Guatemala se suma a la lista de gobiernos progresistas de América Latina

El progresista Bernardo Arévalo pondrá fin a una década de gobiernos de derechas en Guatemala. Anoche, su partido, Movimiento Semilla, se impuso en las elecciones presidenciales a la candidatura encabezada por Sandra Torres. Arévalo, un candidato surgido casi por sorpresa, ha conseguido aglutinar los deseos de cambio de una sociedad muy desencantada con la política. El último gobierno del conservador Alejandro Giammattei, envuelto en numerosas sospechas de corrupción, supuso un retroceso democrático para el país. Varios medios fueron cerrados durante su mandato, comprometiendo seriamente la libertad de prensa, y durante la primera vuelta de estas elecciones los jueces llegaron a suspender a varios candidatos que amenazaban a las élites gobernantes. 

Bernardo Arévalo, de 64 años, es hijo de Juan José Arévalo, presidente de Guatemala entre 1945 y 1951. Él nació en Uruguay, durante el exilio de su padre, que salió del país en 1954 tras el golpe de Estado (el primero de los muchos que Estados Unidos impulsaría en América Latina) que desalojó del poder a Jacobo Arbenz. El hoy presidente electo de Guatemala se ha distinguido por ser un decidido activista contra la corrupción que azota al país centroamericano.

Entre 1995 y 1996 fue embajador de Guatemala en España, aunque ha desarrollado su vida profesional en el ámbito académico, donde ha estudiado las relaciones entre el poder civil y el militar. Cuando empezó la carrera electoral, las encuestas no le auguraban un buen resultado, ya que lo situaban en la séptima posición en una oferta de 25 candidatos. El segundo puesto que logró en la primera vuelta, por detrás de la ex primera dama Sandra Torres, fue toda una sorpresa y desencadenó una campaña muy sucia, con todo tipo de acusaciones, descalificaciones y amenazas. La Fiscalía incluso intentó anular la candidatura del Movimiento Semilla, sin llegar a conseguirlo.

El recorrido político de Sandra Torres ha sido singular. Viuda del expresidente Álvaro Colom, era la tercera vez que se presentaba a las elecciones. Siempre estuvo vinculada a la socialdemocracia, pero se ha ido moviendo poco a poco hacia la derecha hasta acabar siendo considerada la sucesora natural de Giammattei. Venció efectivamente en la primera vuelta, pero la sombra de los Arévalo (la histórica del padre y la actual del hijo) es alargada y, temerosa de caer derrotada, sembró entonces la duda sobre el recuento de los votos. Como todas las derechas del continente, en su campaña ha contado con el apoyo de las congregaciones evangélicas del país.

De momento, el temor por que estas elecciones fueran impugnadas o puestas en tela de juicio (como ocurrió tras las derrotas de Trump en Estados Unidos y de Bolsonaro en Brasil) ha quedado despejado después de la felicitación que Giammattei ha enviado al vencedor a través de su cuenta de Twitter:

Arévalo, que se ha impuesto en las urnas gracias al voto urbano, tendrá que hacer frente a retos muy importantes en su gobierno. El primero de todos es cumplir con su palabra y limpiar las instituciones del Estado de la corrupción que las aflige desde hace años. Después tendrá que desplegar un ambicioso abanico de políticas sociales para paliar una pobreza que afecta a amplios sectores de la población, para reactivar el empleo y para impulsar la sanidad y la educación públicas en Guatemala. Tomará posesión de su cargo en enero de 2024.