Isabel Díaz Ayuso durante las pasadas fiestas de San Isidro/PP Comunidad de Madrid CC BY 2.0
La «loca», el «irresponsable», el «tonto pero sereno», el «egoísta», el «bruto». Son adjetivos, cualidades negativas que revolotean en conversaciones y en las propias redes cuando se habla de varios de los actuales líderes políticos de la derecha, como Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado, José Luis Martínez Almeida, Quim Torra y Santiago Abascal. Personajes cuyos comportamientos, actitudes, gestos, manera de hablar y obsesiones recurrentes son tan marcados y diferentes entre sí que facilitan ser explicados desde una óptica más psicológica que política.
En esta serie coral, cada día hay una trama que se parece más al capítulo de una sitcom inconexa, disfrutable sin necesidad de seguir un orden ni un «en episodios anteriores», que a una compleja progresión de acontecimientos. Sus sketches funcionan por sí solos. Ayuso disfrazada de vendedora de bocadillos. Casado citando a Orwell. Almeida pegándole un balonazo a un crío. Torra en su papel de hikikomori político. Abascal fantaseando con que estuvo en Stonewall. Cada día una fascistada es trending topic y se hace visible a ojos de usuarios que con buena fe quizá entraron simplemente a pasar el rato en un descanso del teletrabajo. Memes, favs, indignación, ansiedad y a otra cosa porque esto no para.
El foco de la pandemia puesto en Madrid ha consagrado a Ayuso y Almeida como los actores principales de la serie. La primera ha optado por una frontalidad desafiante que ha tenido un polémico pero excelente éxito de audiencia, con el capítulo más visto –el titulado Cooonfinados y jartos pero con Telepizza– de la temporada y un ritmo creciente de entregas. El alcalde eligió un perfil bajo que le ha aportado que más de la mitad de votantes de PSOE y UP aprueben su gestión.
Es probable que ambos, Isabel Díaz Ayuso como IDA –sus iniciales– y Almeida como gestor tecnócrata, sean conscientes de que ser evaluados de manera personal quita presión al hecho de que formen parte del partido que con mayor claridad dibujó y ejecutó un plan para cuartear y vender los servicios públicos de la tercera Comunidad más poblada del país. También es probable que sepan que se trata de un favor al partido e, incluso, yendo más allá, al proyecto liberal. Ellos podrán equivocarse de estrategia, pero al absorber las críticas individualmente dejan espacio libre para una posible gestión de crisis que incluso en el peor de los escenarios se solucionase con una dimisión. Una salida concreta con nombre y apellidos, un cambio de cromos. Una cancelación a tiempo de la serie que no manche a la productora y un fichaje por otra que emita en privado y, total, pague hasta mejor.