Esta entrevista fue publicada en el Especial sobre Catalunya de #LaMarea72: (septiembre-octubre de 2019). A la venta aquí
NOELIA ROMÁN // Isabel Llauger (Barcelona, 1966) estudió Filología Hispánica. Pero dirige un despacho de relaciones institucionales y también asesora a clientes en crisis o con problemas de reputación. Entre lo uno y lo otro, participó de la Olimpiada Cultural, dio clases en Secundaria, fue coordinadora cultural en la universidad y se ocupó de cuestiones de Igualdad en la Diputación de Girona. Con ese bagaje y la tradición catalanista heredada de un abuelo farmacéutico que tuvo que exiliarse porque fue denunciado “por rojo, separatista y masón”, Llauger forjó el “espíritu crítico” con el que analiza la realidad política y social en Catalunya Ràdio y en otros medios de comunicación.
¿Dónde estaba situada políticamente en 2012? ¿Se ha movido desde entonces?
Desde muy joven, mi adscripción ideológica ha estado vinculada al progresismo de izquierda. En lo que respecta a Cataluña, no me he movido. Los acontecimientos posteriores a 2012 han reafirmado lo que para mí ya era claro, aunque mi percepción no sea lineal.
¿Percibió algún elemento que le pudiese hacer pensar que la situación evolucionaría como lo hizo?
En absoluto. Yo vengo de una familia de tradición muy catalanista y republicana. Y nunca pensé que aquí se viviría este despropósito. De septiembre a diciembre de 2017, me sorprendía cada día. Fueron meses muy complicados y muy tristes.
¿Encuentra explicación a esta evolución?
Creo que hay que tener en cuenta toda una serie de elementos: por una parte, los gobiernos del Estado español infravaloraron un problema ideológico y de sentimientos. Por otra, recortar el Estatut fue un punto de inflexión importante. Cuando Artur Mas fue a Madrid a hablar con Mariano Rajoy y volvió sin el concierto económico, esto le dio un argumento muy visceral para poder convencer a la ciudadanía de una Cataluña descontenta. Si Mas hubiese vuelto con él, en Cataluña no habría pasado lo que ha pasado. Por tanto, ¿estamos hablando de dinero? Porque si estamos hablando de dinero, volvamos a enmarcar lo que ha pasado en una cuestión de dinero y no de libertades. No hablemos de dictaduras ni corrompamos los conceptos.
¿Disiente, entonces, de quienes sostienen que en el Estado español hay represión?
Cualquier Estado democrático, por definición, es imperfecto. El Estado español, como todos, tiene muchas cosas que corregir y muchos elementos cuestionables. Pero eso no implica que estemos en un Estado represor. Que hay muchos elementos que socaban una democracia idílica, seguro. ¿Creo que hay represión? No. ¿Creo que hay algunos elementos que pueden implicar que sintamos en algún momento que hay abusos? Seguramente, sí. ¿Y hay que criticarlo, corregirlo y reivindicar que se corrija? Evidentemente, sí. ¿Los movimientos sociales deben hacerlo? Claro.
¿Incluiría el juicio en los elementos cuestionables?
Primero, diferenciaría entre los líderes sociales y aquellos que gobernaban la autonomía, que se saltaron el marco constitucional al que están sujetos. Segundo, lo que sí ha evidenciado el juicio del procés es el problema de la prisión preventiva. Es un debate que este país tiene que tener desde hace años. Por lo demás, creo que ha sido un juicio justo cuya sentencia, probablemente, no guste a todos. También me parece que hay delitos, como el de rebelión, difíciles de sostener, pero eso es un problema del Código Penal, que también fue aprobado por CiU.
¿Ve alguna consecuencia positiva al procés?
No creo que haya construido nada bueno, ni social ni políticamente; los líderes del procés están pidiendo volver a la autonomía, que no haya políticos en la cárcel. ¿Qué han logrado? La frustración de dos millones de personas que se creyeron unas consignas y a las que aún no han pedido perdón. Deberían hacer un mea culpa y apearse.
¿Se perdió el espíritu crítico en todo este proceso?
