¿Quién voló los gasoductos Nord Stream 1 y 2? A día de hoy, es imposible atribuir la autoría de este episodio que terminó con la destrucción casi total de una infraestructura energética clave para Europa. Quizá nunca lo sepamos, pero desde ahora contamos con un ingrediente más en el rompecabezas geopolítico que podría marcar el juego de alianzas en torno a la guerra en Ucrania. Me refiero a la investigación del reputado periodista norteamericano ganador del premio Pulitzer Seymour Hersh, quien, en un artículo publicado en su página web, afirma que fue Estados Unidos, con ayuda de Noruega, el país que impulsó las detonaciones que volvieron inservibles unos gasoductos planificados para surtir de combustible ruso a la industria europea.
Este hecho, que ha sido tachado de “falso” por portavoces de la Casa Blanca y de la CIA, según cita el propio Hersh, se habría producido en dos fases: durante la primera, ocurrida el pasado junio, unos buzos de la Marina habrían aprovechado unos ejercicios militares de la OTAN en el mar Báltico para colocar los explosivos; durante la segunda fase, en septiembre y por orden de Joe Biden, se habrían detonado con el lanzamiento de una boya sonar, rompiendo tres de los cuatro conductos que componen la infraestructura. La reacción de Rusia no ha tardado en llegar, y desde el Kremlin han pedido iniciar una investigación internacional y castigar a los culpables, según reporta la agencia Reuters.
Varios factores pesan sobre un acto que fue calificado de “sabotaje” por la práctica totalidad de la comunidad internacional. Por una parte, se acusa a Hersh de haber basado su relato en el testimonio de una sola fuente anónima. Por otra, el periodista menciona las declaraciones de varios altos cargos de la política estadounidense que, meses antes de la voladura, expresaron la necesidad de acabar con los gasoductos si Rusia invadía Ucrania.
Así lo dijo Victoria Nuland, la subsecretaria de estado para política exterior en enero de 2022, y el mismo Biden. Las palabras exactas del presidente norteamericano, pronunciadas días después en una rueda de prensa días junto al canciller alemán Olaf Scholz, fueron: “Si Rusia invade Ucrania […] no habrá Nord Stream 2. Le pondremos fin”; cuando una periodista insistió en cómo lo haría, pues el gasoducto se encontraba bajo el control de Alemania, Biden reiteró: “Te prometo que seremos capaces de hacerlo”.
Otras personalidades estadounidenses citadas asimismo por Hersh son el secretario de estado Anthony Blinken, que juzgó de “tremenda oportunidad eliminar la dependencia [europea] de la energía rusa”, y el senador republicano Ted Cruz, a quien se puede escuchar preguntarle a Blinken en esta sesión de confirmación al puesto su grado de compromiso para no permitir que se terminara el Nord Stream 2, completado entonces al 95% y bloqueado debido a sanciones legislativas de EE.UU.
EE.UU. lidera las exportaciones de gas natural licuado
Si bien las anteriores afirmaciones no prueban la autoría del sabotaje, sí que se puede deducir una disposición muy clara de Washington a quebrar los vínculos energéticos entre Putin y Europa, ante las reticencias de Alemania, enfatizadas por Cruz. Además, es significativo que Estados Unidos se haya convertido en apenas seis años en el mayor exportador de gas natural licuado del mundo, yendo a parar una mayoría de ese gas a puertos europeos por un precio muy superior al gas ruso, lo cual ha sido motivo de reproche por parte de líderes como el mandatario francés Emmanuel Macron, entre otros.
Cabe añadir, junto a las ganancias de la industria gasística en EE.UU., el gran coste que supuso construir esa infraestructura parcialmente inutilizada ya antes de su destrucción, pues el segundo gasoducto nunca se llegó a abrir. Como informó Climática: “La inversión en los Nord Stream compartida entre Gazprom [rusa] y empresas europeas se calcula en 18.500 millones de dólares”. La gravedad del asunto apunta a lo prioritario de esclarecer lo que Hersh ha denominado “un acto de guerra” y es susceptible de aumentar las tensiones entre países aliados. En este sentido, The Times ha recalcado que ya existen investigaciones en curso de la mano de Dinamarca y Suecia, y que Alemania se ha mostrado abierta “a teorías de que un estado occidental llevó a cabo la detonación con el objetivo de culpar a Rusia”.
Por último, llama la atención el vacío informativo en torno al artículo de Hersh que se ha producido en Estados Unidos. Si varios medios se han hecho eco en Europa, como France 24 horas, el citado periódico británico The Times, brevemente el canal alemán DW, y algunos periódicos y radios españoles, en la nación acusada de perpetrar el ataque no se han podido encontrar referencias exceptuando Fox News –se han consultado específicamente las siguientes fuentes durante la mañana del viernes día 10 de febrero: The New York Times, The Washington Post, CNBC, CNN, y NPR –. Vale notar que ese silencio ha sido instrumentalizado por Tucker Carlson, el presentador de la Fox, cadena conocida por su orientación abiertamente de derechas y sus simpatías a Trump: “nos estamos convirtiendo en Corea del Norte”, ha bromeado respecto a la censura mediática, para después asegurar la veracidad de la investigación de Hersh, debido a los “muchos detalles” que contiene, y la debilidad de las alianzas occidentales frente a Putin, pues, si “Estados Unidos se ha cargado la economía europea, no veo cómo la OTAN puede permanecer unida”.
Sea como fuere, lo que no parece admitir contestación es la opacidad que predomina alrededor de una agresión muy seria a la infraestructura energética de países soberanos en un momento de confrontación bélica que podría rediseñar el mapa de la hegemonía mundial mientras se aniquilan miles de vidas. Como señalaba la periodista experta en Derechos Humanos Olga Rodríguez: “No está de más reflexionar sobre qué margen de espacio se está dejando a la ciudadanía para que desarrolle análisis y pensamiento propio”. Una de las amenazas a tener en cuenta sería así a la capacidad crítica para discernir qué ha ocurrido, quién es responsable y cuáles son las consecuencias.