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María Corina Machado, Premio Nobel para la Guerra

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Opinión

María Corina Machado, Premio Nobel para la Guerra

"Este premio sirve para lavar la cara a quien tiene mucho más en común con Augusto Pinochet que con Salvador Allende", analiza Arantxa Tirado.

Fotografía de archivo de la líder de la oposición venezolana María Corina Machado. EFE/ Miguel Gutiérrez
Arantxa Tirado
16 octubre 2025 Una lectura de 9 minutos
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El viernes 10 de octubre, la academia noruega encargada de otorgar el Premio Nobel de la Paz anunció que María Corina Machado, la líder opositora venezolana, era la galardonada este año por “su incansable labor en pro de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. 

Entre el entusiasmo de los opositores venezolanos y la estupefacción de la izquierda mundial, las reacciones políticas no dejaron de sucederse. Quizás el mensaje más llamativo fue el del asesor de Donald Trump y negociador estadounidense con el Gobierno de Venezuela, Richard Grenell, que sentenció en X: “El Nobel de la Paz murió hace años”.

Grenell, el hombre detrás del intercambio de presos estadounidenses en Venezuela por migrantes venezolanos deportados a las cárceles de alta seguridad de Bukele en El Salvador, parecía realizar una crítica velada a que Trump no fuera el galardonado, pero que podía interpretarse también como un cuestionamiento a la oportunidad política de la elección de esta “campeona de la democracia”, en palabras de la academia noruega. 

De golpe en golpe hasta la democracia final

Sin embargo, la trayectoria de Machado la aleja mucho de ser la encarnación de la lucha por la democracia, y mucho menos pacífica. Machado participó en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002, que derrocó al presidente venezolano para sustituirlo por el líder de la patronal Fedecámaras, Pedro Carmona. Aunque lo negó posteriormente, Machado firmó el “Acta de constitución del Gobierno de Transición Democrática y Unidad Nacional”.

El documento, conocido como Decreto Carmona, derogó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), aprobada por referéndum popular en 1999, e instaló una efímera Junta de Gobierno (efímera poque las calles y los cuarteles venezolanos se movilizaron para defender el proceso revolucionario y restaurar el orden democrático). 

Hugo Chávez decretó una amnistía general para los golpistas así que María Corina Machado pudo proseguir con su particular “lucha por la democracia” en la “dictadura venezolana”. En 2002 creó la asociación civil, Súmate, financiada por la National Endowment for Democracy (NED), la organización estadounidense pantalla de la CIA que sirve de cobertura legal y económica a las operaciones de injerencia internacional dirigidas a “promover la democracia liberal” (traducción: el cambio de régimen) en los países gobernados por retadores hegemónicos de sus intereses geoestratégicos.

Una de sus primeras acciones de Súmate fue recolectar firmas para iniciar un referéndum revocatorio al presidente venezolano, previsto en el artículo 72 de la CRBV, para someter a escrutinio a todos los cargos públicos a mitad de su mandato. Chávez fue refrendado en 2004 y la oposición venezolana siguió con su hoja de ruta destituyente hasta nuestros días.

Una de las características de dicha hoja de ruta ha sido no reconocer la institucionalidad venezolana, ni su legalidad, ni la legitimidad de sus dirigentes, o de la Revolución misma. Las acusaciones de fraude electoral, o el boicot a participar en elecciones, han sido constantes desde el inicio del proceso revolucionario. No obstante, en Venezuela la oposición ha podido gobernar y gobierna en estados, municipios y ha ganado elecciones a la Asamblea Nacional.

Esta victoria generó un choque de poderes entre el legislativo y el ejecutivo que tuvo en 2019 su momento cumbre con la autoproclamación de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como presidente encargado del país. Esta ficticia presidencia paralela fue reconocida por EEUU, España y el conjunto de la Unión Europea así como los tradicionales aliados del mundo occidental, a pesar de que su “gobierno interino” era inexistente más allá de la virtualidad de las redes sociales y de unos cargos inventados que sirvieron para el latrocinio de los recursos venezolanos en el exterior. 

Machado, defensora de la máxima presión

La estrategia opositora, que ha tratado de agruparse en estas décadas bajo distintos paraguas unitarios de disímil éxito, debido a sus diferencias tácticas, pugnas de poder y animadversiones recíprocas manifiestas, ha tenido en Machado el estandarte de la defensa de la vía dura para salir del chavismo. Así, un año antes del golpe de Juan Guaidó, Machado escribió una carta al presidente argentino, Mauricio Macri, y al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para pedirles que apoyaran la aplicación de la doctrina de la responsabilidad de proteger (R2P) en Venezuela, una figura jurídica que fue utilizada en 2011 para autorizar desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la intervención internacional en Libia que llevó a la caída y asesinato de Muamar el Gadafi. 

