Esta entrevista forma parte del dossier de #LaMarea96 y fue realizada antes de que la banda anunciase su despedida. Puedes conseguir la revista completa aquí.
“Jo tinc set de vida, no de fama”, cantaba Toni Sánchez, más conocido como Panxo, en Estiu, la primera canción de Zoo. Nueve años más tarde, este grupo, que nació en un local de Gandia (València), ha llevado su ritmo y sus letras comprometidas con la cultura y la diversidad a todo el Estado. En diciembre de 2022 hicieron vibrar a 15.000 personas en el WiZink Center de Madrid. Un año más tarde, terminaron el tour de Llepolies, su último disco, en Canarias.
Habéis tocado por todo el Estado español durante estos nueve años. ¿Rompéis con el mito de la barrera lingüística?
Nuestro caso ha sido paradigmático. Somos uno de los pocos grupos que cantando en una lengua cooficial ha conseguido penetrar mucho en territorios de habla castellana. Esto nos ha dado mucha vidilla, porque nos permite no estar siempre en el mismo ámbito geográfico, y nos ha aportado mucho más público y experiencias.
Tiene mérito, con el poco apoyo institucional y de los medios de comunicación que teníais en vuestros inicios.
Sí. Catalunya tiene una industria de la música en catalán más potente, sobre todo con las radios y la televisión. Pero cuando empezamos, en el País Valencià ya había una red muy potente de música en directo en valenciano. Sí que es cierto que institucionalmente estaba muy ninguneada, pero se había hecho un trabajo muy bueno. Ibas a las fiestas de un pueblo y ya era muy probable que hubiera música en valenciano. Esa escena se construyó sin ningún apoyo institucional. Cuando empezamos ya habían cerrado la televisión pública valenciana, pero los conciertos sí que funcionaban. Los últimos años han sido positivos, hemos crecido mucho y ahora… bueno, ya veremos, porque vienen curvas.
Después de las elecciones municipales y autonómicas manda el PP en casi todo el territorio valenciano, con pactos con Vox en muchos casos. ¿Teméis ser cancelados?
Ellos tienen su agenda cultural y ya la conocemos. Yo vivo en Gandia y aquí, en los años del PP, las contrataciones iban en la línea de Bertín Osborne, Arévalo y cosas así. Es muy previsible que no cuenten con los grupos que cantamos en valenciano y tampoco con grupos que tienen discursos mínimamente transformadores. Pero el pueblo ha elegido esto. Ahora toca batallar desde aquí y dar guerra para intentar recuperar lo que hemos perdido.
¿Cantar en valenciano todavía es un acto de resistencia?
Sí. Creo que hay mucha gente en el Estado español que piensa, a veces de manera inconsciente, que cuando uno habla valenciano lo hace para provocar o que es una falta de respeto. El otro día leí en Twitter un hilo de una persona gallega que decía que tiene una pareja de Sevilla, pero que en casa de su familia hablan gallego y mucha gente le respondía que esto era una falta de respeto. “¿Qué les cuesta hablar en castellano…?”, decían. Es un pensamiento que está muy extendido, incluso en parte de la izquierda. El idioma es una batalla muy complicada porque se da mucho en el día a día, cuando vas a una tienda o a la Administración a hacer una gestión… Existe la idea de que hablar tu lengua es una falta de respeto hacia la que nos dimos entre todos. Esto nos persigue de toda la vida.
¿Cuál ha sido vuestro mayor hito hasta ahora?
Actuar en el Palau Sant Jordi y en el WiZink Center ha sido como tocar techo. Honestamente, creo que será difícil para un grupo en valenciano hacer algo más grande. Durante nueve años hemos estado creciendo y ahora es complicado hacerlo más e ir, por ejemplo, a América Latina, aunque nos gustaría. Pero estamos muy contentos con lo que tenemos.
Nunca se sabe. Por poco vemos a Tanxugueiras en Eurovisión.
Lo que ha pasado con Tanxugueiras es para alegrarse. Demuestra que se pueden romper las barreras y que hay mucha gente en el Estado que es más tolerante y abierta de lo que a veces pensamos.
Vuestras letras son muy reivindicativas. ¿Qué tenéis en mente para el próximo disco?
En el arte y en la estética está el fondo y la forma. Aquello que nos preocupa siempre estará reflejado en nuestra obra porque forma parte del mismo proceso creativo y porque venimos de una tradición musical que siempre ha estado ligada a expresar, plasmar y quejarse de las cosas que le duelen, sobre todo en el ámbito de la política. En la forma, a nivel estilístico, sí que tenemos ganas de probar otras cosas. Estamos enjogassats [con ganas de jugar], como decimos aquí. Tenemos tres discos con una línea continuista y creo que ahora el grupo se puede permitir experimentar un poco.
¿Temes a la autocensura a la hora de escribir?
Somos un grupo fácil de identificar ideológicamente, pero creo que nunca hemos hecho letras que nos puedan llevar ante un juez como Pablo Hasél o los compañeros de Los Chikos del Maíz. Lo digo por la mierda de sistema judicial que tenemos, no porque ninguna frase sea para llevarte ante un juez. Hemos jugado más con las metáforas, pero nunca sabes cómo pueden ir las cosas. Durante el franquismo había canciones muy sutiles que igualmente estaban perseguidas. Yo nunca me autocensuro, pero siempre te comes la cabeza.
¿El próximo disco también será autoproducido?
En nuestro estrato musical todos los discos son autoproducidos. Una discográfica se limita muchas veces a una tarea de distribución y comercial, pero no condiciona nada del proceso creativo. La libertad que nosotros conseguimos con la autoproducción es que no tenemos ninguna presión de fechas. El disco siempre lo hemos pagado nosotros y todo nace en nuestro local, como pasa con el resto de grupos parecidos al nuestro.