Cooperativismo: cuando la energía es un bien y no un negocio
Las cooperativas energéticas son la muestra de que hay una forma más ética y respetuosa de abandonar los combustibles fósiles.
En un contexto marcado por la emergencia climática, la volatilidad de los precios y la necesidad urgente de democratizar el acceso a la energía, mucha más gente de la que se puede pensar ha dado el paso de ser consumidora pasiva a convertirse en protagonista activa gracias a las cooperativas energéticas, un modelo que parece moderno pero que arrastra más de un siglo de historia.
Ya a finales del siglo XIX y principios del XX surgieron las primeras experiencias cooperativas ligadas a la energía en distintas zonas rurales de Europa, donde no llegaban las compañías privadas, grandes dominadoras hoy día de un negocio con fines muy lucrativos para ellas.
Facturas incomprensibles, oligopolios con enorme poder de mercado o toma de decisiones poco transparente… Mientras que muchas de las grandes energéticas intentan que la transición energética arrastre los mismos males que hay en la actualidad, las cooperativas energéticas son la muestra de que hay una forma más ética y respetuosa de abandonar los combustibles fósiles.
Las cooperativas ofrecen un esquema basado en la participación democrática, la reinversión de beneficios en la propia comunidad y una apuesta decidida por las renovables. Se trata, en definitiva, de recuperar el control sobre un bien esencial que condiciona no solo la economía, sino también la vida cotidiana.
En España, este movimiento ha ido ganando fuerza en la última década. Aunque todavía representan una pequeña parte del mercado eléctrico, su crecimiento ha sido constante y se han convertido en referentes para quienes buscan alternativas más justas y sostenibles. Algunas se centran en la comercialización de energía verde, otras en la generación compartida a partir de proyectos fotovoltaicos o eólicos, y no faltan las que experimentan con modelos de autoconsumo colectivo.
También estamos asistiendo recientemente al impulso de las comunidades energéticas, entidades constituidas legalmente que permiten que la ciudadanía produzca, consuma, almacene, comparta y venda energía renovable colectivamente.
Referentes de cooperativismo energético en España
En España existen hoy numerosas cooperativas energéticas repartidas por todo el territorio, desde pequeñas iniciativas locales hasta proyectos de alcance estatal. Todas ellas comparten un mismo propósito: devolver a la ciudadanía el control sobre la energía, fomentando la participación democrática y la transición hacia un modelo más limpio y justo.
La pionera en España es Som Energia. Se trata, además, de la mayor cooperativa de energía de Europa, sobrepasando las 86.000 socias este año, facturando más de 69 millones de euros en 2024. Como explican Nuri Palmada y Yaiza Blanch, la mayor dificultad es el reto de ser una cooperativa en un sector como el energético, altamente competitivo, regularizado y con actores transnacionales muy poderosos”.
Al ser la primera cooperativa energética, no tenían tantas referentes como las que han ido llegando después. Aun así, algunos socios fundadores tenían conocimiento del movimiento cooperativo. “Algunos de ellos provenían de zonas de Catalunya como Mataró, Barcelona, entre otros, con un histórico cooperativo muy importante, ya de antes de la guerra civil”, cuentan las portavoces. Además, tuvieron acompañamiento del Departamento de Economía Social de la Generalitat de Catalunya a través del programa Aracoop.
Y si tuvieran que señalar la peor parte de ser una cooperativa, Palmada y Blanch bromean con que “ya no hay vuelta atrás”. “A medida que vas ganando consciencia, la coherencia se vuelve más ineludible”, señalan.
Otra muy extendida es Goiener. Nacida en 2012, es un proyecto cooperativo de generación y consumo de energía renovable con el que aspiran a recuperar la soberanía energética. Empezó con 32 socios fundadores y actualmente cuenta con 18.921 socios y socias y 23.401 contratos.
“Teníamos como referencia otras cooperativas a nivel europeo y estatal. Se trataba de adaptar sus modelos a nuestras necesidades y realidad territorial”, recuerdan desde Goiener. Hoy día, creen que las herramientas que facilita la legislación no son complejas: “establece claramente cuál es el camino para la constitución y gestión social de la cooperativa”, si bien “esto no quiere decir que no haya barreras que creemos podrían simplificarse”.
Precisamente, preguntados sobre la parte menos bonita de esta aventura, la cooperativa vasca apela al “contexto”: “La participación real requiere tiempos que muchas veces son incompatibles con el ritmo que el mercado nos impone y eso puede llegar a generar cierto estrés”, confiesan. “Tampoco se nos educa para dialogar, debatir y gestionar espacios comunes”, añaden desde Goiener.
