«Combinamos el éxito económico de la compañía con el desarrollo sostenible, lo que nos exige tomar decisiones basadas no sólo en criterios financieros, sino también sociales y medioambientales «, se puede leer en la web de El Grupo Fuertes , el holding empresarial propietario de El Pozo y Cefusa . Tras entrar en una de sus gigantescas explotaciones, lo que asegura haber encontrado Greenpeace poco se parece a lo que la compañía afirma en su web.
A compañados del fotógrafo Pedro Armestre, activistas de la organización accedieron a la Finca Dehesa del Rey, en el municipio de Castilléjar, en Granada , propiedad de esta compañía y donde se crían 651.000 lechones cada año. «L o que vimos fue abandono, suciedad y una situación realmente terrible y horrible que no esperábamos», explica Luis Ferreirim, responsable de la campaña de Agricultura de la organización ecologista. En esta entrevista, reflexiona sobre el modelo ganadero industrial.
¿Qué se encontraron exactamente dentro de la granja de Cefusa?
Identificamos la macrogranja más contaminante del sector porcino en lo que se refiere a emisiones de amoniaco y de metano y por eso entramos, para mostrársela a las personas y para que sepan qué es la ganadería industrial; no solo desde los efectos ambientales, sino también que pudiesen ver lo que hay dentro.
La verdad es que la sorpresa fue tremenda. Esperábamos ver animales hacinados, que es lo que suele pasar, pero pensábamos que al ser de Cefusa, del Grupo Fuerte, y suministradora de esa marca tan conocida como es El Pozo, lo que nos íbamos a encontrar eran unas condiciones algo razonables. Pero lo que vimos fue abandono, suciedad y una situación realmente terrible y horrible que no esperábamos.
Esta situación la hemos denunciado y le hemos pedido a la Junta de Andalucía que haga una inspección completa e inmediata a esa explotación y también a otras. Porque como consecuencia de este crecimiento desmesurado es también un crecimiento descontrolado: no hay medios para controlar todo lo que está ocurriendo.
¿Esta situación es propia de esta granja o si entramos en otra nos encontraríamos con algo parecido?
Nosotros creemos que esto es la norma de lo que ocurre. Porque si el Grupo Fuertes y una marca como El Pozo tiene sus instalaciones en esas condiciones, es posible que esta sea la regla. Pensemos que la ganadería industrial se asienta en tres pilares: producir mucho, producir rápido y producir barato. Y para eso importan muy poco las consecuencias y las condiciones que se deriven de esto, tanto para los animales, principalmente, pero también para las poblaciones rurales que están ya denunciando los problemas que no imaginaban que iban a sufrir.
¿Cuáles son los principales números de la ganadería industrial en España?
Uno de los números más impactantes es el de animales sacrificados al año: en el 2020, se han sacrificado casi 910 millones de animales, más de 1.700 cada minuto. España se ha convertido en el principal productor de cerdo en Europa, y ya está entre los más grandes del mundo.
Otros datos muy importantes: según registros oficiales, cerca del 80% de las explotaciones de porcino en España ya son intensivas. Estamos hablando de que, a través de los datos recabados por Greenpeace en algunas comunidades autónomas, en Catalunya, que ha sido pionera en la ganadería industrial, cerca del 99,9% es ya intensivo y el 100% de las aves de corral, también. Incluso en otros sectores a los que todavía no ha llegado la industrialización de manera tan clara, ya se ve también esa tendencia: hablamos del ovino o del caprino, que no para de crecer.
Imágenes tomadas en el interior de la macrogranja de Cefusa, en Granada. PEDRO ARMESTRE / GREENPEACE
Si miramos la producción ganadera, casi el 66% de toda la carne producida en España es de cerdo. El censo de cerdos, por ejemplo, ha aumentado un 21% en España en los últimos 5 años. O sea, que pese al rechazo social y a los problemas ambientales, la ganadería intensiva sigue incrementando la cantidad de animales.
Luego, podríamos hablar de otros números relacionados con los impactos ambientales. Según las últimas cifras oficiales del inventario de gases de efecto invernadero del Ministerio para la Transición Ecológica, casi todos los sectores han disminuido sus emisiones como consecuencia de la pandemia. En el sector agrícola, sin embargo, las emisiones han aumentado, en particular debido al sector ganadero. Otro dato importante son las emisiones de amoniaco, menos conocido pero con efectos ambientales y para la salud humana: el 94% del amoniaco viene producido por la ganadería industrial, por el porcino y por las aves de corral.
Finalmente, otro grave problema es la contaminación del agua. Según datos de la Comisión Europea, el 81% de las aportaciones de nitrógeno a las aguas está provocada por la ganadería en toda Europa. En España, también.
¿Qué implica para los animales este modelo intensivo?
El principal problema es el hacinamiento. Esto acaba provocando también que España sea la campeona en la utilización de antibióticos, algo que tiene relación con otro problema grave al que contribuye la ganadería industrial que es el aumento de la resistencia de las bacterias. Al final, todo es consecuencia de este hacinamiento, porque los animales no pueden llevar a cabo sus comportamientos naturales. Son máquinas de producir, es una explotación tremenda.
