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Los hombres que no miraban a las mujeres

En reuniones profesionales en las que era la única mujer he experimentado curiosos casos de invisibilidad pasajera, explica la autora.

Contacto con un activista para invitarle a mi programa de radio. Hablo con él por email y por teléfono un par de veces hasta concretar la cita. Me empapo de su proyecto, leo sus artículos y preparo con detalle la entrevista. El día de la emisión, le espero en la puerta del edificio y le guío hasta el estudio. Soy yo quien lo presenta ante la audiencia y le hace las preguntas. Y él no me dirige la mirada durante la media hora que dura la conversación. Contesta a todas y cada una de mis intervenciones mirando a los ojos de mi compañero de radio, quien no pronuncia ni una palabra durante toda mi sección.

Desgraciadamente, esta anécdota verídica dista mucho de ser un caso aislado. En reuniones profesionales en las que era la única mujer he experimentado curiosos casos de invisibilidad pasajera. El hombre que estaba exponiendo el proyecto, un hábil conocedor de las herramientas comunicativas, iba dirigiendo de forma pausada y alternativa la mirada a los otros cinco ocupantes de la mesa. Sólo conseguí que hiciese contacto visual conmigo después de dos largos minutos con el cuello estirado hacia adelante mirándole sin pestañear.

El poder de la mirada está recogido en mitos tan antiguos como el de Orfeo y Eurídice o el de la mujer de Lot, de nombre desconocido. Quien miraba a una gorgona se convertía en piedra y las meigas pueden echarte un mal de ojo con solo un vistazo. Mantener la vista baja es símbolo de sumisión y, durante mucho tiempo, fue comportamiento obligado para las damas y los siervos. Una mirada lasciva indeseada es una agresión sexista y devolverla desafiante o, cuanto menos, firme, un excelente método de autodefensa.

La mirada dominante

La psicóloga social noruega Berit Ås reestructuró y popularizó a finales de los años 70 las llamadas técnicas de dominación, desarrolladas por el filósofo Ingjald Nissen, que utilizan los grupos dominantes para mantener su posición de poder sin tener que ejercer violencia explícita. Desde entonces, se han convertido en una útil herramienta de análisis de las formas de machismo encubierto, especialmente en el ámbito laboral. La primera del listado canónico de Ås es la invisivilización.

El ejemplo clásico del ejercicio de esta técnica es cuando una mujer hace una aportación pero la reunión continúa como si no hubiese dicho nada. O, incluso, la idea es retomada por un hombre, a quien se le otorga el reconocimiento de la misma. A pesar del estereotipo de que las mujeres hablan más (y, especialmente, sobre temas más intrascendentes) que los hombres, éstos acaparan -de forma consciente o inconsciente- el uso de la palabra en las reuniones profesionales. También se interrumpe con más frecuencia las intervenciones de las mujeres, que tienden a emplear un tono de voz más suave y menos asertivo.

El psicólogo Luis Bonino acuñó a principios de los 90 el término micromachismos para referirse a las formas de violencia sutil que, de forma cotidiana y en muchos casos inconsciente, usan los hombres para mantener su posición de privilegio. Aunque este terapeuta centra su análisis en las relaciones de pareja, el concepto de micromachismos se puede extender a todos los ámbitos de la sociedad. Entre estos comportamientos de dominación “de baja intensidad” se encuentra el uso de la mirada.

Uno de los privilegios normalizados de los que gozan los varones es la ocupación del espacio público. Una observación casual a la forma de sentarse en el metro de unos y otras (ellos, despatarrados; ellas, replegadas) evidencia una muy diferente socialización respecto a nuestro “derecho a estar” en el mundo.

La mirada es una extensión del yo. Cuando un hombre escudriña el cuerpo de una mujer a quien no conoce ni ha pedido permiso para hacerlo, está traspasando su privacidad. No lo hace a hurtadillas porque no le da vergüenza, ya que considera que está en su derecho. Cuando un hombre no le dirige la mirada a su compañera de trabajo, le está negando el reconocimiento de igualdad y, automáticamente, la sitúa en una categoría inferior. La demanda es tan clara que hasta tiene forma de eslogan: mírame a los ojos, no me mires al escote.

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Comentarios
  1. Pues no sé, a mi siempre me ha incomodado mirar a alguien al hablarle, sea hombre o mujer. Mientras hablas lo único que debes hacer es escuchar y si apartas la mirada de el/la del frente evitas cualquier detalle sobre entendible de lenguaje corporal, colocando así la palabra en el lenguaje prioritario.

