Cultura

¿Podemos ponernos de acuerdo sobre qué futuro queremos?

José Ovejero escribe sobre 'Imaginar un país' y el informe 'España 2050'

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  1. DETENER LOS ROBOTS ASESINOS.
    gobiernos y empresas están desarrollando a gran velocidad sistemas de armas que cuentan con una autonomía cada vez mayor mediante el empleo de nuevas tecnologías e inteligencia artificial. Estos “robots asesinos” podrían ser utilizados en zonas de conflicto, por fuerzas policiales y en el control de fronteras. No se debería permitir a una máquina decidir sobre la vida y la muerte. Debemos actuar ya para proteger nuestra humanidad y hacer del mundo un lugar más seguro.
    Nos enfrentamos a lo inconcebible: se están desarrollando drones y otras armas avanzadas con la capacidad de elegir sus propios objetivos y atacarlos sin control humano. En otro tiempo se pensaba que esto era algo propio del cine, pero las armas autónomas —o “robots asesinos”— ya no son un problema del futuro.
    Las máquinas no pueden tomar decisiones éticas complejas. Carecen de compasión y entendimiento, toman decisiones basándose en procesos arbitrarios, sesgados y opresivos. Tecnologías emergentes, como el reconocimiento facial y de la voz, a menudo no reconocen a las mujeres, las personas negras y las personas con discapacidad. Esto implica que las armas autónomas en ningún caso se pueden programar adecuadamente para sustituir la toma de decisiones humana.
    La sustitución de tropas por máquinas facilita que se decida ir a la guerra y, mediante transferencias ilegales y la captura en el campo de batalla, estas armas caerán en manos de otros. Además, estas tecnologías se emplearán en la función policial, en el control de fronteras y para amenazar derechos humanos como el derecho a la protesta, el derecho a la vida, y la prohibición de la tortura y otros malos tratos. Pese a estos motivos de preocupación, países como Estados Unidos, China, Israel, Corea del Sur, Rusia, Australia, India, Turquía y Reino Unido siguen invirtiendo en el desarrollo de armas autónomas.
    Empresas y departamentos de defensa de todo el mundo están inmersos en una carrera para desarrollar estas tecnologías, por eso debemos actuar rápido antes de que perdamos el control humano significativo sobre el uso de la fuerza, lo que tendría unas consecuencias terribles.
    Pedimos a los dirigentes de gobiernos de todo el mundo que inicien las negociaciones para una nueva legislación sobre la autonomía de los sistemas de armas, a fin de garantizar el control humano sobre el uso de la fuerza y prohibir las máquinas cuyo blanco son las personas y que nos reducen a objetos, estereotipos y puntos de datos.
    https://www.amnesty.org/es/petition/stop-killer-robots/

  2. El problema aquí es confundir el marco de realidad que define la intención que se le supone a la diferencia ideológica. Confundir dicha diferencia; la que emana de la distorsión que sobre la realidad establece la ideología y se supone que le imprime a su interpretación; con la que se corresponde con una práctica que negando la misma (la ideología) usa su espacio para conseguir unos fines pragmáticos cuya intención es conservar el privilegio que se ocupa en dicha diferencia. No puede haber consenso entre dichos espacios, aunque pudiera haberlo entre sujetos de dichas corrientes, precisamente porque no hay la más mínima voluntad de cesión ni de acuerdo en quienes establecen las reglas de una (una España, una religión, un nacionalidad, una doctrina, Una…); el mundo reaccionario no tiene ideología sino relato, no tiene ideario sino prácticas, no quiere consensos sino imposición: es una historia de justificación aparente tras la que esconder su voluntad de impedir, en la conciencia de quien les crea, la emersión de alguna que se oponga a la conservación de la ventaja.
    Es de aquí de donde deriva la necesidad de la revolución: sin cambiar primero a quien establece las reglas que impiden cualquier consenso no son posibles los cambios. El cambiar y acordar, para ellos, no es maque el “gatopardiano” modificar “algunas cosas” de para nada cambie.

  3. Antonio Gramsci: Al pesimismo de la razón se le opone el optimismo de la voluntad.

    «EL HUEVO DE LA SERPIENTE», E. Gómez (ARMHA)
    Nuestra sociedad está asentada sobre unas bases muy poco sólidas.
    La normalización del discurso extremo de la falacia y de los mensajes de odio nos van preparando para lo que puede llegar a ser un futuro muy poco halagüeño, un futuro en el que, al menos en la convivencia comunicativa, ya estamos y no es un lugar cómodo.
    Decir que los que querían fusilar a 26 millones de hijos de puta (la mitad larga de la población española) son de los nuestros; afirmar que un gobierno legítimamente apoyado en partidos perfectamente legales es ilegítimo llamando directamente al golpe de estado; expresar públicamente que en España se fusiló mucho pero fue “por amor”, es confundir el objeto de un verdadero amor, que han de ser las personas, con el que se tiene a una entelequia, aunque a esa entelequia se le llame patria.
    Lo primero es apología del genocidio, lo segundo incitación a un golpe de estado, lo tercero es desprecio las víctimas del franquismo y por ende a la humanidad…

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