Una llamada del presidente estadounidense, Joe Biden, detuvo los planes de Benjamin Netanyahu de responder inmediatamente al ataque lanzado por Irán en la madrugada del sábado al domingo 14 de abril. El primer ministro israelí, presionado por el ala ultra de su gobierno, estaba dispuesto a devolver el golpe y comenzar una escalada bélica en la zona. Sin embargo, el lanzamiento de más de 300 drones y misiles por parte de Teherán, un acto calificado como «una verdadera declaración de guerra» por el presidente israelí, Isaac Herzog, apenas causó daños materiales y ninguna baja mortal, por lo que la Casa Blanca llamó a la contención y aseguró a Netanyahu que no le apoyará en sus planes de contraataque.
Irán atacó Israel como una forma de represalia por el bombardeo del consulado iraní en Damasco del pasado 1 de abril. En él murieron siete miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica. Teherán se da por satisfecho con la respuesta del pasado fin de semana y su embajador ante la ONU, Saeed Iravan, aseguró que su país «no tiene intención de empezar una guerra con Estados Unidos en la región».
Biden considera que el despliegue defensivo de Israel constituye en sí mismo una demostración de fuerza y, de alguna manera, puede considerarse una victoria. Así se lo hizo saber a Netayanhu, según contaron colaboradores del presidente al medio digital Axios. «Tienes una victoria. Tómala», le dijo a su homólogo israelí.
Numerosos analistas han señalado que la estrategia de Israel es expandir el conflicto bélico por todo Oriente Próximo para alejar los focos de la invasión de Gaza, una incursión esta última que ha sido calificada como «genocidio» por la relatora especial de las Naciones Unidas para los territorios palestinos, Francesca Albanese. Su secretario general, António Guterres, se sumó a los muchos llamamientos a la contención que se están multiplicando desde cancillerías de todo el mundo. «Es hora de dar un paso atrás», recomendó Guterres. «Es vital evitar cualquier acción que pueda conducir a enfrentamientos militares en múltiples frentes en Oriente Próximo», añadió.
Diversos frentes
Esos frentes, aunque no están oficialmente abiertos, ya están delimitados sobre el tablero. Israel afirma que su invasión de Gaza tiene como único objetivo destruir Hamás. La enorme cantidad de bajas civiles, así como su política de impedir la ayuda humanitaria, parecen indicar otra cosa. Según el balance publicado hoy por las autoridades palestinas, esta operación ya se ha cobrado la vida de casi 33.800 personas. Otro de sus enemigos es la milicia chií de Hizbulá, con una gran implantación en Siria y Líbano y apoyada por Irán. Israel no ha tenido reparos a la hora de desplegar su fuerza militar en estos territorios extranjeros. Por otra parte, están los hutíes de Yemen, otro grupo enfrentado a Israel y, sobre todo, a su gran aliado en la región, Arabia Saudí, con quien mantiene una guerra abierta desde 2015.
La situación en Oriente Próximo es, por tanto, muy volátil, algo que Netanyahu quiere usar a su favor. Acosado por diversos escándalos de corrupción y con un ínfimo nivel de popularidad (según una encuesta del pasado mes de enero, sólo el 15% de los israelíes quieren que siga en su cargo), el primer ministro apuesta por una conflagración a gran escala para retener el poder. Pero el plan no está cumpliendo con sus expectativas. Tras el ataque de Irán, ni Estados Unidos ni la Unión Europea han salido a apoyarlo abiertamente. Ni siquiera las bolsas internacionales, tan sensibles a las variaciones en el precio del petróleo, han reaccionado hoy de forma negativa.
Así las cosas, Israel ha reunido a su gabinete de guerra para analizar la situación. Su respuesta al ataque iraní, al parecer, no será «inminente». Según el ministro de Defensa, Benny Gantz, su país se cobrará «un precio», pero lo hará «en el momento adecuado».