  2. Desde luego, estamos en el sempiterno debate politicamente correcto mujeriego… Cuanto tiempo vamos a tener que estar soportando los discursos victimistas, agresivos y acomplejados de las mujeres. No hay forma, siempre tendrán algo que reprochar a los hombres, a los machistas, que es lo mismo. Veamos, las mujeres son mas listas, mas inteligentes, mas valientes, mas eficientes, mas fuertes, llenas de determinación y de voluntad para cambiar los estereótipos que tanto han tenido que sufrir… Pero al mismo tiempo es un deber de tener que acompañarlas, valorarlas, protegerlas y promocionarlas, porque ellas solitas no pueden… Todavia me acuerdo que en las primarias para la elección del candidato demócrata a la presidenciade de EE.UU, Barack le gano a Hilary. Menos mal que era un hombre negro. Y le gano porque la inmensa mayoria de las mujeres negras ( por otras razones ) prefirieron votar a Barack Obama que a Hilary Clinton. Porque ? pués quizás porque las mujeres negras todavía se acordaban de la forma que las mujeres blancas las trataban… Un poco machistas las mujeres blancas en aquel entonces…

    • Buen comentario conquense. Me ha gustado mas que el todo el articulo en cuestión, aunque soy consciente de que solo por decir esto paso automáticamente a ser un cretino machista.

  3. […] Me volvió a ocurrir este sábado. Otro cliente de la sección de electrodomésticos se acercó a pedirnos ayuda porque no entendía bien los precios de unos ventiladores. “Disculpe, caballero, ¿sabe cuál es el modelo de 29 euros? Es que en la etiqueta no está claro.” Como mi pareja parece que tampoco se aclaraba, contesté yo: “Sí, este pequeño es el de 29 euros”. El desconocido se volvió a dirigir a mi compañero: “Ah, gracias, es que no colocan las etiquetas en su sitio y no hay quien se entere. Adiós y gracias, señor”, y se alejó feliz. Me tuve que reír, porque como la capa de invisibilidad me la había dejado en casa, supe que tenía un nuevo super poder: ser imperceptible al ojo masculino, siempre y cuando no lleve escote. Pero es un don que yo no puedo dominar, porque el verdadero poder lo ejerce quien mira: Los hombres que no miraban a las mujeres. […]

  4. Otro ejemplo de micromachismo -o machismo a secas- es el de interrumpir un debate con la excusa de los acentos. Lo que importa es lo que se discute que a mi entender es de gran importancia, pues la suma de comportamientos de ese tipo nos conducen directamente al machismo más rancio, disfrazado, eso sí, con «buenos modales». Por lo demás, si la idea está bien defendida, lo mismo da si se ponen o no tildes. Saludos.

    • No puedo estar más de acuerdo contigo, MCK. He estado a punto de hacer un comentario semejante. No sé si no si no son conscientes de lo que hacen o es pura y simple mala idea e intento de boicot.

  5. Laura, muchas profesionales que trabajamos o hemos trabajado en medios de predominio masculino, numérico o no, como la propia universidad, hemos padecido ese ninguneo. Lo que me resultaba más indignante era cuando , aparentemente, no se escuchaban mis ideas e, inmediatamente, alguno de los varones presente se las apropiaba sin ningún empacho. El paternalismo de trato a las ponentes femeninas en los congresos es igualmente sangrante. En mi experiencia, escandaloso hasta lo inaceptable no sólo en nuestro país, en Italia me pareció todavía más grave y generalizado. Y estoy refiriéndome de nuevo al ámbito académico.
    Hay mucho por conquistar todavía.

  6. Llevamos unos años involucionando en general.
    La intención es devolvernos al nacionalcatolicismo y lo están haciendo más o menos abiertamente y con la colaboración de los medios de comunicación afines.
    Esta actitud es propia de aquellos tiempos. Nos creímos luego que ya estaban superados, que de la tarde a la mañana todos nos habíamos vuelto civilizados, pero que vá, la dictadura estaba agazapada esperando su momento para volver a someternos.
    Como ya no pueden someternos mediante golpes de estado ahora han estudiado técnicas más sutiles.
    Es preocupante que las actuales generaciones a pesar de haber estudiado mucho estén bastante dormidas y sean bastante manipulables.
    Menos mal que siempre nos quedarán minorías.

  7. Excelente articulo. Desgraciadamente, como casi todos los de La Marea, demasiado corto. Hace años una sociologa inglesa hizo unas experiencias de que mujeres mantuvieran la mirada a los hombres en la calle. La agresion era la tonica resultante (perdon por la falta de acentos).
    Enhorabuena Laura.

    • No es de recibo que no se pongan acentos. Incluso los teclados anglosajones o para lengua alemana permiten su inclusión. Pero claro, hay que molestarse un poco…

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