Absolutamente, pero creo que fue porque los líderes independentistas impusieron el no sentido crítico prometiendo Ítaca. Por otra parte, hubo una apropiación de la identidad catalana: o eres independentista o eres un traidor. Eso es maniqueo y peligroso. Ahora, sin embargo, algunos parecen volver al marco de la Constitución que, obviamente, hay que modificar, pero con los consensos necesarios porque las sensibilidades son muchas. El Estado de las Autonomías de 1978 no responde a la realidad del siglo XXI en 2019-20.
¿Hay un problema de convivencia en Cataluña?
Creo que hay un problema que no existía. Aquí siempre se había hablado y discutido de política con todo el mundo sin ser traidor por defender una postura diferente. Ahora, o estás conmigo o estás contra mí y no se puede cuestionar nada. Pero solo si somos capaces de analizar críticamente lo que ha pasado y lo que debería pasar, podremos buscar una solución teniendo en cuenta los que somos en un lado y en el otro. Estamos condenados a entendernos, pero hay una crisis de convivencia. Como ejemplo, la web de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) de adscritos al independentismo, que me recuerda a aquello de afectos y desafectos al régimen (de Franco). Es malévolo.
Personalmente, ¿cómo cree que ha contribuido a mejorar la situación en estos años de procés?
En los últimos años, creo que he contribuido a tener un espíritu crítico o, al menos, a plantear la duda desde un punto de vista de una ciudadana que vive en Cataluña, que ha nacido en Cataluña y que tiene una trayectoria absolutamente catalana por los cuatro costados, algo muy triste de reivindicar ahora porque estar orgulloso de ser catalán no significa nada más que estar orgulloso de ser extremeño, no te da ningún plus de nada.
¿Cree que podría haber hecho algo más?
Antes de eso, sí creo que pequé de prudencia excesiva; creo que algunos deberíamos habernos posicionado de una manera más clara y evidente, sin hacer unas concesiones que en ese momento nos parecía que no traerían ninguna consecuencia. Quizás deberíamos habernos posicionado de una manera más beligerante.
¿Qué espera de la sentencia del juicio del procés?
No lo sé. Espero que la sensatez de unos y otros impere. No creo que esté escrita y sí creo que han tenido un juicio justo más allá de algunas formalidades. Sea alta o no la pena, tendremos un conflicto, pero que [Quim] Torra vaya arengando desde hace meses para que haya una determinada respuesta no es su papel como presidente de la Generalitat.
¿Cree que podrán encontrar una solución política?
ERC está hablando de bilateralidad, esto es marco constitucional y ahí está la solución, en el marco democrático. Creo que sí puede haber una solución política, si hay un gobierno progresista en el Estado. En el pacto que podía haber sido y no sabemos si acabará siendo hay fuerzas democráticas, ideológicamente distintas, pero con voluntad de consenso. No hay nada más antidemocrático que la unilateralidad.
Y aun así es pesimista. ¿Por qué?
Porque me preocupa mucho la cuestión social. Se puede llegar a una solución política, pero, en cambio, el motor social quedarse atrás. Los líderes pueden llegar a un consenso que hace dos meses era impensable, pero si antes le has dicho a tu gente toda una serie de cosas que se han creído, han defendido, y, de repente, generas otra dinámica, no puedes pretender que todo aquello se vuelque contigo en el mismo momento.
¿Puede haber solución política si pasa por que haya un referéndum sí o sí?
El Gobierno sea quien sea deberá asumir, si esa es una voluntad de todos, que se haga. Quizás cueste años en el tiempo, pero es que las soluciones políticas como estas cuestan años en el tiempo.
¿Tiene miedo a la independencia?
En absoluto. El día que decidí ser demócrata estuve de acuerdo en que me gobernara Aznar los años que tocase y me pareció un horror; pero eso era la democracia, gane quien gane yo acepto las reglas del juego. Si hay una mayoría en un referéndum pactado que quiere la independencia y se llega a ella con consenso y pactando, perfecto, nada que objetar. De momento, no es el caso.
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