“El PP tiene alguna esperanza de vida con Casado, ninguna con las ‘asisinas’ [Cospedal y Santamaría]. La última oportunidad del PP no pasa por elegir a Soraya […], sino a Casado”. “Espero que [Pablo Casado] sea el próximo líder. Y espero y confío porque es el único candidato que ha defendido los principios y valores del partido, que desgraciadamente en los últimos años teníamos olvidados”.
Las dos primeras frases son del comunicador Federico Jiménez Losantos. La dos últimas, de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre. Para la derecha más recalcitrante, Pablo Casado era, en 2018, “el único candidato” posible para liderar el Partido Popular, “la última oportunidad” de que el PP siguiese siendo el partido hegemónico de la derecha. Y estos apoyos mediáticos y políticos sirvieron al diputado abulense para ganar las primeras primarias que se celebraron en la formación conservadora, superando a Soraya Sáenz de Santamaría, a María Dolores de Cospedal, a José Manuel García-Margallo, a José Ramón García-Hernández y a Elio Cabanes.
La derecha más ultraconservadora dentro del PP apoyó a Casado para romper con el legado de Mariano Rajoy (Sáenz de Santamaría, De Cospedal y García-Margallo habían pertenecido a su gobierno como ministros). Era un político joven y relativamente conocido (García-Hernández y Cabanes eran cargos desconocidos) al que podían manejar para llevar al partido hacia posiciones más escoradas a la derecha.
Casado les devolvió el favor y apostó personalmente por dos personas para el nuevo PP: Isabel Díaz Ayuso para la presidencia de la Comunidad de Madrid y Cayetana Álvarez de Toledo para la portavocía del partido en el Congreso de los Diputados. Dos cargos del ala dura del partido para contentar a los neocon capitaneados por Aguirre y Losantos que pretenden llevar al PP hacia la ultraderecha no para competir con Vox, sino para fusionarlos ideológicamente. Y dos cargos que finalmente le han llevado hasta la dimisión.
Casado ha dicho adiós a la presidencia del Partido Popular acorralado por miembros de su propia formación, desde barones hasta diputados que fueron alentados por voces externas: “Pido perdón por haberle apoyado alguna vez. En general, tengo olfato para la gente. Pocos chascos en mi vida me he llevado como con este sujeto que se hace llamar Pablo Casado y, a lo mejor resulta que también eso es falso”. “Casado debe dimitir. Teo iba diciendo que acabaría con Ayuso”.
Nuevamente, el primer entrecomillado sale de la boca de Federico Jiménez Losantos, y el segundo, de Esperanza Aguirre. En esta nueva batalla, ambos han apoyado al bando más ultra de los dos que peleaban y, otra vez, han ganado. Otra vez. Habrá que ver cómo reciben el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, si éste acaba por consumarse, y si a él no le aplicarán también el apelativo de “maricomplejines”.
El viraje (eterno) del PP al centro será una farsa mientras el sector más reaccionario del partido siga controlando la opinión publicada, que ya se encargará de tapar cualquier sospecha de corrupción. Su único objetivo es radicalizar las posiciones de esta formación y cambiarán de opinión cada tres años y medio, como han hecho ahora, defenestrando a quienes ellos mismos auparon. Dejarán por el camino a quien haga falta hasta conseguir su fin.
Ayuso les servirá hasta que ellos consideren que les sirve, hasta que llegue un candidato todavía más escorado a la derecha, hasta que ella decida dejar de rendirles cuentas porque tenga otras prioridades. Y ahí volverán a disculparse por haberla apoyado y vitorearán al que venga detrás y a la derecha.
El problema no es la corrupción
Desde que el pasado miércoles El Mundo y El Confidencial desvelasen que Génova 13 habría estado espiando a Isabel Díaz Ayuso a cuenta del famoso contrato por el que su hermano ha cobrado 55.000 euros*, ambas facciones del Partido Popular han pugnado por ganar el relato. La presidenta de la Comunidad de Madrid, apoyada en Miguel Ángel Rodríguez (MAR), ha tratado de vestirse de víctima de una operación presuntamente urdida por Casado y Egea para acabar con ella y evitar que está se haga con el control del partido en Madrid.
Por su parte, la cúpula nacional del PP ha intentado vender que, ante una posible corruptela en la CAM, ellos han querido investigar la información que habían recibido con el objetivo de depurar responsabilidades. “No es ejemplar que un hermano cobre de un contrato adjudicado por mi gobierno. […] Es de un importe relevante como para pensar que ha habido tráfico de influencias”, denunció Casado en la Cope la semana pasada.
Y es posible que ambos relatos contengan alguna parte de realidad y que, a la vez, ninguno sea cierto. Porque la versión de Díaz Ayuso se derrumba desde el momento en el que no consigue explicar la enorme cantidad de dudas que surgen en torno al contrato de 1,5 millones de euros que, a dedo y de urgencia, su Gobierno le dio a un amigo y por el que su propio hermano se llevó una parte. Con la Fiscalía Anticorrupción pisándole los talones, por el momento ella parece la ganadora de la batalla gracias a la intercesión de Aguirre, Losantos y otros tantos como ellos.
Tampoco es creíble el relato de Casado y Egea, que tratan de erigirse en adalides de la limpieza y la ética. Porque si un día crees que puede haber habido tráfico de influencias por parte de la máxima dirigente de la Comunidad de Madrid, al día siguiente no puede servirte la explicación de un folio y medio donde Díaz Ayuso no aclara absolutamente nada. Porque si crees que hay un caso de corrupción, lo denuncias ante la Fiscalía y no te lo guardas. Y porque si pretendes hacer gala de la bandera de la ética y la estética, no mantienes como número 3 del PP al ya conocido Alberto Casero, al borde de la imputación por parte del Tribunal Supremo por presunta prevaricación mientras era alcalde de Trujillo (Cáceres).
Un partido limpio tampoco habría necesitado adelantar las elecciones en Castilla y León para anticiparse a los fallos judiciales de los diferentes casos de corrupción en los que está implicado el PP de dicha comunidad, entre ellos el que investiga las primarias ganadas por el Alfonso Fernández Mañueco gracias a las “donaciones altruistas” que permitieron a los afiliados morosos votar a su favor. Y, finalmente, un partido pulcro no se mantiene en una sede pagada con dinero negro cuyo líder prometió vender para marcar distancias con la etapa negra.
Por eso ninguno de los dos relatos son verdaderos, porque ni Díaz Ayuso gana por haber sido víctima ni Casado y Egea se marchan por haber intentado, infructuosamente, limpiar el partido. Ambos casos se producen porque las fuerzas mediáticas y políticas que influyen en el PP así lo han decidido. Y detrás han ido quienes harán lo imposible por aferrarse al cargo y cuyo único objetivo es permanecer, no importa si para ello hay que soplar y sorber a la vez o abandonar y aplaudir al mismo tiempo a quien te puso en el lugar en el que estás.
*El pasado jueves 24 de febrero, la Comunidad de Madrid reconoció en una nota enviada a algunos medios, que el hermano de la presidenta había cobrado 283.000 euros de la empresa de su amigo durante el año 2020, aunque no ha detallado los conceptos de los pagos
