Sabemos más del COVID-19 que cuando empezó todo esto, allá por el mes de febrero de este año que ni avanza ni se deja terminar. Sabemos, por ejemplo, que el virus se propaga y contagia mucho más en ambientes cerrados que en espacios abiertos.
Lo mismo podría decirse del odio en política.
Escribo estas líneas a escasas horas de que comience el espectáculo de una moción de censura que la ultraderecha lleva al parlamento traicionando la lógica y el espíritu de este tipo de iniciativas para hacer de ella –como digo– un espectáculo. Pero no un espectáculo llamado a hacernos recapacitar o a difundir un proyecto de país, sino a irritarnos, crisparnos los nervios, incendiar los ánimos y, de paso, hacer crujir los cimientos de la democracia.
Cuando Podemos llevó al parlamento su moción de censura en 2017 lo hizo por un motivo: “Corrupción estructural y cooptación institucional del PP”. La acumulación de casos de corrupción que asediaban al Gobierno de Rajoy era inmensa y sus consecuencias insoslayables. En efecto, esa moción era un imperativo ético. Un motivo a esa altura demostrable y contrastable y que con el tiempo se ha verificado una y otra vez. Sabiendo que la perderían, quisieron desde Podemos marcar ese hito y forzar lo que con el tiempo llegó, por inevitable y necesario. Una nueva moción de censura, esta vez a instancias del PSOE con la primera sentencia por la Gürtel. Ya estaba bien.
El Gobierno de Rajoy pendía de un hilo. La crisis catalana precipitó la moción y el adelanto electoral. Se llama democracia. Un gobierno puede caer por este tipo de razones; no solo por perder elecciones. Puede caer porque se descubre y, lo que es más importante, se demuestra que el partido que lo sustenta ha descansado sobre una trama de corrupción de décadas. En estos dos años la justicia no solo no ha desmentido una calificación radicalmente incompatible con la democracia –recordemos lo de “organización mafiosa”– sino que avanza incontenible y abunda en las distintas dimensiones y facetas de la corrupción de los populares en los términos en los que Podemos señaló en 2017: corrupción estructural y cooptación institucional. De Gürtel a Villarejo; es un no parar.
La situación no es comparable, por tanto, con lo que sucede a día de hoy. La ultraderecha presenta su moción como parte de su campaña de propaganda permanente por crecer electoralmente. Porque ni hay razones, ni han sido capaces de esgrimirlas, ni van a poder plantear con seriedad que tienen un programa de gobierno alternativo ni, en consecuencia, aspirar a tener socios de gobierno. Al menos a día de hoy, que tampoco hay que confiar en que la deriva enloquecida de Casado y sus secuaces no avance en una dirección del todo suicida.
La razón que esgrime el partido de ultraderecha para presentar su moción es «la constitución del actual Gobierno social comunista mediante fraude al electorado español y su dependencia de las fuerzas políticas separatistas» y la «gestión criminal de la pandemia». Nada de eso tiene sentido ni se sustenta en la realidad. Ni hubo fraude electoral ni dependencia de fuerzas separatistas ni gestión criminal. Todo eso son especulaciones transformadas a través de la mentira y la manipulación en consignas, no hechos. Una moción de censura no puede sustentarse en consignas y no puede servir tan descaradamente a los intereses de un partido antisistema sin que lo paguemos todas y todos.
El Parlamento es un espacio cerrado: es fácil que el odio se apodere del ambiente y que ese ambiente sea, precisamente, lo que los instigadores de tanto odio quieran que se transmita. Un ambiente contaminado por un virus devastador y fuera de control: el del odio. Y lo hará. La semilla del odio fecundará veloz en las próximas horas el terreno fértil de las redes sociales. Contaminará la atmósfera a través de imágenes televisivas repetidas hasta la náusea en forma de zascas, minutos de gloria, zarandeos verbales, insultos, retos, señalamientos y gritos. Se oirán gritos en el Parlamento. Pidamos a quienes se verán en la difícil tarea de hacer uso de la palabra en medio del griterío que se acuerden de nosotras: que abran las ventanas, que dejen que corra el aire.