“Mañana, 14 de octubre, nos escapamos”. Así lo anotó el oficial soviético Alexander Pechersky en su diario y así fue. El 14 de octubre de 1943, las personas prisioneras en el campo de exterminio de Sobibór, al este de Polonia, consiguieron amotinarse con éxito contra los guardias de las SS; 300 de ellas consiguieron escapar y un centenar esquivó la persecución posterior. De este centenar, la mayoría se unió a la lucha partisana que combatía a los nazis en el país. El levantamiento de Sobibór, fue uno de los pocos disturbios que existieron en los campos de exterminio nazis y en la actualidad sigue siendo un hecho muy desconocido.
70 años después, se celebró en los terrenos donde se ubicaba el campo, un acto y una ofrenda para conmemorar el exitoso levantamiento y para recordar las más de 240.000 personas, la gran mayoría judías, asesinadas en el campo por las SS y sus agentes. En el acto oficial participaron políticos de varios países, centenares de jóvenes provenientes de Polonia, Alemania e Israel, y tres supervivientes de Sobibór, los polacos residentes a los EE.UU. e implicados en el levantamiento, Philip Biaowicz y Thomas Blatt, y el neerlandés, Jules Schlevis.
Al acto, sin embargo, no asistió ninguna delegación alemana. Los ciudadanos alemanes que fueron lo hicieron a título individual, no recibieron ninguna ayuda y se pagaron el viaje de su propio bolsillo. El Auswärtiges Amt, el Ministerio de Asuntos exteriores alemán, rechazó participar en la construcción de un memorial a las víctimas. Cornelia Pieper, miembro del partido liberal FDP y secretaria de Estado del ministerio, declaró en un programa de la televisión pública ARD que, dado que no hubo ninguna víctima alemana en el campo, Alemania no tenía porque participar en la construcción del monumento. Más allá del hecho de que Alemania fue el responsable de la construcción del campo, el traslado de los prisioneros y su asesinato, Pieper mintió al público, puesto que en las cámaras de gas Sobibór fueron asesinados 10.000 judíos alemanes que habían huido hacia los Países Bajos, con la llegada y consolidación de Hitler, y que fueron deportados al este polaco.
Según el confidencial German-Foreign-Policy, la negativa de Alemania obedece principalmente a motivos económicos. El gobierno saliente de Merkel alega también que ya ha destinado dinero suficiente para la conservación y cuidado de los monumentos del antiguo campo de Sobibór. Aun así, un grupo de jóvenes alemanes venidos de Alemania recordaron con pancartas los judíos alemanes que murieron a Sobibór, como por ejemplo Gertrud Poppert alias ‘Luka’ o Lothar Gold, poniendo de nuevo, de manifiesto, las mentiras y la doble moral del gobierno alemán.
La mayor fuga de presos de un campo de concentración nazi
En el campo de exterminio de Sobibór tuvo lugar la mayor fuga de presos judíos de un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. La acción fue organizada por Alexander Pechersky (prisionero de guerra soviético judío) y León Feldhendler (prisionero polaco judío). La jornada se inició con una incursión de Stanislaw Szmajzner a la armería de las SS donde consiguió rifles y hachas. La revuelta empezó bajo la lluvia de balas de una ametralladora fija de las SS, cuando los prisioneros empujaron una de las puertas del campo con alambrada de espino y al caer, se escaparon en dirección al bosque.
La fuga y las escaramuzas se saldaron con unos doce miembros de las SS muertos y centenares de prisioneros muertos. De las 300 personas que consiguieron escapar, la mayoría se unió a la resistencia dedicándose a hacer sabotajes y a combatir en la retaguardia del frente ruso. Otros trataron de esconderse de las tropas alemanas nazis. Como consecuencia de la revuelta, el jefe de las SS, Heinrich Himmler, ordenó que fuera cerrado el campo destruyendo los edificios, labrando la tierra y plantando árboles.
El juicio más grande de la Alemania de posguerra
Dos décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, con las bonanzas de Pla Marshall y con la indiferencia de buena parte de la población, Frankfurt am Main fue el escenario de un gran juicio mediático, el de más envergadura en la Alemania de posguerra: el llamado proceso de Auschwitz en Frankfurt. El 1963, se inició el proceso contra antiguos oficiales de la SS, responsables entre 1940 y 1945 de varios servicios del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, el más grande del Tercero Reich. Por otra parte, el año 1965, la población de Hayan fue el escenario del juicio a doce miembros del personal de las SS, de perfil bajo, en el campo de Sobibór. Entre las personas condenadas estaba el comandante Karl Frenzel.
El último gran juicio en Alemania por los crímenes del nazismo -dada ya la avanzada edad de los supervivientes y de los perpetradores- fue el proceso de John Demjanjuk en Munich, el 2009, por complicidad en el asesinato de 27.900 judíos a Sobibór, donde ejerció de guardia voluntario de las SS. La principal prueba inculpatoria fue la hoja de servicios número 1.393, según la cual Demjanjuk prestó servicio en el campo de Sobibor entre marzo y septiembre de 1943, hasta que el campo fue desmantelado.
Después de un proceso de dieciocho meses, la justicia alemana sentenció a Demjanjuk -que hasta entonces residía en Cleveland, en los EEUU, desde donde fue extraditado el mayo de 2009 a petición de Alemania- a cinco años de prisión por formar parte del entramado nazi que controlaba el campo. A pesar de la condena, Demjanjuk quedó en libertad, después de que su familia lo pidiera, “considerando los dos años que ya había pasado en prisión preventiva, por razones de salud y para no existir peligro de fuga”. Demjanjuk, murió en marzo de 2012 en Bad Feilnbach, en un geriátrico bávaro, a la edad de 91 años “como hombre libre”.
[Artículo publicado en La Directa y escrito con Àngel Ferrero]