Más allá de los muchos memes que generó en febrero el estallido de la guerra civil que enfrentó a los estados mayores de Génova y Sol, la crisis del PP es demasiado buena noticia para Vox como para ser una noticia siquiera ventajosa para el PSOE, pues en lo que coinciden todos los observadores es en que la extrema derecha que lidera Santiago Abascal será la principal beneficiaria de aquella división del PP en las próximas elecciones .
Y esas próximas elecciones van a ser las andaluzas, aún sin fecha. Aunque el presidente Moreno puede apurar la legislatura hasta finales de noviembre si lo estima conveniente para los intereses del Partido Popular, el discurso oficial no cesará de proclamar que la fecha electoral se decidirá en función de lo que sea mejor para Andalucía. Nadie cree esas proclamas, comunes a todos los gobiernos, pero nadie tampoco suele reprochárselas a los presidentes, tan dados a tratar a sus electores como si fueran niños, sin sospechar que no pocas veces son los electores quienes los perciben a ellos como infantes egocéntricos y malcriados convencidos, los pobres, de que nadie se da cuenta de lo muy egocéntricos y malcriados que son.
Cuando se redacta este texto, Vox aún no ha hecho oficial quién encabezará su cartel electoral, aunque Macarena Olona lleva meses calentando en la banda y se da por seguro que será ella quien salte al terreno de juego electoral con el encargo de Abascal de convertirse, como mínimo, en vicepresidenta de un gobierno presidido por Juan Manuel Moreno Bonilla. Olona tiene en su contra que asusta lo bastante al electorado de izquierdas como para despertarlo de su modorra y arrastrarlo hasta las urnas, pero tiene a favor su perfil de candidata desafiante, provocadora y con ese verbo descarnado y un punto pendenciero que tanto entusiasma al votante de extrema derecha.
En los cuarteles de invierno de la formación ultra tienen buenos motivos para albergar esperanzas de dar una verdadera campanada en las autonómicas andaluzas : una campanada quizá no tan grande como ponerse por delante del PP, pero sí lo bastante como para que este pueda, sin un alto coste, negarle su entrada por la puerta grande al palacio de San Telmo.
Juanma Moreno y Pablo Casado. MARCELO DEL POZO / REUTERS
Una encuesta sobre Andalucía publicada en febrero por la web Electomanía –referida ciertamente a generales y no a autonómicas pero que daba pistas sugerentes– hacía este pronóstico: de celebrarse legislativas, Vox se haría con la primera plaza, con 22 diputados al Congreso, frente a los 19 que lograría el Partido Socialista, los 14 del Partido Popular y los 6 de Unidas Podemos.
No es una proyección disparatada ni inverosímil si se recuerdan los resultados andaluces de las últimas legislativas , celebradas el 10 de noviembre de 2019: Vox sacó entonces en España un 15,2% de los votos, que en Andalucía llegó al 20,61%, a solo 7.200 papeletas del PP (20,78%). En Almería rozó el 27% de los votos, solo tres puntos menos que el PSOE y uno más que el PP. En Huelva y Sevilla, quedó en segunda posición; y en el resto de provincias, en tercera pero con el aliento rozando la nuca del PP.
Recuérdese que apenas seis meses antes, el 28 de abril, la cosecha andaluza de los de Abascal había sido muy inferior a la del 10-N: 6 escaños y el 13,4%. Y el año anterior, en las andaluzas de diciembre de 2018, Vox sumó casi un 11% de los votos y 12 escaños.
Desde aquella primera campanada, el partido no ha hecho más que crecer. El 10-N, en Castilla y León Vox sumó un 16,8% de los votos al Congreso, frente al 12,3% conseguido el 28 de abril de ese mismo 2019. Y en las autonómicas castellanoleonesas del 13 de febrero de este año logró un 17,64%, casi el triple del escuálido 5,5% conseguido en las autonómicas de mayo de 2019, celebradas cinco meses después de que en Andalucía Vox hubiera irrumpido con una fuerza que ninguna encuesta previó.
Es decir, en la serie histórica los resultados de Vox en Castilla y León, aun siendo buenos, siempre fueron bastante peores que los cosechados en Andalucía: no es descabellado, pues, presagiar que en las andaluzas de este año Macarena Olona mejore significativamente ese 17,64% obtenido por su compañero Juan García-Gallardo en las Cortes de Valladolid .
A Juan Manuel Moreno no le faltan argumentos para sentirse inquieto. Cuando la oposición de izquierdas le pregunta una y otra vez si está dispuesto a gobernar con Vox, el presidente no contesta. Es cierto que Moreno preferiría seguir gobernando con el siempre dócil Juan Marín –un vicepresidente de la Junta que lidera C’s pero al que resulta imposible de diferenciar de los consejeros del PP– pero no se atreve a cerrarle la puerta a Vox.
El perfil de político moderado que, pese al sostén parlamentario de Vox, Moreno viene labrándose desde su sorpresivo aterrizaje en San Telmo en enero de 2019, saltaría por los aires si se viera forzado a dar entrada a la ultraderecha en su gobierno. El fino trabajo de ebanistería pacientemente realizado por los artesanos de palacio, labrando en madera noble la efigie de un Moreno templado, apacible y transversal, sería el primer objeto del mobiliario de San Telmo que Macarena Olona arrojaría al fuego.