«¿Sabes lo que pasa? Que nosotros tenemos que hacer dos campañas en lo que dura una campaña de 15 días». Me lo decía el otro día alguien de prensa de uno de esos partidos que no tienen presupuestos millonarios para gastarse en campaña electoral. «Las televisiones no cubren nuestros mítines. Sólo importan PP y PSOE. No estamos en el telediario. Entonces tenemos que hacer dos campañas, la de los mítines por un lado y la de salir en la prensa por otro. Nos cuesta mucho más hacer llegar nuestro mensaje. Necesitamos días de 48 horas. Peleamos en mucha inferioridad. Lo tenemos jodido». Nada que no supiéramos.
Esta campaña electoral, sin embargo, tiene algo de especial e ilusionante. Nuevos partidos, surgidos de movimientos sociales, de movimientos ciudadanos, del hartazgo de tantos años de bipartidismo, surgidos como respuesta a la estafa bautizada como crisis, han aparecido como setas en primavera. Y han crecido y echado raíces en las redes sociales, ese medio, no de comunicación, sino de comunicarse, tan criminalizado y temido por el statu quo. Y no por casualidad o capricho. En las redes sociales puede darse una situación intolerable para el poder: puede pasar que los pequeños nuevos, o los pequeños que ya estaban, no jueguen en inferioridad contra los grandes dinosaurios. Puede pasar que surja la crítica contra los mamuts. Puede que no haya detrás un grupo editorial marcando argumentario de lo que tenemos que opinar ese día en Twitter. Puede pasar que algún hashtag con un NoLesVotes tatuado en una pantalla, adelante por carretera a su autobús de campaña, o por aire al avión con el que se desplaza el candidato troiko de turno.
El candidato machista contra la candidata que intentará sacar beneficio de ese machismo. Ariel contra Norit. ¿Quién ensucia más limpio? Preguntas pactadas en un debate de televisión medido al milímetro. Escondemos al candidato para que no siga metiendo la pata. Sacamos a la candidata al contraataque aprovechando la metedura de pata del otro. Tiramos del apoyo del gurú de Endesa o del gurú de Gas Natural para el siguiente mitin o la siguiente entrevista, en función de las encuestas. Aquí empieza y acaba la campaña electoral diplodocus. Política Jorge Javier Vázquez. La que nos lleva envenenado tantos años. La forma de hacer política, la de los pequeños, es distinta. Ninguno de esos pequeños partidos contará con el rodillo de la tele o del periódico amigo. Se enfrentan a un tablero de juego, a una campaña llena de dificultades pero también al reto de llenarla de matices, de color, de ganas, de inventiva obligada por la falta de recursos, de gente que cede su tiempo y dinero aportando su grano de arena. Grupos de apoyo ciudadano, llámalos nodos, llámalos círculos, llámalos como te dé la gana.
Dice una canción que escucho mientras escribo esto: «Tengo mucho que escribir y poco papel». Resume bien lo que personalmente he percibido desde mi posición durante estas semanas al conocer por dentro la campaña de los pequeños. Muchas ganas, mucho que decir y pocos medios. Estaremos más o menos de acuerdo en ciertas cosas. Podremos criticar personalismos, puede gustarnos más o menos el cómo hicieron las primarias, el candidato elegido, la forma de hacer llegar el mensaje, quizá no comulguemos al cien por cien con ninguno de ellos. Es una de las cosas que lleva consigo el ADN de cierto pensamiento crítico. Pero hay algo que nadie debe discutir, y es que tienen mucho mérito, y esto hay que aplaudirlo.
Voy a aprovechar que estamos a dos días de las elecciones y que tengo este espacio para escribir en público. ¿Para pedir el voto? Ni de coña. Pero sí para pedir que pienses en ese día en el que, pasadas las Navidades, despides a tu hermana en el aeropuerto para que vuelva al país en el que ahora es inmigrante. Sí para pedir que pienses en el familiar dependiente al que le recortaron la ayuda. Sí para pedir que pienses en los médicos y los profesores, en los afectados por las hipotecas o por las preferentes, moviendo el agua en la calle provocando mareas. Los que cobran sobresueldos contra los que ponen parte de su sueldo, su tiempo y su fe para cambiar una situación injusta e insostenible. Este es el campo de batalla. Esta es la guerra en la que ahora estamos, y tú, te guste o no, formas parte de ella.