Carla Berrocal (1983) reside en Roma, donde desarrolla un proyecto artístico en la Real Academia de España. Hablamos con ella el viernes 13 de marzo, horas después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciara que este sábado se declara el estado de alarma en España.
¿Cómo reaccionaste la semana pasada al conocer las primeras medidas drásticas para contener la expansión del coronavirus en Italia?
Hace una semana todo esto del coronavirus me sonaba muy exagerado. Pensaba cómo se está poniendo la gente por un constipado que tampoco es para tanto, además me sonaba muy lejano porque estaba todo pasando en el norte. La cosa empezaba a cambiar cuando vi que cerraban los museos y galerías, y te empieza a afectar a tu cotidianeidad: a cancelar el gimnasio, las clases de esgrima, y sigues preguntándote por qué están haciendo todo ese show por este constipado.
Y luego empiezas a caer en la cuenta que el constipado tiene una serie de consecuencias, la más importante de ellas es el colapso de la sanidad. Pero en ese momento no eres consciente porque lo que te jode es que te quiten las clases y no entiendes por qué. Y no eres capaz de asimilar que sea tan importante una cosa así.
Cuando se decreta que no se puede viajar al norte de Italia, empiezas a pensar que la cosa se está poniendo seria. Pero que no te pille cerca como que no le das tanta importancia. Pero cuando se decreta que toda Italia se aísla fue un momento de mucha tensión para mí porque conllevaba aislamiento, la incertidumbre… Son horas en las que no entiendes qué está pasando, la gente entra un poco en histeria, hay mucha tensión en el ambiente. Recuerdo que la cara de la gente estaba distinta, estaban muy tensas, mantenían las distancias… Fueron momentos complicados en el sentido de no saber lo que va a pasar y que no tienes ni posibilidad de controlar la situación me generó mucha tensión e histeria. Y creo que es absolutamente normal haberse sentido así.
¿Cómo ha sido tu evolución durante la primera semana de cuarentena?
Las cosas se fueron complicando según pasaban las horas. La noticia de la prohibición de los vuelos entre España e Italia hace que te plantees cuánto tiempo vas a estar así. Piensas en tu familia, en tus amigos, en la gente que te importa… Y en esa incertidumbre que no te permite hacer nada con tu vida, no tienes poder ninguno sobre tu vida. Mantienes conversaciones que en ningún momento pensabas que fueras a mantener.
Me venía muchísimo a la cabeza todas las películas que hemos visto sobre la II Guerra Mundial. Recuerdo a un compañero de la academia irse velozmente al aeropuerto a las dos de la mañana porque salía un vuelo a las seis porque habían decretado que iban a prohibir los vuelos… Y me sentía un poco como en Casablanca, en películas de huida.
Lo ponía en Twitter un poco de broma. Me veía en algún momento teniendo que cruzar los Alpes vestida de Sor María en Sonrisas y Lágrimas… Es una cosa muy extraña. El caso es que mentalmente es como una especie de montaña rusa. En cualquier momento te puedes echar a llorar, perder los nervios, pegada al teléfono porque son horas difíciles… Me recuerdo muy nerviosa y con la sensación de que el tiempo ha pasado muy despacio. Por ejemplo, hoy no sabía que era viernes. La cuarentena te hace perder la sensación del tiempo.
El viernes, 13 de marzo, se oyó a vecinas y vecinos de Roma salir a cantar a los balcones, desde el himno de Italia hasta Azzurro. Grabaste un video desde tu ventana. ¿Cómo lo has vivido?
La verdad es que hoy ha pasado una cosa maravillosa. Han sido días muy difíciles y hoy por primera vez -bueno, por primera vez no, porque podemos salir siempre y cuando respetemos las circunstancias- he salido. Y se ven carteles de ‘todo irá bien’ que me llaman la atención. O por ejemplo había varias convocatorias. Por un lado, una cacerolada. Y, por otro, abrir la ventana y cantar canciones. La primera creo que era el himno de Italia. La segunda, Azzurro. Y la tercera no recuerdo muy bien cuál era. Hemos salido a las seis a la terraza y, bueno, creo que es una de las cosas más emocionantes que pasan aquí. Que, de repente, a pesar del aislamiento, a pesar de la cuarentena, de las horas que hemos pasado todos, la gente sale al balcón y canta. Y el hecho de haber oído cinco segundos cantar a alguien o silbar o gritarse o hacer una cacerolada. Ese punto de contacto que no existe a través de lo físico y que, por lo menos para mí, es absolutamente necesario. Yo soy una persona cariñosa, muy tocona. Ese punto de conexión desde la distancia me ha parecido realmente conmovedor. Y creo que, en estas circunstancias y después del golpe, del shock, es cuando va a salir toda esa energía, esa creatividad, ese arte para hacernos mejores personas y para conectarnos más.
Cada vez se oye más que quienes estáis en Italia venís del futuro inminente que nos espera en España. ¿Qué nos aconsejas?
«Es el acontecimiento más importante del siglo XXI, mucho más que el 11S. Esto es un cambio de paradigma y supone un antes y un después en el mundo. Al principio, no pude tomarme estas noticias con calma y responsabilidad porque soy una persona muy sensible. Caí en mucho miedo: mucho miedo de no saber qué va a pasar, de pensar en mi familia, de pensar en todas estas cosa… Estás constantemente en una película, que no es una realidad lo que estás viviendo.
Si pudiera dar un consejo sería calma, en el sentido de que va a ir pasando, ir asimilando las noticias poco a poco; confianza porque no queda otra más que confiar. Confiar en el sentido de no entrar en histeria de ir al supermercado porque se va a acabar todo, hay que confiar en que se va a reponer porque si no acabamos a palos y matándonos todos por un rollo de papel higiénico… Y hay esperanza, aunque tarda mucho en aparecer. La esperanza aparece después de todo el shock, que es el vídeo (de la gente cantando), que me ha marcado como una especie de giro de trama. Creo que (el coronavirus) puede ser una oportunidad para cambiar las cosas.
Es verdad que también tengo miedo por todo el impacto económico que puede suponer esto, pero no podemos adelantar. Hay que pensar un poco en el día a día, y ver lo que está pasando.
El hecho de ver cantar a la gente cambia todo.»