En lamarea.com, en colaboración con la organización Lighthouse Reports y elDiario.es, hemos documentado la responsabilidad de la ganadería porcina industrial en el desastre del Mar Menor , algo que el Gobierno de la Región de Murcia niega. ¿Cree que la ganadería industrial no tiene nada que ver en el ecocidio?
Por supuesto que la tiene. El porcino y la ganadería industrial en general tiene una responsabilidad también en el problema del Mar Menor. El Mar Menor es la punta del iceberg que demuestra que el actual modelo de agricultura y ganadería nos están llevando al borde del precipicio. En el Mar Menor se ha enfocado el problema en la agricultura industrial porque es lo más visible y porque posiblemente sea la principal culpable, pero no podemos quitar responsabilidad a ese sector que también está en crecimiento.
Imágenes tomadas en el interior de la macrogranja de Cefusa, en Granada. PEDRO ARMESTRE / GREENPEACE
Desde Greenpeace consideramos que ya es hora de que la industria saque su cabeza de la arena y asuma las responsabilidades y ponga en marcha medidas para evitar que esto siga ocurriendo.
En Murcia tiene su sede una de las principales empresas del país, el Grupo Fuertes, propietario de El Pozo, del que hablaba antes. ¿Cuál es el poder de estas grandes compañías en los territorios en los que operan?
El poder que tienen es inmenso. Estamos hablando de que la industria cárnica es el cuarto sector económico de España, y esto le da un poder grandísimo. Lo que estamos viendo es que este crecimiento exponencial de la ganadería industrial desde los años 70 es consecuencia de la apuesta fuerte de este tipo de grupos empresariales. Basta con ver su cuenta de resultados: dentro de la industria alimentaria, El Pozo Alimentación es quien más beneficios económicos tiene gracias a una actividad tan destructiva y tan perjudicial para los animales, personas y para el medio ambiente.
Desde la industria aseguran que este modelo ganadero ayuda a evitar la despoblación. ¿Es así?
Es mentira. Es un mito que la industria utiliza, principalmente la del porcino, porque en su expansión necesita zonas prácticamente despobladas, con poca resistencia social, para levantar sus proyectos. Basta ver los datos que demuestran que no hay esa relación entre granjas y aumento de población, como un informe muy importante de Ecologistas en Acción que se ha publicado hace muy poco .
Desde Greenpeace también hemos hecho un estudio que se llama Macrogranjas: veneno para la España rural y donde analizamos el caso de Extremadura. Hemos constatado que en el 91% de los municipios donde aumentaba el número de animales, disminuía la población. Es una clara evidencia de que la ganadería industrial es una falsa solución para el despoblamiento rural.
En la COP26, 103 países se han comprometido a reducir las emisiones de metano en un 30% antes del año 2030 , un gas que se emite en estas explotaciones debido a los estiércoles. ¿Es necesario reducir el número de granjas para poder conseguir este tipo de objetivos?
Este compromiso es sin duda un paso adelante, pero hay que concretar qué se va a hacer. En él se pasa muy por encima del tema de la agricultura y de la ganadería y lo que hay que hacer, como dicen, es menos blablabla y más acciones. En España, el sector ganadero es el principal responsable de las emisiones de metano y, por eso, no es suficiente con las medidas que se están poniendo sobre la mesa.
Siempre se habla de soluciones tecnológicas o de cambios de pienso y eso podrá reducir un poquito estas emisiones, pero la única solución real es una frenada en seco en todos los proyectos actuales: que no se den autorización para nuevas explotaciones, ni siquiera aquellas que ya están en trámite, ni tampoco para ampliaciones.
Medicamentos en el interior de la granja de Cefusa, en Granada. PEDRO ARMESTRE / GREENPEACE
Pero la realidad es que este objetivo solo se va a conseguir mediante una reducción en el número de animales: un 50% de la cabaña ganadera para 2030. El modelo no puede seguir como hasta ahora.
Esto no se puede conseguir mañana y por eso pedimos desde Greenpeace un plan estratégico de ganadería a nivel estatal. Hoy en día no se tiene una visión global del impacto, sino que se autoriza cada proyecto de manera independiente. Todo esta transición se tiene que hacer de forma justa con los ganaderos, teniendo en consideración a las personas que han apostado por este modelo a las que hay que apoyar en el cambio.
¿Hay interés político por cambiar algo?
Creo que cada vez hay más conciencia. Nos siguen faltando medidas potentes para frenar este fenómeno tan destructivo, pero saben que hay que poner soluciones. Todavía no estamos viendo medidas contundentes y valientes que permitan avanzar en esta transición.
Desde el Ministerio de Agricultura se ha puesto en marcha ahora un Real Decreto para la ordenación del vacuno y, por primera vez, se pone una limitación en el tamaño de las explotaciones que es más o menos razonable. Desde Greenpeace, vamos a presentar alegaciones para que sea más ambicioso, pero es un avance, ya que antes se permitía todo.
Ante la actual situación esto no es suficiente y por eso solicitamos una moratoria a la ganadería intensiva.