Sociedad
Tecnooptimismo y el gran salto adelante: la otra cara del Mobile World Congress
Ministros, limpiadoras, CEOs, azafatas, estudiantes ambiciosos y pulsos geopolíticos. El MWC es un animado microcosmos perfectamente jerarquizado.
“Creo que lo que falta aquí es un poco de educación”, dice Rosa*. Con la ropa de la empresa y media sonrisa irónica, hace una pausa de pocos minutos en una esquina. Forma parte del Mobile World Congress, uno de los grandes eventos del año en Barcelona. Su tarea es fregar el suelo blanco hasta que brille. Por 8,60 euros la hora, Rosa y decenas de sus compañeras repetirán el mismo gesto durante seis horas, cada día del congreso: la perfección sólo durará unos segundos, antes de ser pisada otra vez por los congresistas.
“Alguna vez dicen ‘sorry, sorry”, comenta Rosa, que reconoce que durante la mayor parte del día es como si fuera invisible. A sus casi 50 años, vive esto de forma rutinaria: la empresa para la que trabaja se encarga de la limpieza en los grandes eventos de este tipo. Otras prefieren no hablar: una supervisora les vigila y no quieren ser vistas charlando con la prensa. Están en el salón 1, el que ocupa la empresa china Huawei, una de las grandes estrellas del congreso mundial de móviles.
La tecnología nos permite estar más conectados que nunca, pero en este MWC se puede intuir la división del mundo por bloques. En la zona de Huawei, media docena de azafatas forman una muralla y señalan a los visitantes que, si no han sido invitados por la empresa, no pueden entrar allí. Los invitados por Huawei llevan una cinta de otro color en su acreditación. Es la zona del MWC donde hay más participantes africanos. Isabel, periodista en la agencia de prensa de Namibia, es una de las afortunadas que sí puede entrar. Su país se libró del apartheid hace tres décadas, pero la mayoría de las tierras siguen en manos de los blancos. Namibia es un gran productor de uranio, y una de las principales minas del país es propiedad, en un 90%, de una empresa china: “Ellos también mandan mucho”, dice. Aun así, añade, muchos africanos prefieren a Pekín antes que a Occidente. No es una opinión compartida en otros puntos del congreso.
En el pabellón de Taiwán, la elección de las palabras está medida al milímetro. Tienen tecnología punta de primer nivel, pero se encuentran en uno de los puntos geopolíticos más calientes del planeta. Claudio Bravo, un simpático relaciones públicas, trabaja para esta delegación y enseña su etiqueta: no puede poner Taiwán o República de Taiwán, sino el nombre del instituto tecnológico del país. Me ha preparado una entrevista con un directivo de Pegatron, una empresa que produce iPhones para Apple. El directivo se refiere en todo momento a la República Popular China como “el vecino”, y asegura que ellos quieren tener inversiones y estar bien con todo el mundo, incluyendo a su “gran vecino”. Por suerte, la tensión se adereza con un happy hour con vino, pizza y rollitos de salmón para los invitados. Unos metros más allá, Jo, un joven trabajador de una empresa china ubicada en Shenzen, lamenta que la guerra comercial China-Estados Unidos les ha hecho perder clientes en Estados Unidos: sus soluciones baratas para ofrecer repetidores de wi-fi y otros productos ahora se producen en Taiwán.
Ser o no ser “un pringado”
Bendjedid Rachad Sanoussi es un ingeniero de telecomunicaciones beninés. Nacido en Pobè, un pueblo de las zonas rurales de su país, se acaba de trasladar a Dinamarca a principios de este año. Trabaja para una agencia de la ONU, pero opina a título personal. En Barcelona quiere obtener más información sobre nuevas tecnologías que puedan ayudar a su país. “Mejorar la conectividad puede servir para mejorar la agricultura, para que haya un desarrollo sostenible”, comenta.
Benín, un pequeño país del África occidental, es un productor de algodón. Sanoussi se muestra esperanzado con los drones, que amplían las posibilidades de control de los terrenos: “Las tecnologías que detectan la humedad en el suelo son claves para saber cuándo las plantaciones necesitan agua. Hay que incrementar la alfabetización digital de los agricultores”, concluye. Benín forma parte de un grupo de países africanos conocidos como “los 4 del algodón”, territorios afectados por los bajos precios de esta materia prima. Los subsidios que el gobierno de Estados Unidos da a sus productores han deprimido los precios. Desde hace años estos países, sin éxito, han pedido a la Organización Mundial del Comercio que Estados Unidos retire esos subsidios.
En el Mobile World Congress se ve, a pequeña escala, una estructura piramidal resumida en la acreditación que llevas en el cuello. Arriba están los ejecutivos, ministros y los llamados “decision-makers”. Tienen salas reservadas y raramente se paran a charlar con nadie que no sea de su mismo estatus. La importancia la marca la capitalización en bolsa o el volumen de negocios anual. Por debajo se hallan los miembros de los stands que trabajan para grandes compañías: son importantes pero no dejan de ser trabajadores por cuenta ajena. En los trabajos menos especializados de los stands han sido contratados para atender a la prensa estos días. En una arena movediza creciente se hallan todos los demás: jóvenes fundadores de start-ups con pequeños stands intentando captar inversores; pequeñas compañías que se encuentran, sobre todo, en la sala 4 years from now. En algún caso, son ideas que luchan para convertirse en empresas, pero necesitarán que alguien las riegue para sobrevivir.
En una charla sobre la automatización en el mundo de la empresa, un directivo de una gran compañía americana habla sobre cómo hacer rentable la inversión en nuevas tecnologías y qué relación tendrá eso con el “trabajo manual”. Una azafata, llegando a la salida, me revela lacónicamente su sueldo y su horario mientras me pide que, por favor, no le haga ninguna pregunta: 8 euros la hora, 14 horas diarias. Es la única que me responderá.
El mayor triunfo del congreso son los estudiantes. Biel es uno de ellos. Explica que el año pasado estuvo aquí “como parrillero” y que hizo más horas que un reloj, “como un pringado”. Hoy viene con sus amigos de la carrera y lleva una americana negra y una camisa blanca, su pelo bien peinado. Cerca de la entrada pueden pedir que les impriman su acreditación, y él y sus amigos se dan cuenta que pueden identificarse como ellos quieran: Biel decide poner el nombre de su universidad y como profesión elige una sola palabra: entrepreneur.
* (Nombre ficticio para proteger su anonimato).