Las declaraciones de la adalid de la paz, María Corina Machado, sobre la necesidad de acciones bélicas para acabar con el “régimen criminal” de Nicolás Maduro abundan en la hemeroteca. Su defensa de la máxima presión incluye dar la bienvenida a las medidas coercitivas unilaterales que EEUU viene aplicando contra el sector petrolero, individuos e intereses de la Venezuela bolivariana y que, según el economista venezolano Francisco Rodríguez, son en gran parte responsables de la caída de más del 70% de la renta per cápita de los venezolanos que se produjo en la década de los 2010. Las consecuencias de dicho desplome se traducen en el éxodo de millones de venezolanos por varios países de América Latina, EEUU y Europa.

Por si hubiera dudas, María Corina Machado ha interpretado el Premio Nobel de la Paz como lo que es, un espaldarazo a su apuesta por la máxima presión hacia lo que ahora llama “estructura criminal”, “cartel” o “tiranía que ha derivado en un sistema narcoterrorista”. Machado se refería con estos términos al Gobierno de Nicolás Maduro en sus entrevistas horas después de la premiación y aprovechaba para lanzar un mensaje de invitación al diálogo “Váyase ya por la paz de Venezuela”. Ironías aparte, María Corina Machado amenazaba al presidente venezolano y a quienes lo respaldan para “aceptar los términos de la transición por su propio bien”.

Maduro, en palabras de Machado, debe salir “con o sin negociación”, una idea que está en la línea de la “extracción quirúrgica” de la que hablan en algunos círculos opositores para referirse eufemísticamente a un golpe de Estado que supondría el derrocamiento, y quién sabe si asesinato también, del presidente venezolano y su círculo cercano.

La división en Estados Unidos y el nuevo escenario bélico

María Corina Machado cuenta con un gran aliado en la Casa Blanca para llevar adelante sus propósitos de cambio de régimen y no es principalmente Donald Trump sino el secretario de Estado y actual asesor de Seguridad Nacional en funciones, Marco Rubio. Rubio, hijo de migrantes cubanos que llegaron a EEUU en 1956, representa uno de los motores de la política de máxima presión hacia la Revolución Bolivariana. Su apuesta ideológica, no exenta de intereses económicos, es hacer caer a la Revolución Bolivariana y, con ello, también a la cubana. Destacó como senador republicano promoviendo leyes de apoyo a la “democratización” de Venezuela. Ahora desde posiciones de gobierno, Rubio parece tener carta blanca para ejecutar nuevas acciones. En febrero de 2025, designó al Tren de Aragua, una organización delictiva venezolana, como organización terrorista extranjera y organización terrorista global. 

Días después, María Corina Machado afirmó que la ficticia organización Cártel de los Soles financia el Tren de Aragua y, con ello, cerró el círculo de la acusación de narcoterrorismo a Nicolás Maduro, a quien EEUU señala como el máximo líder de dicho cártel, motivo por el cual ofrece 50 millones de dólares a quien lo detenga. Recordemos que Nicolás Maduro fue definido por la Fiscal General estadounidense, Pam Bondi, como “uno de los narcotraficantes más grandes del mundo y una amenaza para nuestra seguridad nacional”.

Otro de los presidentes latinoamericanos acusados por EEUU de narcotraficante fue Manuel Noriega, derrocado en diciembre de 1989 por una invasión militar estadounidense y condenado a 40 años de prisión en EEUU. La historia parece condenada a repetirse o la originalidad de los argumentos parece condenada a agotarse. Juzguen ustedes.

Según refieren varias fuentes en la prensa internacional, Rubio y Grenell tienen posiciones enfrentadas sobre cuál debe ser la aproximación de EEUU hacia Venezuela. Con el anuncio del Nobel a Machado, Grenell supo que había perdido una batalla en la guerra solapada que mantiene con el secretario de Estado. Una disputa seguramente táctica, mas no estratégica, que no es la primera vez que se reproduce al interno de una administración estadounidense. De hecho, en la primera administración de Donald Trump ya hubo diferencias similares, relatadas por el ex sesor de Seguridad Nacional, John Bolton, en sus memorias y por información filtrada en la prensa sobre las diferentes visiones dentro del Gobierno entre el Pentágono, la CIA, el Departamento de Estado o el mismo Donald Trump, acerca de cómo actuar frente al Gobierno venezolano.

El mismo día que el comité noruego anunció el Nobel de la Paz, Venezuela solicitó una reunión extraordinaria ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para denunciar las ejecuciones extrajudiciales que EEUU está perpetrando contra supuestas narcolanchas venezolanas en el Caribe y la amenaza que suponen estas acciones bélicas fuera del Derecho Internacional para la paz y la seguridad de la región. Además, el representante de Venezuela ante la ONU, Samuel Moncada, detalló el despliegue militar ofensivo de más de 10.000 efectivos militares, aviones de combate, un submarino nuclear y activos varios, algunos propios de misiones encubiertas, que abrirían un escenario de un posible ataque armado estadounidense contra Venezuela. Unas acciones que han provocado que algunos congresistas demócratas presenten ante la Cámara de Representantes resoluciones señalando que el presidente de EEUU no puede iniciar ninguna guerra sin el debate previo y la aprobación del Congreso estadounidense, y que el tráfico ilegal de drogas no puede constituir en sí mismo una interpretación de un ataque armado o una amenaza de un ataque armado inminente. 

