“Jerusalén es hoy la sede del gobierno israelí moderno. Es el hogar del Parlamento israelí, la Knesset, así como el Tribunal Supremo de Israel. Es la ubicación de la residencia oficial del primer ministro y el presidente. Es la sede de muchos ministerios del gobierno”, justificó el presidente de EEUU, Donald Trump, al anunciar el traslado la embajada de norteamericana a Jerusalén y declarar la ciudad “capital de Israel”. La decisión, añadió, está respaldada por la ley adoptada por el Congreso de EEUU en 1995, que fue apoyada por el Senado hace seis meses.
Jerusalén es, para el pueblo palestino, su señal de identidad y la representación material de las tres religiones monoteístas, judía, cristiana y musulmana. Bajo los acuerdos internacionales, Jerusalén Este conforma el territorio donde, tras proclamarse un Estado independiente, se asentaría la capital palestina. Sin embargo, para la gran mayoría de la ciudadanía palestina que se manifiesta en las calles de Jerusalén es enteramente la eterna capital árabe palestina.
Todas las facciones palestinas, nacionales e islamistas, han lanzado llamamientos para “defender Al Qods”, nombre de la ciudad sagrada en árabe. Hamás, la Yihad Islámica en Palestina y las facciones de izquierda han hecho hincapié en que el pueblo debería comenzar una nueva Intifada. Por el momento, no parece que las protestas cumplan con esa característica de “levantamiento popular”, aunque en lugares como Belén o la franja de Gaza los choques se suceden desde la mañana hasta el atardecer.
A pesar de que el proceso de reconciliación entre Fatah y Hamás, y la fusión en un único gobierno, se encuentra en un momento de impasse, ambos movimientos palestinos coinciden en que “Jerusalén une”. Este ha sido el lema en Palestina desde hace años. Raji Sourani, director del Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR en sus siglas en inglés), afirma no solo esto sino también que la condena de los Estados árabes y la comunidad internacional, a excepción de algunos pequeños países, EEUU y por supuesto Israel, está siendo unánime. “Definitivamente, Trump no solo está siendo políticamente incorrecto aprobando la anexión de Jerusalén por parte de Israel, está cometiendo además una violación flagrante de la ley internacional, del Convenio de Ginebra que ordena la relación entre ocupante y ocupado”, expone Sourani.
Limpieza étnica, judaización y asentamientos ilegales
Las Naciones Unidas consideran que Israel es la potencia ocupante en los territorios palestinos ocupados en 1967. El Cuarto Convenio de Ginebra prohíbe cualquier transferencia forzada de habitantes del territorio ocupado, la destrucción de sus propiedades o construir en dicho territorio. Con las afirmaciones de Trump se quebranta la convención, así como las propias resoluciones votadas por EEUU en la ONU y se presenta “un precedente peligroso”, como dice Sourani.
El director del PCHR expone que tres son las políticas a las que Trump se adhiere con su declaración del 6 de diciembre de 2017: la limpieza étnica del pueblo palestino en Jerusalén Este, su judaización y la aceptación de las colonias ilegales construidas dentro y alrededor de la ciudad.
“Israel está expulsando al pueblo palestino de Jerusalén Este. Retirándoles su permiso de residencia o no renovándoselo. Esto ocurre desde hace años –recuerda Sourani–. Está aceptando una política de levantamiento de asentamientos ilegales, construidos desde 1968, dentro y fuera y rodeando Jerusalén. Desconectando Jerusalén, entre sí, y entre Cisjordania”.
La judaización se refiere al hecho de que Jerusalén parezca tener un carácter mayoritariamente judío. Se consigue a través de la demolición de hogares e infraestructuras palestinas, también a través de la mencionada “limpieza” de cualquier rastro de familias palestinas o anteponiendo una idiosincrasia judía a los lugares sagrados musulmanes o cristianos.
Comunidad judía contra la decisión de Trump
La organización Jewish Voice For Peace (Voz Judía por la Paz) rechazó el anuncio de Trump y el traslado de la embajada a Jerusalén. La decisión, dicen, “impulsa el derecho extremista a favor de la anexión en Israel, que busca la plena soberanía israelí sobre toda la tierra y la negación de los derechos de los palestinos”.
El Seminario Teológico Judío también se manifestó en contra por ser la antítesis de las escrituras religiosas judías que hablan de que solo cuando el Mesías llegue, el pueblo judío dejará de ser errante y podrá volver a la Tierra Prometida.
Desde Francia, la Unión Judía Francesa por la Paz, formada principalmente por descendientes del Holocausto nazi, afirman que Donald Trump ha violado “un poco más” el derecho internacional y ha destruido “cualquier perspectiva para fundar una paz basada en la igualdad de derechos y la justicia en Oriente Próximo”.