Y otra de las grandes cooperativas energéticas implementadas en el territorio español es SOLABRIA Renovables. Precisamente, su nacimiento está muy ligado a las otras dos. En 2010, Som Energía puso en contacto a las pocas personas de Cantabria que ya tenían su contrato de la luz con ella, “puesto que entonces no había otra opción para contratar energía renovable”, explican. “Ese grupito fue creciendo y tuvo el impulso en unas jornadas de energías verdes que organizó Equo Cantabria en la universidad de Santander”. Tras eso, conocieron a Goiener y acabaron dando el salto definitivo para crear la primera cooperativa de energía renovable de Cantabria en 2013.
Con 773 socias, 868 consumidoras y 144 personas con autoconsumo a día de hoy, SOLABRIA surgió con la misión de promover un modelo energético democrático, social, distribuido y sostenible, una de sus máximas es la colaboración con otras cooperativas para alcanzar objetivos comunes.
Cuando recuerdan los inicios, la normativa no supuso ningún obstáculo. “Los trámites legales para constituir la cooperativa son sencillos, pero la elaboración de los estatutos y adaptarlos a las necesidades de la cooperativa ha sido lo más dificultoso”, detallan. Aun así, confiesan que lo que más costó al principio, explica, fue fortalecer el grupo inicial de personas. “Tomar la decisión como grupo de crear la cooperativa nos llevó, prácticamente, un año de encuentros y debates”, señala José Luis García, fundador de SOLABRIA.
En cuanto a la peor parte de ser una cooperativa energética en el contexto actual, en SOLABRIA no ven nada negativo. “Lo que sí limita el proyecto es la falta de compromiso de las administraciones públicas con la economía solidaria y las entidades de la misma”.
Recomendaciones para las cooperativas que están por venir
De cara al futuro, las tres cooperativas lanzan algunas recomendaciones para quien quiera seguir sus bases. Como Goiner, que aconseja dedicar “mucho tiempo a establecer una buena base”, “trabajar los valores cooperativos” y “contactar con otros proyectos que ya están en marcha”. Asimismo, señalan que el “sentimiento de pertenencia a la cooperativa es lo que nos ha hecho salir adelante en momentos complejos”.
Nuri Palmada y Yaiza Blanch, de Som Energia, transmiten “mucho ánimo y mucha paciencia” a los nuevos. “Construir colectivamente es un reto a muchos niveles, pues la dinámica del sistema no rema a favor de esto y también nos falta formación y pedagogía”, aseguran.
Desde Solabria, recuerdan que “la economía social y el cooperativismo están cogiendo fuerza actualmente, por ser alternativas viables y resilientes, como han demostrado en momentos de crisis”, por lo que esperan que los proyectos cooperativos aumenten en las próximas. Y también recomiendan echar mano de experiencias previas: “Ahora es mucho más fácil ir acompañado en el proceso una vez que se toma la decisión de iniciar el camino”.
Lo mejor del cooperativismo
Y si aún algunas personas o grupos tienen dudas de si dar el paso, las cooperativas Som Energia, SOLABRIA y Goiner invitan a que den el paso: “Formar parte del movimiento cooperativo y de la economía solidaria, dedicando tiempo y esfuerzo a una actividad en beneficio de los demás, de la comunidad y del medioambiente es algo que llena de satisfacción”, cuenta José Luis, de SOLABRIA.
Para Goiner, “lo mejor de ser cooperativista es poder decidir; tener espacios sanos y seguros para debatir y tomar decisiones”. Además –añaden– “como socia trabajadora, trabajar en un proyecto en el crees y con el compartes valores es algo vital”.
En Som Energia tienen claro que lo más satisfactorio como cooperativa es “la dimensión colectiva”. “Entender que lo que te sucede a ti, le pasa a más gente y que hay una herramienta colectiva para vehicular esas necesidades, esos malestares y también, por supuesto, los triunfos y los grandes momentos”.
Por todo ello, las tres coinciden en que estos proyectos no tendrían sentido si no fuese una cooperativa. “Si luchamos por un sector energético y una economía más participativos, transparentes, democráticos y que pongan a las personas en el centro lo lógico es hacerlo desde un modelo que comparte esas características”, sostienen desde la cooperativa vasca. “También es cierto que no sólo hace falta ser cooperativa, sino creérselo”, añaden.
“Ser un proyecto sin lucro, que busca la cooperación, con autogestión democrática, que antepone las personas y el medioambiente a los beneficios; y que sigue los principios del cooperativismo y de la economía solidaria es lo que le da sentido”, detallan desde la cooperativa cántabra.
“Las cooperativas de consumo pretenden recuperar las soberanías sobre todas aquellas necesidades cotidianas. Y la energía, es una de ellas”, sentencian Nuri Palmada y Yaiza Blanch, de Som Energia.
Este reportaje pertenece a ‘Altacoop, el altavoz de las cooperativas’, un proyecto que cuenta con el apoyo del PERTE de la Economía Social y de los Cuidados del Gobierno de España.