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La periodista mexicana Alejandra Sánchez Inzunza es cofundadora de Dromómanos, una productora transmedia de proyectos periodísticos regionales que trabaja en investigaciones en profundidad y colabora con medios locales e internacionales como The New York Times, Vice News y Univisión. Y es, junto con José Luis Pardo, coautora de Narcoamérica (Tusquets), una crónica de viajes por el mundo de las drogas. Este miércoles presentarán su proyecto Cabina En Malos Pasos en FB Live, «una experiencia interactiva para debatir sobre la violencia en el continente». A continuación, reproducimos la entrevista que publicamos en La Marea especial de verano. Sánchez Inzunza envió las repuestas por correo electrónico.
Recorrió Latinoamérica en coche. Y descubrió que había un hilo conductor: la coca. ¿Cómo condiciona la vida de poblaciones tan distintas?
La coca es un producto y, por tanto, tiene muchas fases que afectan a distintos tipos de poblaciones. Desde la producción en países como Colombia, Perú y Bolivia, que afecta principalmente a campesinos; la distribución que afecta a Centroamérica, México, Brasil, Europa, etcétera, donde decenas de jóvenes trabajan para el crimen organizado; y el consumo, que, al ser tratado como un problema de seguridad y no de salud, abarrota cárceles en toda la región y causa miles de muertes al año. La política prohibicionista ha hecho que las drogas sean un tema que afecta a millones de personas desde el ángulo que se vea. Mientras dicha política no cambie, tomando en cuenta otros problemas como el campo, la sanidad y las oportunidades de trabajo, la coca o cualquier droga seguirá afectando a millones de personas en estos países.
¿Qué otros hilos conductores ha descubierto en sus viajes? ¿Cuántas Américas hay?
Para nosotros hablar de tráfico de drogas era un pretexto para hablar de corrupción, violencia, impunidad, pobreza, desigualdad. Todos estos fenómenos son hilos conductores de todos nuestros países y una manera para contarlos.
¿Puede avanzar algunas conclusiones de su actual trabajo, centrado en los homicidios de los países más violentos del continente?
Empezamos esta investigación hace un año en Brasil, Venezuela, El Salvador, Colombia, Honduras, Guatemala y México porque estos países concentran el 34% de todos los asesinatos en el mundo. Mientras otras regiones han disminuido sus índices de violencia, América Latina es la única al alza. Y esto sin tener una guerra de por medio. Queremos entender por qué en América Latina se mata más que en cualquier otra parte del mundo y qué significa el asesinato, algo tan naturalizado y a la vez tan extraordinario. Hemos visto que sin duda es un fenómeno íntimamente relacionado con la impunidad porque rara vez hay castigo al homicidio. SIn embargo, también es un fenómeno que afecta principalmente a la periferia y por tanto está ligado a la exclusión social. Creemos que el homicidio empieza en la desigualdad y acaba en la impunidad.
¿Cuáles son los principales estereotipos que debería desterrar todo turista que visita Latinoamérica?
Los españoles llegan con el chip colonial. Creo que es difícil definir un país a través de la prensa diaria o sin una visión en profundidad. Definitivamente, no hay conciencia de dicha diversidad y pluralidad, de los contrastes, de la comida, de la música, religión. Y esto no es culpa de nadie. Es desconocimiento. Es mirar lo otro como algo extraño y es más sencillo llenar una idea con prejuicios que con conocimiento.
¿Hacia dónde va Latinoamérica?
Imposible de responder. Me cuesta trabajo ponerme futurista. Respecto a los temas que investigo, que tienen que ver con conflicto, seguridad y violencia, espero que poco a poco se trabaje hacia un cambio en la política de drogas. Canadá es el segundo país en legalizar la marihuana después de Uruguay. La comunidad que pide un alto a la violencia y un cambio de rumbo es cada vez mayor. Se están buscando alternativas para combatir el crimen organizado en países como Colombia y México pero, a la vez, las políticas de mano dura siguen siendo las más populares. Quiero ser optimista. Pero creo que centrarnos en una nueva política de drogas y buscar nuevas estrategias de seguridad más allá de la militarización, pueden hacer mucho bien a nuestros países.