La filtración de documentos clasificados del Pentágono añade tensión internacional a un conflicto en el que se juega una posible escalada que conduzca, en el peor de los escenarios, a la Tercera Guerra Mundial. Desde que a principios de abril saltaran a los medios hasta 300 papeles relacionados con la estrategia defensiva de Ucrania, la posición de los servicios de inteligencia estadounidenses respecto a Rusia, la presencia de tropas de la OTAN en terreno ucraniano o el presunto espionaje de Estados Unidos a países aliados como Corea del Sur, Egipto o Israel, los datos no han parado de emerger en una cadena imparable de noticias que comprometen al bloque occidental, apoyo de Kiev.
El presunto autor de la mayor revelación de secretos militares de Washington desde el escándalo de Wikileaks, que destapó violaciones de derechos humanos en Irak y Afganistán hace más de una década, es Jack Teixeira, un hombre de 21 años, técnico informático de la Guardia Nacional Aérea que será juzgado según la Ley de Espionaje por dos cargos de retención y transmisión de información clasificada, cada uno de los cuales podría conllevar penas de hasta 10 años de cárcel. Si bien el motivo no parece girar en torno a la denuncia política, como fue el caso de Wikileaks, lo cierto es que la difusión de estos documentos, que aparecieron primeramente en la red social para amantes de los videojuegos Discord, y luego se compartieron en otros foros digitales públicos, es extremadamente grave, a pesar de que Biden ha matizado su preocupación al afirmar, durante su reciente visita a Irlanda, que no es consciente de que haya nada que implique “grandes consecuencias”. La veracidad de los papeles filtrados ha sido corroborada por The New York Times, aunque el medio afirma que algunos han podido ser manipulados.
Pero, ¿qué cuentan exactamente estos documentos? Según la investigación realizada por el diario británico The Guardian, la inteligencia de Estados Unidos habría cuestionado el pasado febrero la posibilidad de que Ucrania recuperase el territorio invadido por Rusia en una contraofensiva esta primavera, con el país al mando de Zelenski en riesgo de quedarse sin munición y misiles antiaéreos en algún momento del mes de mayo, de lo que se infiere la imposibilidad de ganar la contienda a la potencia nuclear.
Otras revelaciones sugieren un gran conocimiento norteamericano de la estrategia militar rusa; presiones de Estados Unidos a Corea del Sur para que envíe armas a Kiev, pese a que la nación asiática ha reiterado su histórica posición de no suministrar armamento a países en guerra; o fuertes críticas a António Guterres, secretario general de la ONU, por sus esfuerzos para garantizar la exportación de cereal ucraniano con el objetivo de evitar una crisis alimentaria global, a lo cual un representante de la organización ha respondido que su obligación es “mitigar el impacto de la guerra en los más pobres del mundo”.
Por otra parte, la filtración apunta a un acuerdo entre China y Rusia, por el cual Pekín se habría comprometido a enviar armas en secreto a Putin, justificándolo como respuesta al apoyo armamentístico que Kiev obtiene del bloque afín a Estados Unidos. No obstante, el ministro de exteriores chino, Qin Gang, ha negado esta información.
Tal vez la revelación más inquietante sea el despliegue de tropas de la OTAN en suelo ucraniano. De acuerdo con los documentos filtrados, entre febrero y marzo de este año hasta 97 miembros de “fuerzas especiales” de la Alianza Atlántica estaban activos en Ucrania, siendo 50 de ellos británicos, 14 estadounidenses y 15 franceses, aunque no se especifica si las tropas siguen presentes o con qué finalidad fueron destinadas. Esto supondría cruzar una línea roja en el conflicto y desmentiría las reiteradas declaraciones de Biden en las que ha asegurado que no enviaría soldados a la patria de Zelenski.
Tibia reacción de la prensa
A pesar del peso político de este hecho, la reacción de los medios tanto occidentales como rusos ha sido bastante tibia. En Reino Unido, el gobierno se ha limitado a señalar el “serio nivel de inexactitud” relativo a la noticia; por su parte, desde el Kremlin han destacado que ya sabían de la “participación” de instructores de la OTAN en las hostilidades, y han expresado sus dudas sobre la legitimidad de los papeles. Más detalles ha aportado el canal alemán DW News, donde subrayaban que el número de tropas es “absolutamente insignificante”, no están desplegadas en el frente y probablemente sólo se encuentren asistiendo en labores de entrenamiento al ejército de Kiev, por lo que la comunidad internacional no debería sorprenderse.
La reacción ha sido similar en la prensa norteamericana, donde ABC News ha enfatizado el rol puramente asistencial de una pequeña unidad militar de Estados Unidos en Kiev. En España, la secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales Ione Belarra se hizo eco de los hechos –que tildó de “preocupantes”– a través de un análisis aparecido en Público, que fue posteriormente comentado en profundidad en un programa de La Base.
Sea como fuere, y al contrario de lo que ocurriera con la presunta autoría estadounidense de la voladura de los gasoductos contada por Seymour Hersh basándose en una sola fuente anónima, todo parece indicar que nos hallamos, esta vez, frente a documentos cuya veracidad ha sido ratificada, de alta envergadura a la hora de reconducir los devenires de la guerra, con un gran potencial para desestabilizar narrativas oficiales y activar la capacidad crítica de la ciudadanía.