Portada de El fuego. ASTIBERRI
Deliberadamente críptico (aunque quizás sería mejor decir ‘simbólico’), El fuego está abierto a diferentes interpretaciones y lecturas. La obvia (bajo la que se ocultan un montón de reflexiones vitales, políticas y hasta filosóficas) habla de un meteorito que se acerca a la Tierra y que impactará con ella en cuestión de meses. La destrucción del planeta está asegurada. Antes de que eso ocurra, Alexander Yorba, un afamado arquitecto capaz de convertir «los sueños en realidades de cemento y cristal», es contratado para diseñar y construir un refugio en la Luna en el que la humanidad podrá salvarse y reiniciar la civilización desde cero. Aunque, en realidad, no sería desde cero: sólo las élites, con muchísimos ceros en sus cuentas corrientes, tendrían acomodo en la colonia lunar. Yorba, en un momento de lucidez trágica, renuncia a continuar con el proyecto. Renuncia, pues, a sus privilegios (otra lectura abierta a la polisemia), y no son pocos: «En un mundo que se desmorona, los arquitectos somos estrellas del rock», dice. Ese es el punto de partida de su paseo apocalíptico por un mundo condenado.
Fernando de Felipe , uno de los gurús del cómics español en los años ochenta y voz autorizada en la materia, dice en el epílogo del álbum que El fuego es «una auténtica obra maestra». Compara su desesperación con el cine de Lars von Trier y Andréi Tarkovski . Se muestra conmovido por la intensidad arrasadora del relato. Pueden parecer palabras grandilocuentes dedicadas a un amigo pero se ajustan perfectamente a la realidad. El fuego es una barbaridad.
Todo arde
Cuenta Rubín que esta historia llevaba diez años creciendo en su cabeza. Puede parecer otra exageración… hasta que se abre el libro. Ha logrado un equilibrio narrativo perfecto que huye de la crítica fácil a un sistema económico demencial . Está ahí, claro, y en todo momento, pero no en primer término. También muestra los estragos del cambio climático (Ámsterdam, por ejemplo, es una ciudad funcional aunque completamente submarina por culpa del deshielo de los polos), pero como telón de fondo a la tragedia del protagonista. Y ésta no es únicamente personal; Yorba es un epítome de todos los males del mundo moderno: los sentimentales, los psicológicos, los familiares, los laborales… Asimismo, el fuego que llueve sobre la Tierra es metafórico sólo en parte: los fenómenos meteorológicos extremos están efectivamente abrasando el mundo de punta a punta , de la misma forma que, políticamente hablando, arde la sociedad (la digital y la real) ante cualquier debate.
Rubín ha depurado de forma exquisita esa impugnación furiosa del neoliberalismo que era Gran Hotel Abismo , el cómic que firmó junto a Marcos Prior y que equivaldría a una continuación del ¡Indignaos! de Stéphane Hessel que bien podría llevar por título el más explícito de ¡Arrancadles la cabeza! En aquél los escudos de la policía antidisturbios llevaban publicidad de Paypal; en El fuego los rascacielos que emergen de las aguas lucen los logos de las grandes empresas tecnológicas , desde Google a TikTok. Cada viñeta deslumbra, en el fondo como en la forma.
Porque más allá del mensaje, que es de una densidad aplastante, visualmente hay recursos narrativos geniales. El autor consigue, por ejemplo, dar movimiento a los personajes dentro de un fondo fijo, convirtiendo así un paseo por Roma en una especie de travelling cinematográfico. Y ése es sólo uno de los muchos impactos artísticos que recibe el ojo cuando abre el cómic. Se entiende que tardara diez años en darle forma. El fuego de Rubín es, desde cualquier punto de vista y más allá de los premios, una obra inabarcable .