La lucha de las cooperativas de vehículos eléctricos compartidos por cambiar la movilidad en las ciudades
La ciudadanía ha tomado el impulso de organizarse en cooperativas que persiguen otro modelo de movilidad, en el que prevalece el 'carsharing' de vehículos totalmente eléctricos.
La movilidad sostenible en las ciudades es una de las preocupaciones que, tanto a nivel político como social, más ha impregnado las políticas orientadas a disminuir los índices de contaminación. Más allá de las medidas impulsadas por la Administración pública, la ciudadanía ha tomado el impulso de organizarse en cooperativas que persiguen otro modelo de movilidad, en el que la posesión de un vehículo privado pasa a un segundo plano y en donde prevalece el llamado carsharing de vehículos totalmente eléctricos.
Diversos proyectos cooperativistas, en donde las personas asociadas son quienes deciden las medidas a tomar que a ellas mismas les afectarán, intentan que esta forma de moverse cale cada vez en más territorios.
Som Mobilitat es uno de los mayores ejemplos de cooperativas ligadas a la movilidad. Nació en 2016, en Mataró (Barcelona), de la mano de tres personas que en un coworking de un espacio autogestionado intentaron replicar en este sector lo que desde Som Energia ya se realizaba en el mercado energético. “Pensamos que el modelo en el que impera el coche privado y de combustión esta caducado y necesita un cambio”, explica Ricard Jornet, uno de los fundadores y actual coordinador de la cooperativa catalana.
Arrancaron el proyecto formalmente en 2017 con 800 personas asociadas y cuatro coches eléctricos. A día de hoy, más de 6.900 personas se han sumado a Son Mobilitat, que ha agrandado su parque de vehículos hasta los 170 coches repartidos por toda Catalunya, algunos de ellos destinados al uso exclusivo de fundaciones y entidades sociales.
La forma de utilizar estos vehículos compartidos es bastante sencilla. Cada persona asociada tiene acceso a una aplicación móvil, mediante la que se abre también el vehículo, desde la que puede ver qué coches están disponibles, y reservarlos el día y a la hora que le convenga. A través de la aplicación también puede realizar el pago del alquiler del coche. De esta manera, cada particular puede disfrutar de un vehículo siempre que lo necesite sin necesidad de tener un vehículo en propiedad.
Al igual que las demás cooperativas de este tipo, Som Mobilitat ofrece plaza de aparcamiento las 24 horas con punto de recarga, el pago por horas y kilómetros y una continua limpieza y mantenimiento del vehículo.
Una realidad a nivel europeo
Muchos países de nuestro entorno también disfrutan de iniciativas que impulsan el uso del coche compartido. Según una encuesta realizada por la patronal francesa del sector, este 2025 más de un millón de franceses están inscritos en un servicio de coche compartido en cualquiera de sus modalidades. En el país vecino existen más de 13.800 coches sujetos a este modelo, mientras que Alemania cuenta con 45.400 vehículos compartidos en propiedad de 297 proveedores, entre empresas, cooperativas y asociaciones, que dan servicio a casi 1.400 municipios.
El Osservatorio Nazionale Sharing Mobility italiano presentó algunos resultados en 2024. Una vez analizadas las diversas formas de movilidad compartida, confirmaron que el número de automóviles en este régimen disminuyó en 2021 y 2022, y aumentó en 2023 hasta superar los 2.500 vehículos. “Además, se ha registrado una sustitución progresiva de los vehículos de gasolina por modelos híbridos, lo que pone de manifiesto una tendencia hacia una mayor sostenibilidad medioambiental en la flota”, concluyeron en su informe.
La Asociación Vehículo Compartido España (AVCE), formada por seis empresas privadas del sector, también realizó un barómetro publicado este 2025. Según estas compañías, existen más de 1.800.000 usuarios registrados, aunque solo algo más de 385.000 de ellos están activos. Estas seis empresas cuentan con una flota de 3.891 vehículos que realizaron casi 3.900.00 viajes en 2024. El crecimiento global de su flota total en los últimos cuatro años ha sido del 30%, en la que el 66% de ellos son vehículos eléctricos.
Las cooperativas se expanden por España
Estas cifras proporcionadas por la patronal no analizan proyectos como el de Alterna Coop, en Valencia. Rafa Esteve, uno de sus fundadores, explica que nació en 2019 y actualmente alcanzan casi las 600 personas socias. Al igual que el proyecto catalán, sus primeros integrantes también se conocieron en Som Energia. “Somos gente con inquietud por electrificar el transporte y dejar atrás la movilidad privada”, enfatiza.
De aquellos dos primeros coches que compraron los impulsores han pasado a siete automóviles a día de hoy que dan cobertura a Valencia capital y dos pueblos de los alrededores. Aportar un capital social de 10 euros, tener más de dos años de antigüedad en el carnet de conducir y una edad mínima de 25 años suelen ser los únicos requisitos para entrar a formar parte de este tipo de proyectos.
Eso es lo que sucede también en eKiwi, otra de estas cooperativas que nació antes de la pandemia, en Valladolid, y actualmente ofrecen servicio también en Laguna de Duero y Burgos. David González, fundador y antiguo presidente de la misma, señala que poseen ocho coches y seis motos, todas ellas eléctricas, compradas con la financiación aportada por los 350 socios que forman la cooperativa.
