Política
Claves para no hacerle el juego a Vito Quiles en su gira por las universidades
Las profesoras Ana Valero, María Valvidares y Sonia Herrera, y el profesor Albert Lladó reflexionan sobre cómo afrontar la campaña emprendida por el agitador Vito Quiles. Coinciden en que prohibir sus actos podría ser contraproducente. "Lo que Quiles persigue es que no le dejen hablar porque sabe que tiene poco que aportar", argumenta Ana Valero.
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Cuando hace una semana el agitador de extrema derecha Vito Quiles anunció una gira por una decena de universidades españolas, resultaba evidente que quería replicar la estrategia que algunos miembros de la extrema derecha están llevando a cabo en Estados Unidos y Europa: buscar la confrontación con los sectores demócratas para conseguir visibilidad. Persiguen que las universidades prohíban sus actos para presentarse como víctimas y, a poder ser, que entre los estudiantes que se manifiesten en contra de su presencia haya quienes opten por la confrontación física con él o con sus partidarios.
La primera cita estaba convocada hoy jueves 16 en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) a mediodía. Desde el rectorado, le comunicaron que no podía dar la conferencia, para la cual no había solicitado autorización. Hubo enfrentamientos entre un centenar de los seguidores de Quiles, que había traído a su propio personal de seguridad, y un grupo que protestaba contra su presencia. Los Mossos intervinieron, el propagandista pronunció un breve discurso megáfono en mano y, finalmente, consiguió los titulares que buscaba.
Puesto que Quiles aún tiene previsto visitar una decena de universidades españolas -antes de ir a Argentina– hemos consultado a profesoras y profesores de distintas universidades españolas sobre cuál debe ser la respuesta cívica de la comunidad educativa ante esta estrategia global que busca la victimización, la ruptura de la convivencia y de los consensos sociales con el objetivo final de acabar con los sistemas democráticos liberales con pluralidad de ideas.
Ana Valero: «No deben prohibirse su discurso ni los actos que pretende realizar»
La profesora titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Castilla-La Mancha Ana Valero, especializada en libertad de expresión, sostiene que “aunque Vito Quiles no aporte nada al debate académico ni social, no debe impedirse ni prohibirse ni su mensaje ni su discurso ni los actos que pretende realizar” porque “la universidad es el lugar por excelencia para el debate académico y social” y, añade, de la pluralidad de ideas. Además, “prohibirlo conseguiría el efecto contrario: lo que Quiles persigue es que no le dejen hablar porque sabe que tiene poco que aportar. Y con la prohibición ratificaría su mensaje demagogo y falso. De hecho, en su tuit (en el que anunciaba la gira) dice que la libertad se encuentra amenazada en las universidades públicas y persigue la prohibición de sus actos para ratificar sus falsedades”.
Valero considera que se combate su discurso “dando herramientas a las y los estudiantes para que puedan identificar por sí mismos que el mensaje de Quiles no vale nada, que es mera desinformación, que es postverdad y que el fin último es la polarización y la manipulación”. De hecho, Valero, que imparte clases en la Facultad de Comunicación de Cuenca, explica que, como ya estaba muy preocupada por la infiltración en la universidad de las ideas ultraderechistas, en la asignatura que imparte sobre partidos políticos, ha pedido a sus estudiantes que lean tres ensayos sobre el auge de la extrema derecha en Europa. “Este tipo de herramientas les va a permitir que vayan a actos de Quiles para plantearles las preguntas adecuadas para desenmascarlo, para que se retrate. Creo que es un modo más ingenioso para evidenciar que el discurso de Vito Quiles en términos de debate público formado e informado es basura”.
Albert Lladó: «Conocen bien las técnicas que utilizan. No son payasos inofensivos, son gente peligrosa»
El escritor y profesor de Estudios Culturales en la Escola Massana y de Periodismo Literario en la UAB Albert Lladó comparte con Valero que “el papel de la universidad no es prohibir ni únicamente reaccionar”. De hecho, apunta, si se limita a reaccionar ante las provocaciones “será vista por parte de los jóvenes como una institución reaccionaria. La universidad aún puede aportar matiz, complejidad y concretos”.
