Opinión | Pensamiento

Inconsciencia de clase

"La inconsciencia de clase consiste en cierto miedo a hablar de ciertas cosas, de cierta manera; en ciertos lugares a los que uno siente que no pertenece, aunque no tenga por qué no pertenecer; en cierta envidia no contante y sonantemente pecuniaria, sino de intangible capital simbólico", reflexiona el autor.

Comentarios
  1. Solo existe una clase: la raza humana multicolor.
    El capital no es malo, nadie enferma por tenerlo, pero sí que puede enfermar por no tenerlo; e incluso morir. El capitalismo no sería malo si el capital estuviera en las manos adecuadas; es malo porque por lo general son los malos los que atesoran el dinero; gente egoísta a la que el prójimo les importa un bledo. Personas engreídas éstas que no dudan en calificar como libertad lo que es a todas luces populismo y libertinaje. Pero no podrían manipular a las masas si los individuos que las conforman tuvieran interés en aprender a pensar, discernir y discriminar, la libertad verdadera por si mismos y sin ayuda de nadie. Pero son pocos los que aciertan a hacer eso. Piensan que gozar de todos los placeres imaginables es una buena vida. No se dan cuenta que hay placeres que matan; y deseos que convierten al hombre en un animal. La mesura, el equilibrio, la auto-contemplación, el auto-conocimiento, la auto-educación y el auto-control, todo eso solo importa a unos pocos. Las masas no saben, o no quieren saber, que conociéndote a ti mismo conoces al prójimo. Citan y citan, y no paran de citar a otros personajes, escritores famosos, científicos, etc., pero ellos no tienen opinión. Solo deseos insatisfechos, rencores, pensamientos de otros gravados en lo más profundo de sus ignorantes seres; así le va a la humanidad. Pero el progreso no es cosa de unos pocos, el verdadero progreso es cosa de muchos, de la mayoría, y eso nunca sucederá votando a la derecha franquista española. Casado está ávido de poder, la Ayuso se mira al espejo y tiene espasmos placenteros de propia vanidad, para ella el progreso es llenar los hospitales de curas. A Casado solo le faltan las pistolas y el caballo, las espuelas y la pradera sembrada de granjas enormes.

  2. Al principio creí que «la inconsciencia de clase» era la alienación clásica, pero no, el desarrollo del artículo muestra sencillamente la conciencia de clase de mi generación, tal cual.

  3. Tenemos al espía en la mano: el móvil.
    Ni tu madre te conoce mejor que el algoritmo.
    La tecnología devalúa al ser humano. Lo domestica.
    Yuval Harari, filósofo.

  4. «Somos una sociedad que ha abdicado de su libertad.
    El caso de las nuevas tecnologías es muy claro. No somos capaces de controlar el uso de dispositivos a través de los cuales pueden saberlo todo sobre nosotros. Se trata de una nueva forma de autoridad difusa; nos marca qué desear, qué amar, qué temer. Y lo más grave es que se trata de una renuncia consciente, amamos esas rejas invisibles, besamos sus barrotes». (Romeo Castellucci).
    Hace muchos años, e inspirado por la locura colectiva que llevó a uno de los pueblos más cultos y sofisticados del planeta a abrazar los postulados de Hitler, Erich Fromm escribió un libro en el que argumentaba que tenemos un miedo atávico a ser libres y a expresar nuestras opiniones. Porque es mucho más fácil y menos riesgoso plegarse a las creencias del momento, ya sea el delirio del nazismo o ese otro delirio, no tan criminal pero igualmente anulador del pensamiento libre, que es la corrección política. Por eso triunfa tantas veces la sinrazón. No porque la gente se haya vuelto loca o imbécil, sino porque no se atreve a decir lo que piensa, creyendo que el resto de la sociedad está de acuerdo con esos postulados absurdos que la mayoría acata sin cuestionar. Son los barrotes que, según Castellucci, estamos dispuestos a besar, puesto que la libertad, tanto de pensamiento como de acción, se paga cara.
    Según Erich Fromm se debe fomentar la responsabilidad individual, de modo que cada uno, en vez de abdicar su libertad en la sociedad, en políticos carismáticos o en plataformas que nos vuelven imbéciles, sepa elegir su propio camino. Arriesgarnos a salir del rebaño, porque solo entonces descubriremos que somos muchas, millones diría yo, las ovejas díscolas a las que no nos gusta comulgar con ruedas de molino y tragar verdades prefabricadas.
    (Miedo a la libertad – C. Posadas)

  5. «De tus parientes mayores heredaste, taladrada en el cerebro, la preocupación por el qué dirán, qué pensarán; el no te signifiques, sé prudente, viste repulido, habla fino (o sea, habla castellano), gánate la aprobación de los de arriba».
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    Que familiar me resulta esta herencia…A mí me la decían tal cual y aún más: me ponían como ejemplo a aquellos que habían sabido situarse (económicamente) en la vida. Supieron situarse porque eran personas «como dios manda».
    Mis padres eran buena gente, pero como la mayoría, estaban manipulados por el sistema y tenían miedo de salirse de sus reglas, del que dirán…
    Eran tiempos que sobre todo en los pueblos mandaba el cura, la guardia civil y el alcalde fascista.
    En este país había miedo, el miedo de los vencidos, y sigue habiéndolo.
    (El propio conde Ciano, embajador de la Italia fascista en nuestro país, se mostraba asombrado, en telegramas diplomáticos conocidos, de que más de un año después de vencer la guerra el régimen de Franco siguiera fusilando a decenas de personas todos los días).
    En este desdichado país se juntó el franquismo, que aún pervive con muy buena salud – y pervivirá mientras no se haga Verdad y Justicia- y por si no fuera bastante, se nos vino encima la madre de todas las dictaduras, la dictadura del capital, imponiendo como necesidad, la codicia, lo vanal, lo superficial, vaciando los cerebros y las conciencias de sabiduría, valores, sencillez, cooperación, armonía.
    Hay zoquetes que han estudiado mucho y sabios que no han ido a la escuela.
    Hombre: «Conócete, acéptate, supérate». El autoconocimiento y las experiencias vividas (los años) aportan sabiduría y seguridad en uno mismo.
    Con frecuencia oyes decir: «si tuviera 30 años pero con lo que sé hoy».

  6. Qué sinvergüenzas los señoritos de hace un siglo. Pagando para librarse de matar, por una tierra que no les pertenecía, a gente que no conocían.

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