Banca cooperativa o el dinero que vuelve a la comunidad
El cooperativismo financiero ofrece una vía alternativa en un mapa financiero cada vez más concentrado. Se trata de cooperativas de crédito en las que el objetivo principal no es maximizar los beneficios de los accionistas.
El mapa bancario español se ha encogido en las últimas dos décadas. Según el Banco de España, en 2025 quedaban poco más de 17.300 sucursales, frente a las más de 45.000 antes de la crisis de 2008. En muchos pueblos ya no hay ventanilla a la que acudir, lo que ha abierto una brecha entre banca y ciudadanía: resolver un trámite en persona sigue siendo una odisea para miles de vecinos del medio rural.
En ese vacío, el cooperativismo financiero aparece como una alternativa que, aunque minoritaria en España, tiene un recorrido consolidado en Europa. Según Eloi Serrano, doctor en Economía Aplicada y director de la Cátedra de Economía Social del Tecnocampus-UPF, «en Europa, la banca cooperativa tiene una cuota de mercado de alrededor del 22%. En España está en el 10%». Para él, esto demuestra que la fórmula cooperativa no es marginal, sino un instrumento financiero válido para el desarrollo económico, «porque hay países de la UE con economías potentes donde tiene una relevancia significativa».
El carácter diferencial de este modelo está en su filosofía. «En la banca tradicional, el objetivo es maximizar beneficios para los accionistas. En una cooperativa de crédito, el dinero es un instrumento para satisfacer las necesidades de sus integrantes», apunta Serrano. Una visión que, como recuerda el economista citando a Aristóteles, distingue entre el uso del dinero como herramienta para la vida comunitaria (oikonomiké) y su acumulación por sí misma, la «crematística», considerada nociva para la sociedad.
En España, la presencia de la banca cooperativa se materializa en iniciativas como Coop57, Caja de Ingenieros o Laboral Kutxa. Todas ellas comparten una lógica común: reinvertir los beneficios en el fortalecimiento colectivo, promover la inclusión financiera y garantizar una gobernanza democrática de las finanzas.
Coop57, de la lucha obrera a una red financiera alternativa
El origen de Coop57 se remonta a la crisis de la editorial Bruguera en los años ochenta. Un grupo de trabajadores resistió hasta el final de la batalla legal y, tras obtener una indemnización, decidió destinar una parte a crear un fondo común. De aquel capital inicial nació en 1995 esta asociación, que se consolidó como una cooperativa de servicios financieros destinada a apoyar proyectos autogestionados.
Esa raíz explica su modelo actual. Coop57 no tiene clientes, sino socios. “El vínculo que establecemos no es comercial, es de prestación de un servicio. Parece un juego de palabras, pero no lo es. Cuando alguien viene a Coop57, le tratamos como socio o socia”, resume Raimon Gassiot, miembro de la coordinación colegiada.
Los criterios de admisión son estrictos: solo pueden asociarse entidades de economía social y solidaria, como cooperativas, asociaciones, fundaciones o empresas de inserción, salvo alguna excepción. «Excluimos por definición a sociedades mercantiles. El hecho de ser cooperativa es requisito imprescindible pero no suficiente; puede haber una cooperativa cuya actividad no cumpla con nuestros criterios porque perjudique al medioambiente o tenga a 20 personas sin dar de alta a las que no dejen participar como socias ni, por tanto, participar democráticamente en la gestión de la cooperativa”.
Actualmente, Coop57 agrupa a más de 5.600 ahorradores y 1.250 entidades socias, con siete secciones territoriales y tres grupos promotores. En los últimos cuatro años, ha concedido más de 1.300 préstamos por casi 100 millones de euros. «La mitad de la financiación histórica se ha dado en años recientes. No solo hay más proyectos de economía social y solidaria sino que cada vez son más ambiciosos y requieren necesidades de inversión más importantes, como las cooperativas de vivienda o las comunidades energéticas», apunta Gassiot.
El funcionamiento interno también es particular. «Los tipos de interés los decide la asamblea, no el mercado. Y son los mismos para todos: no penalizamos más a quien tiene más riesgo. Lo importante es garantizar que los proyectos puedan sostenerse y que los ahorros de nuestras socias estén seguros», explica.