Para ello, el autor de los ensayos Contra la actualidad y La mirada lúcida considera que hay que entender que “el populismo sabe hurgar en la herida”, por lo que tenemos que atender a “qué miedos y amenazas” activan con sus discursos y escuchar a quienes lo padecen. Y en este sentido alerta de los riesgos de “reírnos de según qué personajes” y recuerda que “conocen bien las técnicas que utilizan. No son payasos inofensivos. Son gente peligrosa. La caricatura del adversario solo provoca su crecimiento. Lo hemos visto con Trump”. Y como respuesta propone crear lugares de encuentro con “personas con nombres y apellidos, complejas, que no sean santos laicos, ni únicamente víctimas. Pero que nos ayuden a entender que esos ‘enemigos’ que señala el autoritarismo se parecen más a cada uno de nosotros de lo que pensamos”. Lladó pone como ejemplo el racismo, que “es difícil combatirlo únicamente con ideas generales. Una persona racista que se hace amiga de su peluquero o de su frutero (racializados) es una victoria. La empatía nace en lo cotidiano, no en macrocifras (que son necesarias contra los bulos, pero insuficientes para transformar percepciones tan interiorizadas)”.
María Valvidares: Hay que poner en evidencia «las contradicciones, las falacias y la manipulación del discurso»
Por su parte, María Valvidares, profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo, considera que “prohibir desde un punto de vista político no es inteligente, y jurídicamente también es muy problemático”. Sin embargo, sí que considera que, salvo que vaya como invitado por una asociación de estudiantes -en cuyo caso, sostiene, debe permitirse-, “la universidad no tiene que ceder el espacio para no facilitar discursos que en principio no son de promoción de los derechos”. Eso sí tiene encaje ya que una institución pública debe fomentar aquellos discursos que promueven los derechos y contrarrestar los que van en su contra”.
En cualquier caso, Valvidares cree que la mejor respuesta es “el debate de ideas: movilizar a la comunidad universitaria para que vaya al acto y que ponga en evidencia las contradicciones, las falacias y la manipulación del discurso, incluso preparándose antes los temas para desmontarlo con datos”. Otra propuesta de la constitucionalista es “organizar actos sobre esas temáticas con personas expertas. Pero sabiendo que muchas veces no tienen utilidad porque el público no siempre busca saber la verdad, debatir, atender a los hechos y obtener una respuesta científica, sino solo repetir las proclamas”.
Sonia Herrera: «Dimos por hecho que la razón se impondría por sí misma»
Por su parte, Sonia Herrera, profesora en los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y en el Departamento de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra, critica que “durante demasiado tiempo, desde las izquierdas, los movimientos sociales, las universidades, la escuela y, también, los medios de comunicación alternativos creímos que personajes como Vito Quiles, Alvise Pérez, Santiago Abascal o Sílvia Orriols se retrataban solos. No ha sido así. Han ocupado un espacio que dejamos vacío (en las redes sociales, sí, pero también en los bares, en las tertulias televisivas, en los grupos de Whatsapp de familias y vecinas), porque dimos por hecho que la razón se impondría por sí misma”.
Por ello, sostiene que no basta con tener la razón, sino que hay que comunicarla desde la razón, pero también la emoción. Para ello, cree que lo primero que hay que hacer es “devolver la esperanza a un alumnado que ha crecido en medio de crisis sucesivas (económica, climática, política, sanitaria, existencial: que si el volcán de La Palma, que si una pandemia global…)”. Y cree que la respuesta tiene que ser en todos los ámbitos: “Debemos volver al ABC de los derechos humanos, a las bases de la convivencia, a las genealogías de los movimientos sociales y de las resistencias que han construido las libertades y los derechos que hoy vemos tambalearse”.
Pero, sobre todo, tener claro cuál es el objetivo de estas acciones de los radicales ultras: “provocar, fracturar la convivencia, romper consensos, intimidar y victimizarse para ganar visibilidad y legitimidad. Frente a eso, necesitamos responder con rigor, sin individualismos y con una pedagogía democrática activa, que no solo se quede en lo teórico, sino que toque calle”, argumenta Herrera.
La extrema derecha, u otra, hablando de ellos bien o mal, es lo quieren, protagonismo.