La tradición.
Andalucía es la única autonomía española en la que el mismo partido ha gobernado ininterrumpidamente desde hace 33 años y una de las pocas regiones de Europa en las que esto pasa. Y tras estas elecciones no parece que vaya a cambiar la tradición. Ni los datos económicos que sitúan a Andalucía por detrás de la media española, ni los recientes casos de corrupción inclinan la balanza electoral hacia un lado distinto al del PSOE. Parte de la explicación de esta fuerza que mueve la balanza está en la memoria histórica, bastante extendida en Andalucía, que recuerda lo que fue esta tierra antes de lograr la autonomía. Una antigua tradición española consistente en condenar a Andalucía a ser el de patio trasero del país ha derivado en una nueva tradición que consiste en cerrarle una y otra vez las puertas al PP por miedo a que eso vuelva a ocurrir.
Las elecciones de siete colores
Si las encuestas no se equivocan demasiado, el Parlamento de Andalucía pasará de tener tres grupos políticos (PP, PSOE e IU) a cinco, tal vez seis. A los antiguos inquilinos del Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento, se sumarán, al menos, Podemos y Ciudadanos. UPyD parece que seguirá sin presencia y no parece que acaben los malos tiempos para el en otro momento institucional Partido Andalucista. Nadie conseguirá, según los estudios, los 55 asientos que dan la mayoría para gobernar en solitario Andalucía. Salvo que Susana Díaz dé la gran sorpresa, harán falta dos o incluso tres partidos para lograr una mayoría estable. En Andalucía arranca el próximo 22 de marzo un nuevo tiempo político: el del adiós al bipartidismo y el nacimiento de la política de pactos.
Los pactos
Si creemos a los respectivos candidatos, nadie pactará con nadie tras las elecciones. El PSOE asegura que no pactará con PP ni Podemos, con lo que necesitaría de IU, Ciudadanos o incluso ambos para lograr una mayoría. El PP tenderá una mano envenenada al PSOE para ofrecerle estabilidad en caso de que Podemos obtenga un buen resultado que imposibilite un pacto de mayoría sencillo. Podemos no pactará con PSOE ni PP a no ser que ambos giren 180 grados convirtiéndose al podemismo. Izquierda Unida no pactará con nadie que no esté dispuesto a poner en marcha ciertas medidas que los demás partidos no llevan en su programa. Para Ciudadanos, la difusa condición para ponerse al teléfono sería la de que quien les llame tenga la casa limpia. Si hacemos el ejercicio de creernos a los candidatos, el resultado de la compleja ecuación sería un gobierno de Susana Díaz en minoría o Ciudadanos como llave del gobierno, decidiendo si coronar a PP o PSOE en función del concepto de lo limpia o poco sucia que tengan la casa.
Los protagonistas
“Es un bicho político. En su propio partido la llaman así. Tiene a los asesores corriendo detrás de ella de pueblo en pueblo. Los tiene exhaustos. Y eso que está embarazada”, me contaba una persona de la dirección de un partido político rival. Susana Díaz (PSOE) es la esperanza blanca de un Partido Socialista en hundimiento para recuperar la hegemonía a nivel nacional. Y en clave nacional hay que entender, aunque ella lo niegue con mensajes tópicos, su futuro político. Si decide intentar conquistar Madrid, Andalucía volverá a tener en breve a un presidente no elegido por tercera vez consecutiva.
Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) es conocido por ser el candidato a quien nadie conoce en Andalucía. Es la arriesgada apuesta personal de Rajoy, consistente en anteponer la maltrecha marca PP a personalismos. Teresa Rodríguez (Podemos) es la única líder regional del sector no oficialista de Podemos frente a quien Pablo Iglesias no ha presentado rival interno en primarias. Su baza es la naturalidad y fuerza. Su punto débil es que desde la cúpula de Podemos no están dispuestos a desgastarse recorriendo Andalucía en una guerra que consideran imposible de ganar. Prefieren guardarse para la gran guerra.
La campaña
Las estrategias políticas de los tres cabezas de cartel, PSOE, PP y Podemos hacen de esta campaña electoral en Andalucía una extraña campaña de guante blanco. La jugada del PSOE pasa por ignorar para hacerlo inexistente al desconocido candidato popular a quien la omnipresente Susana Díaz evitó nombrar hasta que lo tuvo ante sí en el primer debate electoral que los enfrentó el pasado lunes. El PP, cambiando de táctica respecto a anteriores contiendas, apuesta esta vez por mostrar talante. Quiero ser el primer presidente de centro, decía Moreno Bonilla al principio de la campaña. Un candidato que para mostrar esa actitud centrada ha renunciado en gran parte a las habituales duras críticas para poner todas las fichas a la opción de la propuesta. En Podemos también han renunciado a esa crítica dura contra el PSOE. Los potenciales votantes que Podemos necesita para obtener un buen resultado en Andalucía son los mismos que durante 30 años han apoyado en las urnas al PSOE. Temen que un exceso de agresividad contra el partido de Susana Díaz los haga sentirse atacados.