dejado de crecer. Está por ver que ésta, la de DeSantis, no sea la nueva cara de la Casa Blanca tras los comicios de 2024.
Lucha contra “lo woke”
Ron DeSantis anunció que se postulaba a las primarias republicanas el pasado 24 de mayo durante una videoconferencia en Twitter junto a Elon Musk que resultó ser un fiasco por los múltiples problemas técnicos de la red, aunque lo arregló diciendo que “rompió Internet” debido al gran número de personas que querían acceder a ese espacio virtual. Las encuestas aún lo sitúan por detrás de Trump en intención de voto (53% vs. 26%), pero también auguran que más del 80% del electorado afín estaría dispuesto a considerarlo como candidato. Además, no arrastra el estigma de haber incitado un golpe de Estado, ni casos de violencia machista, y es 32 años más joven. Sin embargo, quizá sea la lucha contra “lo woke” en múltiples frentes su mayor seña distintiva.
Woke, el término popularizado por el movimiento Black Lives Matter para reivindicar la necesidad de estar “despiertos” frente a distintos tipos de discriminación, ha sido apropiado por la derecha para mermar los derechos de los más vulnerables mediante falsas apelaciones a la “cancelación” o a una supuesta censura de izquierdas. Este reclamo se ha materializado en medidas especialmente duras en el ámbito de la educación.
Durante su actual mandato, DeSantis aprobó la Ley de Libertad Individual –conocida como “Ley Stop-Woke”– que limita la libertad de cátedra en los colegios sobre cuestiones que tengan que ver con la raza o el género, bajo el razonamiento de que estos temas pueden causar culpa, angustia o cualquier daño psicológico en el alumnado. La ya firmada Ley de los Derechos Parentales en la Educación, también llamada “No digas gay”, no permite la pedagogía sobre orientación sexual o identidad de género, y es la razón por la cual DeSantis ha emprendido una batalla legal con Disney, que posee uno de sus mayores parques de atracciones en el estado, cuando la empresa se manifestó en contra.
La enseñanza universitaria no se queda atrás, ya que el gobernador ha prohibido los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), y ha propuesto evaluaciones para los profesores titulares, quienes hasta ahora gozaban de protección para impartir el currículum que considerasen oportuno. Éstas y otras medidas similares como censurar libros en bibliotecas hacen que escenarios tan distópicos como el despido de una profesora, acusada de mostrar pornografía a sus estudiantes por enseñar el David de Miguel Ángel, puedan darse con frecuencia.
Contra el voto, el aborto y el medioambiente
Las relacionadas con la educación no son las únicas iniciativas claramente antidemocráticas del candidato a las primarias. El año pasado, DeSantis procedió a rediseñar los distritos electorales para que el nuevo mapa lo favoreciese, una práctica denominada gerrymandering. Y hace días aprobó una ley que le otorga luz verde para seguir siendo gobernador durante la campaña a las presidenciales y limita el derecho al sufragio reduciendo la posibilidad de votar por correo. Entre sus numerosas hazañas legislativas retrógradas se encuentran asimismo haber ampliado el derecho a portar armas, y eliminado de facto el aborto, que ahora sólo es legal en las seis primeras semanas, cuando la mayoría de las mujeres aún no saben que están embarazadas.
Ron DeSantis es, además, un negacionista climático que ha afirmado en varias ocasiones que el calentamiento global es una “cosa izquierdosa”, y que no se deben “politizar” los fenómenos meteorológicos. Según reporta The Guardian, el antiguo oficial del ejército ha recibido más de un millón de dólares en donaciones para sus campañas electorales de la industria fósil, y dos millones recientemente de la organización Club for Growth (club para el crecimiento), un lobby que instigó con éxito la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París a manos de Trump. A comienzos de mayo, DeSantis aprobó una ley que prohíbe invertir dinero público en medidas orientadas a la defensa del medioambiente, incluyendo la financiación de infraestructuras de energía renovable. En su historial de vulneración de los derechos humanos destaca también su oposición a los tratamientos sanitarios públicos para la población trans, y el envío de inmigrantes a una isla de Massachussets, que utilizó como táctica de presión contra un estado demócrata. De hecho, cerrar fronteras es una de las promesas que figura en su programa, como buen discípulo de Trump que sobrepasa, si cabe, en crueldad a su maestro.
Cordura, integridad… clama quien persigue normalizar estas prácticas, una normalidad que podría extenderse al resto del país muy pronto.