Ecoembes miente fue el nombre de un informe realizado por Greenpeace en 2020. Un título directo para una investigación que, según explicaba la organización, evidenciaba «el fracaso de la gestión de envases domésticos» por parte de este sistema integrado de gestión (SIG). Ahora, la entrada en vigor el pasado año del nuevo Real Decreto de tratamiento de residuos que traspone la directiva europea de envases ha puesto de manifiesto que Ecoembes lleva facilitando unas cifras de reciclaje de envases exageradas durante más de dos décadas.
Así lo ha admitido la propia empresa sin ánimo de lucro al diario infoLibre. Durante el Día Mundial del Reciclaje, Ecoembes pagó una importante campaña en medios de comunicación para dar a conocer que, en 2022, se reciclaron 1,62 millones de toneladas de envases, un 3,6% más que en 2021 y un récord desde que este sistema integrado de gestión comenzó a funcionar. Una cifra inflada, ya que la real fue de 1,43 millones de toneladas, un 11,7% menos de lo comunicado inicialmente por Ecoembes, tal y como ha desvelado el mencionado medio de comunicación.
Pero, ¿por qué se produce este desfase? Hasta la entrada en vigor de la nueva norma, Ecoembes contabilizaba como material reciclado todo aquel que enviaba a las plantas de reciclaje. De hecho, así lo reconocía la propia sociedad, que presentaba los datos aclarando que esas eran las toneladas de residuos de envases domésticos que entraban. Desde 2022, sin embargo, es obligatorio realizar un pesaje de todo el material una vez ha sido tratado en estas instalaciones.
Durante ese tratamiento, según explica el consultor ambiental Alberto Vizcaíno, se producen «mermas»: «Al separar las latas, por ejemplo, estas pueden llevar adheridas trozos de plástico, o de cartón, y eso hay que eliminarlo», explica a lamarea.com. Asimismo, el material que entra en las plantas de reciclaje también pierde humedad con el tiempo, lo mismo que le ocurre a algunos restos orgánicos que no han sido completamente eliminados en los procesos anteriores. Todo ello es lo que explica que el peso de los envases al salir sea un 11,7% menor que al entrar.
Otros desajustes de Ecoembes
En su informe, Greenpeace ya alertaba de que no todo lo que entra en el contenedor amarillo se recicla: «Ecoembes no cuenta que no todos los envases que se venden, y llevan punto verde como reciclables, se reciclan, aunque la ciudadanía los deposite en el cubo amarillo». Entre los diferentes ejemplos, la organización citaba todos aquellos recipientes de menos de 10 cm de diámetro (como los envases de los yogures), los bricks, botellas de PET de colores, cuberterías de plástico, pajitas, palillos…
Todo ello se debe a que las máquinas encargadas de tratar el material antes de enviarlo a las plantas de reciclaje (conocidas como trómel, una especie de lavadora gigante) tienen agujeros de entre 6 y 15 centímetros (dependiendo de la antigüedad de la máquina) por donde caen los restos orgánicos adheridos a los envases, además de todos aquellos recipientes que caben por esos huecos: «Por ahí caen cápsulas de café, sobres monodosis y cualquier envase pequeño», explica el consultor Alberto Vizcaíno.
Según este experto, estos elementos serían reciclables si fuesen sometidos a un nuevo proceso. «Lo que sucede es que es caro, y por eso no se hace. Y todos esos envases que caen por los agujeros del trómel se consideran rechazos o impropios, y van al vertedero o a la incineradora», asegura.