Follow the… petróleo

En realidad, la lucha por la democracia y la defensa de los derechos humanos en Venezuela han sido siempre la excusa retórica opositora para ocultar una disputa que discurre en el ámbito geopolítico y que es la de los recursos venezolanos. Venezuela tiene las principales reservas probadas de petróleo del mundo y, tras la victoria de Hugo Chávez, inició una política de diversificación en la explotación petrolera entre su estatal PDVSA con empresas de terceros países, algunos de ellos retadores geopolíticos de EEUU como China, la Federación de Rusia o Irán. 

Debajo del intento de regreso a una democracia que nunca fue tal para amplios sectores de la población venezolana está el petróleo o las ingentes reservas de gas que garantizan a Venezuela 300 años de producción –frente a los 14 años de EEUU–. Esta es la lucha que mueve a María Corina Machado, a la oposición venezolana y a quienes la respaldan desde EEUU. Machado ha dejado claras sus intenciones de privatizar la industria petrolera. Ni hace falta decir que esa decisión implicaría la salida de las petroleras propiedad de los enemigos geopolíticos de EEUU para poner en bandeja los recursos a quienes tanto han ayudado a los “luchadores por la libertad” venezolanos. 

Desde la perspectiva opositora, este nuevo reparto de los recursos sólo será posible con el arribo de la auténtica democracia a Venezuela. La misma “democracia” que EEUU llevó a Chile en 1973 de la mano de Augusto Pinochet, esa democracia que consiste en garantizar los intereses estadounidenses frente a los de otros competidores, ahora en un nuevo escenario geopolítico donde la disputa por los recursos es clave para la hegemonía del futuro.

En el actual momento de escalada contra el Gobierno de Venezuela, y tomando en consideración el contexto, este Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es un Premio Nobel para la Guerra. Sirve para lavar la cara a quien tiene mucho más en común con Augusto Pinochet que con Salvador Allende, aunque la prensa internacional y una lobotomizada opinión pública occidental se empeñen en afirmar lo contrario. Además, es un apoyo explícito a una lucha que, en el caso de Machado, no ha sido democrática ni pretende ser pacífica. Si la apuesta bélica de Rubio y Machado se impone al pragmatismo negociador de Grenell, servirá también para tratar de tapar los futuros crímenes de EEUU en Venezuela tras un construido liderazgo de paz que, como en Gaza, sólo será la paz de los cementerios.

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Comentarios
  1. Chorche dice:
    16/10/2025 a las 13:03

    Según el FAI (Frente Antiimperialista Internacionalista), la entrega del premio a María Corina Machado debe ser leída no como un gesto aislado, sino como parte de una estrategia mayor de recolonización de América Latina por parte de Estados Unidos, señalando que esta decisión «representa una abierta legitimación de la guerra y una estrategia de criminalización contra Venezuela».
    El FAI ha reaccionado enérgicamente a la decisión del Comité Noruego del Nobel, hecha pública el pasado 9 de octubre, de premiar a Machado, a quien califican como «una figura estrechamente vinculada con los intereses de intervención militar extranjera en su país».
    «No deberíamos escandalizarnos por a quién se premia, sino preguntarnos para qué se otorgan estos premios y a qué estrategia sirven».
    El Frente recuerda casos paradigmáticos como el de Henry Kissinger, premiado en 1973 pese a su participación directa en el golpe militar en Chile que derrocó a Salvador Allende, y el de Barack Obama, galardonado en 2009 poco después de asumir la presidencia, cuando aún no había logrado ningún avance concreto por la paz, pero ya había aprobado intervenciones militares devastadoras en Libia, Afganistán o Siria.
    «En este caso el premio apunta a reforzar la agresión contra Venezuela y su gobierno legítimo, buscando preparar a la opinión pública para una posible intervención militar bajo argumentos humanitarios o antidrogas».
    «la narrativa de criminalización del gobierno venezolano se construye a partir de acusaciones infundadas, como las de supuesta vinculación con el narcotráfico, a pesar de que informes de la ONU desmienten categóricamente esa idea».
    Figuras del establishment estadounidense como Marco Rubio han desdeñado incluso estos datos, afirmando: “¡No me importa lo que diga la ONU!”. Este tipo de afirmaciones reflejan el supremacismo imperial en estado puro.
    Para el FAI otorgar el Nobel de la Paz a una figura como María Corina Machado, mientras se intensifica la presión militar y mediática sobre Venezuela, constituye un verdadero acto de guerra. Lejos de ser un homenaje a los valores de la paz, el premio 2025 se convierte así —denuncia el colectivo— en un símbolo del cinismo imperialista y una herramienta más para avanzar en la agenda de dominación continental de Estados Unidos.
    El FAI finaliza su declaración advirtiendo que Venezuela, con sus vastos recursos naturales y su papel central en la resistencia antiimperialista latinoamericana, «es una pieza clave para la hegemonía occidental».
    (UN PREMIO NOBEL DE LA PAZ PARA DECLARAR LA GUERRA, Ernesto Gutierrez, Canarias Semanal)

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