Se acabó. Ha sido la gota que ha colmado el vaso. Ver a asambleístas, entrenadores y trabajadores de la Federación aplaudir y arropar al jefe de la manada. Asistir a cómo una jauría de hombres y unas muy pocas mujeres blindaban al patrón, asentían con fruición cuando le escuchaban responsabilizar a la víctima, se ponían en pie ante las acusaciones a “las falsas feministas” de “destrozar las vidas de las personas”, de poner en peligro el rumbo que estaba adoptando este país.
El machismo más rancio se había reunido para teatralizar un acto ejemplarizante contra las mujeres para que no nos atrevamos a denunciar un abuso de poder, una agresión sexual, cualquier forma de violencia de género. Los recaderos de la plana mayor del negocio del fútbol se desplazaron hasta Madrid para poner pie en pared ante la ola feminista que llevaba cinco días avanzando y que amenazaba con cambiarlo todo.
La Real Federación de Fútbol de España arrebataba así el liderazgo a Vox de la reacción machista y retransmitía en directo su decálogo: señalamiento y responsabilización de la agresión a la agredida, identificación del agresor como la víctima, insinuaciones sobre la estrecha relación entre ambos, criminalización y desacreditación de las feministas, instrumentalización de mujeres de su familia y entorno, alianza con otros hombres presuntamente damnificados también por las mujeres (malvadas, por supuesto)…
Y para que quedase claro, Rubiales señaló una por una a las destinatarias de esta declaración de guerra: Jennifer Hermoso, por haber osado levantarle la voz al amo; las feministas, cuyo trabajo de siglos ha conseguido, en cinco días, dejar claro a la prensa y a las instituciones públicas que no íbamos a consentir ni una violencia impune más contra las mujeres; el Gobierno, su vicepresidenta y ministras que han exigido responsabilidades y su dimisión; y, finalmente, a los medios y periodistas que en estos días se han manifestado en contra del machismo y de la misoginia.
La Federación ha desafiado así a los pilares de un Estado democrático –sociedad civil, representación institucional y medios de comunicación– y la espita que ha desatado la rebelión no han sido las múltiples investigaciones judiciales que arrastra por cuestiones como la venta de la Supercopa a Arabia Saudí.
Ciento cuarenta asambleístas, solo seis de ellos mujeres, se han reunido en una impresionante puesta en escena para decirnos a cada una de nosotras que cuando nos infravaloren, abusen, violenten o agredan, no se nos ocurra alzar la voz, denunciarlo, señalar al victimario. Jennifer Hermoso era el chivo expiatorio al que pretendían sacrificar a la vista de todos, pero su objetivo somos toda una sociedad que avanza en igualdad, en derechos y por tanto, en dignidad, en civismo, en libertad. Exactamente lo contrario que hoy ellos han reivindicado: ellos, «los campeones» del Mundial de fútbol femenino, como les ha bramado Rubiales desde el estrado, porque el «plural masculino en España incluye tanto a mujeres como a hombres», porque «no nos acomplejemos y sigamos utilizando campeones», les ha conminado. Ni Santiago Abascal ha mostrado públicamente tanto odio contra el lenguaje inclusivo. La ultraderecha hoy sabía bien dónde estaba su palco.
Así es como la Federación ha convertido su asamblea extraordinaria en un acto de agresión contra la lucha y los derechos de las mujeres. Por eso, cada argumento del señor Rubiales y cada aplauso de sus palmeros han sido una forma de ensañamiento con la discriminación y abusos que la mayoría de las mujeres sufrimos desde la infancia por eso, por haber nacido mujeres; por eso, cada vez que Rubiales repetía que estaba sufriendo una “ejecución social”, que estaban intentando “asesinarle socialmente”, que estaba siendo perseguido por una “cacería”, resultaba inevitable buscar alguna muestra de rechazo entre los asistentes. Pero eran hienas recibiendo atentas las órdenes de su amo, esperando poder volver a sus territorios, repartidos por todo el país, para reproducir este aviso a navegantes en sus equipos, entre sus trabajadoras, en sus medios afines.
Pocas veces un acto tan devastador resulta, a su vez, tan elocuente y transparente: la asamblea de la Federación ha sido la puesta de largo de la reacción machista que lleva más de una década organizándose a fuego lento. Igual que la victoria del Mundial tenía tanto que ver con la igualdad como con el fútbol, igual que el “pico” que le propinó Rubiales a Hermoso no tenía nada que ver con un beso y todo con el abuso de poder y la violencia de género, esta asamblea que tenía como fin blindar el negocio del fútbol a los machos alfa se ha convertido en una demostración de fuerza de quienes nos quieren sumisas y calladas. Ellos son el sistema. Rubiales es solo su pelele. Ahora toca indagar en los nombres de quiénes le auparon y de quiénes le han mantenido en la cúspide: siguiendo esa senda del dinero encontraremos también a quiénes financian a las organizaciones y partidos involucionistas y antifeministas. El verdadero sistema que se resiste a perder el poder. La verdadera manada. Saben que su tiempo pasó. Pero morirán matando.
Solo lo que vino después nos podía sacar de nuestra estupefacción. El comunicado de las campeonas del Mundial junto con otras jugadoras arropando a Hermoso y anunciando que no volverán a jugar en la selección hasta que cambie la directiva. Y el posterior, de la misma Hermoso, desmintiendo las declaraciones de Rubiales, rechazando cualquier tipo de consentimiento, denunciando las fuertes presiones que ha sufrido para negar lo ocurrido y una frase tan sencilla como profunda: “Sencillamente, no fui respetada”.
Estos días de debate público nos han permitido atisbar la ingente cantidad de defensores de la estulticia que hay en todos los espacios de poder, pero también asistir a una clase magistral de lucha feminista obrera gracias a las futbolistas de la selección.
Las ganadoras del Mundial nos han dado muchas lecciones. Una fundamental es que al patriarcado se le combate unidas y en todos los terrenos de juego, incluida la huelga, los sindicatos, los medios y los juzgados. Pero, sobre todo, tenemos que agradecerle habernos envalentonado a todas para comenzar un MeToo que tiene que atravesar todas las profesiones y ámbitos de la sociedad. Ha llegado el momento. Y ha sido posible gracias a ellas, a las mujeres que nos hicieron vencer el miedo, a las que dijeron Se acabó, a las Sin Miedo.