Internacional
Colonos israelíes y soldados arrancan miles de árboles para castigar a una aldea palestina
«La ocupación no quiere que vivamos aquí, en nuestra tierra, en paz. Quiere destruirlo todo», lamenta un anciano de Al Mughair. La aldea estuvo bajo asedio de los soldados durante casi tres días. Según los vecinos, allanaron cientos de viviendas, saquearon joyas y dinero y los intimidaron con perros.
PATRICIA MARTÍNEZ SASTRE // La noticia de que colonos israelíes, acompañados de militares, arrancaron miles de olivos en la aldea palestina de Al Mughair no dejó indiferente a nadie. Pero quizá, lo más inaudito fue que tanto la justificación del Ejército israelí como la de los palestinos coincidiera: el objetivo final era la venganza.
En una entrevista con EFE, el palestino Waheed Abu Naim, profesor de inglés de esta aldea de unos 4.000 habitantes, repite que no van a perder la esperanza ni abandonar Cisjordania. Los vecinos dicen que más de 10.000 olivos fueron destrozados; mientras que el Ejército cifra en 3.100 los árboles arrancados de cuajo por las excavadoras.
«Quieren vengarse», dice a EFE Abu Naim, dueño de 40 de esos árboles y quien desde hace años experimenta en sus propias carnes las consecuencias de la política colonial y expansionista israelí. «Todos estos planes solo quieren transmitirnos un mensaje: tienes que perder la esperanza y dejar tu tierra si quieres una buena vida», añade este padre de cuatro hijos.
El pasado 20 de agosto, un colono que pastoreaba en la zona resultó herido leve en un tiroteo. El desbroce, que comenzó dos días después, debía supuestamente «mejorar las defensas» del Ejército, según le dijo a EFE un portavoz castrense.
Sin embargo, el alto oficial que dio la orden, el jefe del Comando Central del Ejército israelí, Avi Bluth, reveló –en unas declaraciones filtradas a la prensa israelí– que las motivaciones reales eran otras.
«Cada aldea y cada enemigo deben saber que si atacan a los residentes [colonos] pagarán un alto precio», declaró Bluth durante un informe a las tropas en el propio Al Mughair. «Experimentarán un toque de queda, un asedio y operaciones de control», afirmó el general, antes de añadir que el pretexto es «disuadir no solo a este pueblo, sino a todos los pueblos que intenten alzar la mano» contra los colonos.
Soldados israelíes realizan una redada de tres días
La aldea estuvo bajo asedio militar durante más de 70 horas, hasta la mañana del 24 de agosto. En ese tiempo, los soldados allanaron cientos de viviendas, arrestaron a unas 10 personas –entre ellas el alcalde, Amin Abu Alia, liberado ayer– y no dejaron a los palestinos salir de sus casas ni para comprar pan. Según relata Abu Naim, también hubo intimidación con perros y el saqueo por soldados de joyas y dinero.
El vecino Said Hussan Abu Alia, de 65 años, se pregunta qué le han hecho los árboles a la «ocupación» y recuerda que algunos de ellos eran centenarios, anteriores a la creación de Estado de Israel. Sin ellos, un extenso terreno aledaño a la carretera de Alon –que corta Al Mughair en dos y por la que circulan colonos– se ha quedado completamente baldío, sin un solo olivo que cosechar.
«Siento frustración, esto es un crimen», dice a EFE Hussan, quien junto a sus hermanos ha perdido más de 1.000 olivos. Hussan recuerda que llevan dos años, desde el inicio de la ofensiva bélica en Gaza, en los que Israel les veta el acceso a sus tierras o les da un solo día de permiso para cosechar la aceituna.
Este año la época de colecta comienza en unas semanas, pero aquí apenas quedan olivos. «La ocupación no quiere que vivamos aquí, en nuestra tierra, en paz. Quiere destruirlo todo», lamenta este anciano.
Las declaraciones del general Bluth, consideradas por diferentes grupos pro derechos humanos un posible «crimen de guerra», propiciaron una denuncia ante el fiscal general militar. Según declaró a EFE Noa Sattath, la directora de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel (ACRI) que interpuso esta queja, no es la primera vez que el Ejército perpetra castigos colectivos contra los palestinos, «pero nunca han dicho que lo estaban haciendo».
Abu Naim lo sabe bien. Recuerda cómo durante una incursión militar el 24 de noviembre de 2024, veintiséis soldados convirtieron su casa en un barracón, echando a su familia de madrugada y desplegando ocho banderas israelíes en el tejado y terraza, según una imagen en su teléfono. Tampoco olvida cómo, en abril de ese año, colonos armados quemaron coches y viviendas amparados por el Ejército. El palestino dice que uno de ellos llegó a dispararle en el pecho, pero que ya no le quedaban balas.
Otro vecino de Al Mughair, cuya casa está vallada con concertinas –dice– para protegerse de los ataques de colonos, observa las intrincadas raíces de los olivos tirados bocarriba a pocos metros de su vivienda. Como muchos, cree que la política ejecutada por el Ejército responde a un plan del gobierno israelí –donde ministros colonos ostentan carteras clave– para desplazarles.
«Nos quitaron la fuente de sustento y cortaron los árboles. Todo es un intento de expulsarnos. Esta es la política de un gobierno racista», dice antes de añadir que todos y cada uno de los olivos serán replantados.