Economía | Opinión | OTRAS NOTICIAS
El TTIP está abocado al fracaso
El debate sobre el tratado de libre comercio está viciado y ya no se trata del fondo de los asuntos sino de la forma de las negociaciones, poco democráticas.
Hace apenas dos semanas, aprovechando la inauguración de la feria industrial de Hanover, en Alemania, Barack Obama y Angela Merkel hacían un gran ejercicio de defensa del tratado de libre comercio entre EEUU y la Unión Europea, el TTIP, en sus siglas en inglés. La creación del mayor área de libre comercio del mundo traería prosperidad y empleo a los pueblos a ambos lados del Atlántico. Los dos líderes sabían de sobra que en la sociedad europea va en aumento el escepticismo, si no el rechazo abierto, al TTIP que Obama pretende dejar listo antes de abandonar la Casa Blanca en enero próximo. La revelación este lunes por parte de la organización ecologista Greenpeace de documentos secretos que explican la posición negociadora de la parte norteamericana ha confirmado los peores temores entre los críticos del tratado. Los papeles evidencian la presión de Washington para rebajar toda una serie de normas y estándares en la UE que afectan la seguridad alimentaria o la protección del medio ambiente en nombre del comercio libre.
La Comisión Europea ya había hecho público algunos documentos sobre su posición negociadora hace un año, cediendo a una enorme presión de la sociedad civil y muchos partidos políticos que habían criticado la total opacidad con la que se llevaban las negociaciones entre ambas delegaciones hasta entonces. Muchos defensores del TTIP, como el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel, admiten ahora que la falta de transparencia fue un grave error que permitió a los críticos ganarse buena parte de la opinión pública. Y en este momento, el debate sobre crear un espacio de libre comercio está ya totalmente viciado. Incluso políticos hasta hace poco a favor de la idea empiezan a tener dudas sobre la conveniencia del TTIP, cuya aprobación se está alejando.
Por supuesto que hay cosas mejorables en las relaciones comerciales entre ambos bloques que podrían beneficiar a los consumidores –un ejemplo clásico es el de las diferentes normas para sillas de niños en los coches que obligan a la industria a duplicar sus esfuerzos de producción. Pero una discusión abierta sobre qué sería conveniente –algo que hubiera venido muy bien, dado que la mayor parte de la gente no tiene ni idea de qué va el TTIP– ya no parece posible.
El asunto de fondo ahora es otro: no es aceptable que un grupo reducido de funcionarios de la Comisión Europea y del Departamento de Comercio de EEUU, muy influenciados por los lobbies industriales, negocien algo en secreto que tendrá un gran impacto en la vida de la ciudadanía, sin ningún debate público. Es el rechazo a esa especie de posdemocracia tecnocrática, como en el caso de la troika, los inspectores anodinos que mandaban la UE, el Banco Central Europeo y el FMI para dictar la política a los países rescatados sin tener que responder ante nadie, y que está provocando una seria crisis en torno a las instituciones políticas. Aunque no fuera por el fondo, habría que rechazar al TTIP por la forma.
Artículo publicado en El Heraldo (Colombia)