“Es una situación muy compleja porque los refugiados no quieren abandonar las estaciones de tren porque quieren seguir su viaje o porque quieren estar cerca de la frontera para volver si la situación cambia. Y, por otra parte, tenemos muchos que no son ucranianos pero que vivían allí, y que no se pueden acoger al estatuto de refugiado que ha establecido la UE para esta situación de emergencia”, añade Piaskowski. De hecho, recuerda, vuelven a ser destacados miembros de la jerarquía eclesiástica los que está azuzando el odio al refugiado. El más famoso, Tadeusz Rydzyk, el sacerdote fundamentalista católico propietario de Radio María, además de todo el consorcio de medios de comunicación más influyentes de Polonia. En sus últimas intervenciones ha advertido a los polacos, a través de sus numerosos altavoces, que no se fíen de los refugiados, “que nunca se sabe con ellos”.
“Debería estar en la estación ayudando en la estación de tren”, le responde Robert Piaskowski, quien representa al ala más progresista de Polonia, defensora del derecho al aborto -prohibido en este país-, de los derechos de las personas LGTBIQ+, y de las refugiadas, también de las que llegaron procedentes de Afganistán, Iraq o Irán por la ruta Bielorrusia. Y, sin embargo, esta guerra también le ha hecho reafirmarse en su afinidad atlantista: “Entrar en la OTAN ha sido una de las decisiones más importantes para nuestra independencia y nuestra seguridad. Y aun así, tenemos esa sensación de ser parte del escenario de enfrentamiento”.
En una encuesta de Polskie Radio publicada el 20 de febrero, un 59% de los encuestados se mostraba a favor de que en una hipotética invasión rusa la OTAN defendiese a Ucrania. Quince días después de que se hiciera realidad, el apoyo parece ser mucho mayor.
“Hay que entender la mentalidad soviética para aceptar que las sanciones no van a lograr que los oligarcas rusos le retiren el apoyo a Putin. Se pueden morir de hambre, pero no se van a rendir porque precisamente lo que ha conseguido Putin es restablecer el orgullo que sintieron que habían perdido con la disolución de la URSS”, explica el diplomático de Oriente Próximo.
Algo en lo que disiente el exembajador Piecklo. “Los oligarcas rusos son postcomunistas, no conservan esa mentalidad. Muchos de ellos compraron hace años su nacionalidad en Italia, España o Suiza y así consiguieron también la protección de sus emporios. Otros, están intentando llevar sus fortunas a los países del Golfo. Son increíblemente ricos, sus hijos han estudiado en Harvard, Cambridge, Stanford; han disfrutado de los mayores privilegios y ahora pueden perderlo todo”, explica quien confía en que Putin pueda ser depuesto desde el propio Kremlin. “La mejor solución sería que Putin fuese retirado por su propia gente, eso abriría un nuevo capítulo para las negociaciones”, concluye con preocupación.
“Me preocupa cuánto puede mantenerse en el tiempo esta ola de solidaridad y cuánto tiempo van a tardar en calar los mensajes del partido de ultraderecha Konfederacja de por qué los refugiados pueden utilizar los baños, los servicios médicos o los trenes gratuitamente”, recuerda Robert Piaskowski, el concejal de Cultura, antes de añadir: “Ese partido que, además, tiene grandes lazos con Putin”.
Mientras, en las estaciones de trenes, en los aeropuertos, en los parques, en los museos, en la Óppera, en el metro… mujeres cargando con niños llorosos, cansados, asustados a los que solo les atiende el pueblo.