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Yolanda Díaz y los bolcheviques “Agile”

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Yolanda Díaz y los bolcheviques “Agile”

El politólogo Gonzalo Caro escribe sobre las dos versiones del discurso en torno a la figura de Yolanda Díaz

La vicepresidenta Yolanda Díaz en una rueda de prensa. LA MONCLOA / Licencia CC BY-NC-ND 2.0
Gonzalo Caro
27 diciembre 2021 Una lectura de 5 minutos
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Hace poco más de un mes, Elyzabeth Duval escribía en Público un interesante artículo titulado Formaciones y frentes: dos almas, dos voces. Entre otras cuestiones, señalaba el interesante fenómeno que se está dando desde muchos lugares del espacio político que se puede sentir interpelado por el incipiente proyecto que encarna Yolanda Díaz. Duval apunta, con buen tino, que determinadas manifestaciones de apoyo al proyecto de la vicepresidenta son intentos enmascarados de moldear ese proyecto de acuerdo a los intereses o visión propios de quien lo profiere. Una interesante paradoja es que artículos de opinión y análisis como el suyo, o este mismo, también lo son.

Comparto con Duval que es llamativo ver cómo ciertos actores se han posicionado ante la iniciativa de Díaz: por un lado, ciertas adhesiones que ni siquiera han sido solicitadas a un proyecto que aparentemente está completamente por definir y por otro lado ciertas suspicacias en un tono abrupto y defensivo a una amenaza hoy inexistente. Las distintas reacciones al proyecto de Díaz se construyen alrededor de dos presuposiciones que no son necesariamente ciertas.

La primera que las organizaciones políticas que tienen un ideario transformador y emancipatorio están abocadas a competir de manera irremediable por unos recursos cada vez más escasos. Esto supondría que, a medio plazo, la desaparición de alguna de estas organizaciones es inevitable y por tanto es necesario prepararse para una guerra todos contra todos para sobrevivir al invierno. Daría para escribir un artículo, casi psicoanalítico, el historial interminable de rupturas que ha vivido un sector del progresismo de este país con la tradición comunista y postcomunista y viceversa. Hablo de los conflictos vividos en el PCE e Izquierda Unida y también en Comisiones Obreras, pero también de los que se han producido dentro de Podemos en su corta pero intensa vida y que no tienen nada que envidiar a sus compañeras decanas. 

Probablemente estas experiencias ofrezcan motivos muy poderosos para desear tener un proyecto político propio que no exponga a volver a compartir viaje con quien tanto dolor provocó. No obstante, este dolor no es en modo alguno un hecho objetivo que demuestre que la cooperación no es posible, o que es mejor ir separados porque “se suma más electoralmente”. Considero que no se ha hecho un análisis riguroso y sistemático de los motivos que han llevado al declive de votos experimentado por el conjunto de las fuerzas que formaron parte del llamado “bloque del cambio” desde las elecciones generales de 2015. Creo que achacar ese descenso a una supuesta incompatibilidad de los electorados es, en el mejor de los casos, un análisis incompleto elaborado solo con el fin de legitimar ese deseo de no volver a ver ni en pintura a los excompañeros de viaje.

La segunda es la presuposición opuesta, y consiste en que el proyecto de Yolanda Díaz representa una nave espacial en la que nos todo el mundo puede subir y que llevará a sus pasajeros de nuevo a las tierras del triunfo. Quienes sostienen esta presuposición, generalmente solo son capaces de explicar el triunfo en términos de supervivencia de determinadas burocracias, pero no en términos políticos. Tampoco tienen muy claro cuál es la aportación que pueden hacer para que el viaje sea un éxito, tan solo que es necesario subirse lo más rápido posible y tomar posiciones, no sea que en la nave yolandista haya asientos de primera y de cuarta, o peor todavía, que no haya sitio para todo el mundo. Como nos han enseñado todas las películas de catástrofes, una avalancha que intente subirse de manera desordenada  a esa nave espacial la hará hacer volcar antes de que despegue dejando a todos sus potenciales pasajeros en tierra precipitando a mayor velocidad y con más fuerza la tragedia. 

Sería una falacia pretender que, si una de estas proposiciones es falsa, la otra es cierta. De hecho, enmascararía el verdadero dilema que las organizaciones políticas deben afrontar y que ya se encontraba planteado por Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte y es: ¿De qué manera los partidos aportan valor a las clases y grupos sociales que pretenden representar u organizar? Como Marxista, para mí, la pregunta tiene una respuesta fácil: la única forma de aportar valor es mediante el trabajo. No obstante, no creo que todo trabajo aporte valor si no está acompañado de una planificación eficaz que establezca metas y objetivos claros. Y esto nos lleva a otra pregunta: 

¿Cómo planificar en un entorno que es constantemente volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA, por sus siglas en inglés)? Las organizaciones que quieran sobrevivir a este nuevo ciclo político van a tener que aprender a planificar su trabajo de otra manera y esto significa: conocer claramente las necesidades y deseos de sus públicos objetivos, diseñar soluciones efectivas para ellos, evaluar de manera sistemática si realmente estas soluciones están siendo satisfactorias y ser capaces de reorientar la acción de manera rápida si detectan que no lo están siendo o que se está produciendo un cambio en el contexto.

Cuando el otro día en Twitter, relacioné esta idea con la situación vivida durante la Revolución de Octubre de 1917, alguien ironizó con que los Bolcheviques usaban “Agile”. Para quien no sepa lo que es “Agile”, es una filosofía de organización del trabajo, y concretamente del desarrollo de proyectos, con una implantación cada vez mayor en los sistemas de producción privados, muy particularmente en el mundo del desarrollo del software. Quizás en vez de ironizar tanto, no nos vendría mal recordar que Lenin estudió con mucho interés el trabajo de Taylor y que llegó a proponer una adaptación de su uso para la Unión Soviética, eso sí, orientada a los intereses de los trabajadores y trabajadoras.

Termino este artículo con una conclusión: déjense unos de prepararse para resistir una amenaza que probablemente no sea tal y dejen otros de pensar que Yolanda Díaz es la mesías que los va a salvar gracias a las muestras de fé que la profesen. En general, revisen sus prácticas de planificación y concentren su trabajo y recursos en aquello que satisface las necesidades de sus públicos objetivos, y entonces, ni será necesario prepararse para el invierno ni esperar el rescate de ninguna nave espacial.

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