Trabajar por el bien común
Organizarse de forma cooperativista granjea grandes ventajas para las personas asociadas. “Al ser una cooperativa de consumidores sin ánimo de lucro nos aseguramos la implicación de todo el mundo y el trabajo conjunto a favor de un bien común. La particularidad de estos proyectos es que no se persigue ningún interés personal de ninguno de los socios”, comenta Jornet. Además, considera que el ser una cooperativa hace que el proyecto se vea con “simpatía” por parte de ayuntamientos y Administración pública en general. “Si va a más nuestro éxito y facturamos miles de euros, nadie nos podría comprar, lo que aporta una solidez inigualable a la hora de crear una estructura de movilidad en el país”, añade.
Algo parecido piensan en Alterna Coop, donde tienen claro que lo mejor de ser cooperativista es “no tener que responder a intereses de una multinacional, sino a las necesidades propias de los integrantes”, en palabras de Esteve, algo que González ejemplifica en decisiones como “si se pone un coche en su barrio o se suben o bajan las tarifas del servicio”.
Repensar las políticas públicas
Vanessa Maxé y David Balbás, coordinadores de la Escuela de Movilidad Sostenible, recalcan que en estos proyectos se entrecruzan dos formas de entender la realidad: “Por un lado, tratan de poner el foco en el cambio de paradigma, pasando a vehículos eléctricos. Por otro, abordan el modelo económico predominante, dando alternativas más horizontales y democráticas”. Ambos expertos sostienen que en las últimas décadas se ha incrementado el número de cooperativas en general que “intentan subvertir, cambiar o transformar las lógicas en las que nos movemos por la ciudad”.
Desde su punto de vista, tildan de “bonito” pensar cómo en todas las dimensiones de la movilidad ha personas organizadas dentro de la economía social y solidaria intentando mejorar la situación. En el caso del vehículo eléctrico compartido en concreto, recalcan que la sociedad, y la clase política, debería pensar la manera en la que se regula el acceso de los coches al centro de las ciudades, qué se subvenciona y qué no.
“Tenemos que pensar si el Estado da prioridad al coche en propiedad o a iniciativas colectivas y qué quiere incentivar mediante la financiación con miles de millones de euros”, dice Balbás. Maxé, por su parte, apuntilla que las cooperativas poco a poco desarrollarán modelos cada vez más eficientes a la hora de explotar su flota, mejorar las aplicaciones tecnológicas y establecer alianzas con otras cooperativas, como con las del sector energético y de seguros.
Las dificultades asociadas a la cooperativa
Sin embargo, comenzar la ardua tarea de crear una cooperativa también supone un reto para sus integrantes. “La economía social necesita reinventarse y crear herramientas que permitan crear estos proyectos colectivos que quizá ahora no sean rentables pero sí lo consigan ser dentro de una década”, opina Jornet desde Som Mobilitat. En este sentido, su visión a medio plazo pasa por crear parkings de vehículos eléctricos compartidos en todos los barrios de Catalunya, “pero para eso tenemos que cuidar el proyecto entre todos y hacer mucha pedagogía hacia la ciudadanía”, apuntilla.
Para él, lo más difícil de organizarse en una cooperativa fueron los trámites legales que tuvieron que realizar. “Se podría mejorar mucho todo el aspecto del papeleo”, asevera. González, el fundador de eKiwi, defiende la opinión de su homólogo catalán, y agrega que “la parte tecnológica de la aplicación también tiene cierta complejidad”.
Esteve añade desde Valencia que, en su caso, lo más costoso fue hacer frente al desembolso inicial. “Otro gran obstáculo fue encontrar parkings con cargadores para los vehículos. Si no lo encontramos, la propia cooperativa instala su propio cargador”, indica.
Por otro lado, también enfrentan cierta “precariedad”, ya que todo el trabajo de gestión lo realizan personas que lo dedican a este “activismo voluntario”, tal y como lo denomina el fundador de Alterna Coop. Desde eKiwi secundan este postulado: “Unas personas lavamos los coches, otras se dedican a la facturación… No solo es usar el servicio, sino dedicarle una porción de tu tiempo para que todo funcione correctamente”.
Jornet, Esteve y González coinciden al afirmar que ninguno de los proyectos que fundaron tendría sentido si no fueran una cooperativa. El último de ellos resume su labor como “una alternativa para modificar los hábitos de movilidad con una pata de concienciación social que nunca tendrá una empresa cuyo objetivo es facturar cuanto más mejor”.
La unión entre cooperativas: esencial para avanzar
Por último, preguntados los integrantes de estas cooperativas por los consejos que le darían a otros grupos interesados en replicar sus proyectos, los tres responden que hermanarse entre iguales es crucial. Desde la Escuela de Movilidad Sostenible secundan esta opinión: “Aliarnos es fundamental entre empresas de la economía social para que estas medidas de transformación tengan mayor impacto y visibilidad”, desarrolla Maxé.
En este sentido, las cooperativas que han participado en este reportaje estarán presentes en el encuentro que tendrá lugar el viernes 26 de septiembre en Madrid. En él se darán cita todos los proyectos cooperativistas organizados en la RedMovilidad, entre los que se cuentan también KarKarCar de Pamplona, EhCoche de Zaragoza, eMocion de Granada y Energía bonita de La Palma, para pensar en común sobre los futuros retos que afrontarán. Lo llevan en su nombre: la cooperación es esencial para alcanzar cada vez una mayor influencia y un nuevo modo de entender la movilidad en la ciudad.
Este reportaje pertenece a ‘Altacoop, el altavoz de las cooperativas’, un proyecto que cuenta con el apoyo del PERTE de la Economía Social y de los Cuidados del Gobierno de España.