Caja de Ingenieros y la innovación desde la mutualidad
«No vale obtener beneficios de cualquier manera: son la compensación razonable por realizar un servicio. Hay que buscar un equilibrio», afirmaba Joan Cavallé, director general de Caja de Ingenieros durante casi dos décadas, en una entrevista con Alternativas Económicas. Esa frase resume la filosofía de una cooperativa de crédito que nació en 1967 en Barcelona para dar servicio a profesionales técnicos y científicos, y que hoy cuenta con más de 216.000 socios.
La cooperativa ofrece todos los servicios de una banca tradicional, desde cuentas y seguros hasta inversiones e hipotecas, pero con una gobernanza cooperativa en la que cada socio es cliente y propietario. A través de su Fundación, impulsa proyectos de innovación social, educación financiera y apoyo a la investigación. Y en los últimos años ha hecho de la sostenibilidad el eje central de su estrategia, con fondos de inversión que aplican criterios ASG y herramientas para medir la huella de carbono de las carteras de los socios.
La entidad gestiona activos que superan los 8.000 millones de euros y ha reforzado sus herramientas digitales, aunque mantiene oficinas físicas en las principales ciudades. Su plan estratégico «Transforma 2026» está centrado en digitalización, eficiencia operativa y sostenibilidad. Un ejemplo es el servicio CEApropa, que acerca la atención bancaria a 313 municipios catalanes que no disponen de sucursales.
Laboral Kutxa, la gran cooperativa financiera vasca
Nacida en 1959 como Caja Laboral, Laboral Kutxa surgió de la iniciativa de un grupo de trabajadores de Mondragón que buscaban una herramienta financiera para apoyar la creación y consolidación de cooperativas industriales en la región. Desde sus inicios, la entidad se centró en cubrir las necesidades de quienes quedaban fuera del interés de la banca tradicional, consolidando un modelo basado en la solidaridad y la participación colectiva.
Hoy, Laboral Kutxa es la segunda cooperativa de crédito más grande de España, con más de un millón de socios y unas 300 oficinas, principalmente en el País Vasco y Navarra. Su actividad abarca todos los productos de banca minorista, pero siempre con un enfoque que prioriza la comunidad: cada socio tiene un voto, sin importar el capital aportado, garantizando una gobernanza democrática que refleja los principios cooperativos de origen.
Ese ecosistema sigue mostrando su peso en la economía. Según Cinco Días, la Corporación Mondragón alcanzó en 2024 más de 11.200 millones de euros en facturación y mantiene más de 70.000 empleos, consolidándose como el primer empleador de Euskadi y uno de los principales de España.
La entidad ha buscado además adaptarse a los retos de un sector bancario en transformación. Al igual que Caja Ingenieros, ha reforzado su apuesta por la digitalización sin abandonar la capilaridad territorial, consciente de que la proximidad sigue siendo un valor diferencial. Al mismo tiempo, promueve iniciativas de educación financiera y formación cooperativa, convencida de que la cultura de la cooperación es tan importante como los servicios financieros en sí mismos.
Como resume Txomin García, presidente de Laboral Kutxa, en una entrevista: «Nuestras cooperativas no son ONG. Desarrollan su actividad en una economía de mercado, predominantemente capitalista, sometidas a las fuerzas de la competencia y su futuro depende de su competitividad, del desempeño de sus organizaciones y del talento de sus personas, pero esta ha sido nuestra realidad histórica durante más de 70 años, demostrando que podemos hacerlo, adaptándonos a los retos y siendo muy conscientes de nuestras fortalezas y debilidades. Nuestro mayor reto es seguir siendo competitivos sin renunciar a nuestros principios y valores». Una declaración que refleja el equilibrio que Laboral Kutxa busca mantener: competir en un mercado global sin perder de vista su identidad cooperativa.
Este reportaje pertenece a ‘Altacoop, el altavoz de las cooperativas’, un proyecto que cuenta con el apoyo del PERTE de la Economía Social y de los Cuidados del Gobierno de España.