Opinión

Botellón, ni horror ni liberación (pero sí dedo que señala)

"Privatizar el ocio es buen negocio para los gestores dedicados al saqueo de lo común", escribe Ignacio Pato sobre el botellón

Comentarios
  1. El problema del botellón son los desechos. No otra cosa más grave a mi entender. Si se hacen en verano, junto a los ríos o en el campo, las botellas, los vasos de plásticos, las bolsas y un sinfín de basuras queda allí. Nadie irá a recogerlas. En las ciudades, al menos se recogen esos desechos al día siguiente por el servicio de limpiezas. Pero en esto, el botellón no es diferente a lo que pasa con el turismo de masas en la naturaleza. Si se hace cualquier ruta de montaña se observa que está llena de desechos que nadie recogerá.
    Otra cosa es la cultura del alcohol y las drogas. Pero en esto el botellón es mejor que las antiguas rutas de bakalao, que implicaban el uso de coches y el riesgo de accidentes. La noche, en general, es territorio de oscuridad y esta favorece la transgresión y el incivismo. Con todo, la cultura del ocio comercializado y controlado por cuatro mafias no es la solución. Como decía una vieja canción: «salir por la noche, no quedéis es casa». Esa es la máxima, porque las casas son cuchitriles en muchos casos, con relaciones familiares imposibles y con jóvenes que tienen que jugar a ser adolescentes eternos porque no pueden establecer su propio proyecto de vida. Es lo que hay: el botellón es una válvula de escape de la ratonera. Un pequeño atisbo de libertad. Al fin y al cabo, la playa, el río o el bosque se llenará de mierda humana tarde o temprano. Bueno, eso si quedan bosques en el futuro o si queda futuro en los bosques. Who knows!

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