Crónicas | Opinión

Esa angustia mía, esa angustia nuestra

"Quiero tener derecho a ser feliz. Quiero que algún partido político se interese realmente por mí. Sé que no soy la única persona que se siente así", escribe el autor.

Comentarios
  1. Problemas del primer mundo?

    Efectivamente necesitamos deshacernos del miedo. Pero el miedo -aún este miedo generalizado- es un sentimiento subjetivo, contra el que se puede luchar y que se pierde tras consumarse la amenaza para dar lugar a la acción.

    Ciertamente esta sociedad nos ha moldeado para ser piezas dóciles de una cadena de producción y eso implica no darnos las herramientas para salir sin miedo del sistema.

    De ellas, además de las psicológicas, la principal es la integración en una comunidad. El mayor esfuerzo del neoliberalismo fue dirigido a la disolución de la sociedad, y es por ahí por donde debemos esforzarnos ahora nosotros, en sentido contrario.

    El fin de la energía barata lo hará en breve imperativo. Recomiendo revisitar el documental «la fuerza de la comunidad». Fuerza y ánimo a todas!

  2. Hermoso artículo y real como la vida misma…

    Marcelo Colussi: Llamado a no perder las esperanzas.
    …Todo lo anterior puede hacer pensar en que el horizonte socialista ya no es posible, que quedó como “utopía juvenil irrealizable”. Quizá sea necesario replantear las formas de lucha, porque lo conocido, en este momento no pareciera ser un camino muy prometedor. Evidentemente, la correlación de fuerzas en la actualidad muestra un triunfo omnímodo del gran capital sobre la clase trabajadora global. Pero ello no significa que no se necesiten los cambios. Hoy la tarea inmediata sigue siendo 1) unión de las fuerzas de izquierda tan dispersas que existen, 2) organización de las bases populares, 3) impulsar un contra-mensaje ideológico no-capitalista, con nuevos valores (solidaridad, rechazo al consumismo y al individualismo), 4) unidad programática y de acción de todos los colectivos sojuzgados: asalariados varios, mujeres, pueblos originarios y etnias excluidas, jóvenes, marginados y explotados diversos por el sistema, y 5) una conducción clara con proyecto revolucionario posible acorde a las circunstancias históricas (tomando en cuenta todo lo arriba expuesto).
    Sin lugar a dudas, la tarea es titánica. Pensar que nos excede es aceptar que el campo popular fue derrotado e, indirectamente, que “la historia terminó”, como se declaró exultante cuando caía el Muro de Berlín. Pero ni lo uno ni lo otro: la clase dominante ahora se muestra vencedora, pero si el amo tanto y tanto se defiende (con guerra ideológica, con armas sofisticadas, con controles planetarios a todo nivel) es porque sabe que, tarde o temprano, el esclavo abrirá los ojos.
    Estas breves y mediocres reflexiones –más de charlatán de feria que sesudas investigaciones sociales– no son sino un reforzamiento para la lucha, un llamado a no perder las esperanzas. “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”.
    https://insurgente.org/marcelo-colussi-llamado-a-no-perder-las-esperanzas/

  3. Me da en la nariz que eso de la felicidad es una abstracción de filósofos y otros intelectuales que no vive en el mismo mundo que la gente. Solo he conocido una persona convencida de que era feliz: mi abuela materna. A sus más de 95 años, casi ciega y en silla de ruedas, después de una durísima vida de trabajo en el campo desde los cinco años, decía a todas horas que era una lástima tener que morirse con lo bien que estaba entonces.

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