lamarea.com
  • La Marea
  • Kiosco
  • Climática
DONA SUSCRÍBETE
SUSCRÍBETE
Iniciar sesión
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Sociedad
  • Opinión
  • Medio ambiente
  • Economía
  • Revista
ANTERIOR

De izquierda y corrupción

SIGUIENTE
Este verano refúgiate en La Marea. Suscríbete desde 17€

Opinión

De izquierda y corrupción

"Para que haya corruptos, es imprescindible que haya corruptores y un sometimiento del poder político al económico, aunque parezca lo contrario. Es necesario poner el foco en esas empresas", opina Arantxa Tirado.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa ofrecida la semana pasada en la sede del partido. EFE/Daniel Gonzalez
Arantxa Tirado
20 junio 2025 Una lectura de 7 minutos
Telegram Linkedin

España asiste indignada, una vez más, a una sucesión de casos que tienen a la corrupción como hilo conductor. Los últimos capítulos en esta telenovela que acaba de empezar los protagonizan, de momento, tres señores llamados José Luis Ábalos, Koldo García y Santos Cerdán. Se trata de dos ex secretarios de organización del PSOE, uno de ellos además fue ministro de Transportes, y un “asesor”, empleado en tareas polivalentes, que están siendo investigados por formar parte de una presunta trama de corrupción, en la que participarían supuestamente algunas grandes empresas, como Acciona, cuyo desenlace es todavía incierto. 

Informes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil o grabaciones de los implicados, que llegan a los medios, se han convertido en el centro de la actualidad informativa. La guerra de las filtraciones promete garantizar un verano entretenido, desde el punto de vista informativo, pues cada día van surgiendo datos que provocan reconsiderar las hipótesis que se habían hecho el día anterior, y nuevos actores que complejizan las piezas del puzle. 

Cobro de comisiones en transacciones comerciales; amaños en concursos públicos; cohecho; contrataciones a dedo a cambio de mordidas; fraudes fiscales; falsedades documentales; tráfico de influencias o blanqueo de capitales, son sólo algunos de los presuntos delitos que se escuchan estos días. Por si fuera poco, las conversaciones filtradas contienen también comentarios sobre enchufes a esposas, amigas y amantes.

Asimismo, dejan constancia de la actividad putera de Ábalos y García, mostrando conductas morales en el ámbito íntimo que, si bien no son delictivas, ponen en bastante mal lugar a quienes, como Ábalos, se declaraban feministas mientras presuntamente pagaban por disponer del cuerpo de mujeres, como si de un objeto se tratase. 

Aunque se desconoce hasta dónde llega esta red de chanchullos, qué otros políticos y empresarios están implicados, lo que ya parece cierto es que las consecuencias políticas van a ser devastadoras. No se trata solamente de un problema para el PSOE, para la imagen del presidente Pedro Sánchez o para el Gobierno, por lo demás de coalición, sino de un misil en la línea de flotación de la credibilidad de un régimen político, el del 78, que arrastra múltiples crisis no resueltas. La continuidad del Gobierno y de la legislatura están, más que nunca, en duda.

El PP trata de aprovechar el escándalo para exigir, por enésima vez, elecciones anticipadas y posicionar su “váyase señor Sánchez”, que retrotrae al “váyase señor González” que hizo célebre a Aznar a principios de la década de los 90, pero lo cierto es que ambos escenarios distan mucho de ser similares.

El PP actual no tiene credenciales para presentarse como adalid de la regeneración democrática. Difícilmente un partido que fue desalojado del Gobierno en 2018 tras una moción de censura, provocada por una condena por financiación ilegal, puede liderar una “revolución de la dignidad”, como defendía Borja Sémper hace unos días. Menos todavía cuando su actual secretario general, Alberto Núñez Feijóo, debe su cargo a la defenestración de un Pablo Casado que se atrevió a insinuar la presunta corrupción existente en las comisiones que habría cobrado el entorno familiar de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

En medio de tanta información mareante, en la que es fácil perderse, algo parece claro. Los nombres de los corrompidos van cambiando, sus partidos también, pero las prácticas y los corruptores permanecen, igual que permanece la lógica capitalista que les da origen. Por eso, es fundamental tener una visión estructural, que no se quede en la superficie y en las responsabilidades políticas. Para que haya corruptos, es imprescindible que haya corruptores y un sometimiento del poder político al económico, aunque parezca lo contrario. Es necesario poner el foco en esas empresas a las que no se señala, cuyos directivos muchas veces se van de rositas en los tribunales y que, pese a las medidas internas que ahora dicen tomar para acabar con estas prácticas, siguen utilizando las mismas mañas para ganar contratos. 

La corrupción, ¿una fatalidad histórica?

Cada vez que resurge la corrupción en España vuelven los fantasmas del pasado. En la Restauración borbónica que se dio desde finales del siglo XIX hasta el advenimiento de la Segunda República, un sistema de partidos corrupto se puso a disposición de la estabilidad de una monarquía, también corrupta, dando lugar a un bipartidismo en que la alternancia ideológica era una farsa y la democracia más aparente que real.

Que el rey emérito se haya fugado a vivir a Abu Dabi salpicado por distintos casos de presunta corrupción que no prosperan en los tribunales debido a su inviolabilidad e irresponsabilidad constitucional, no ayuda a evitar los paralelismos con la otra “restauración borbónica” que se produjo después de la Transición española.

Sin duda, la corrupción del bipartidismo actual rememora los tiempos del turnismo decimonónico. Se puede interpretar como la consecuencia lógica de las deficiencias en la construcción del Estado moderno español. Siguiendo esta lógica, la corrupción sería mucho mayor en los Estados que arrastran relaciones clientelares, de tradición caciquil, características de un desarrollo histórico plagado de abusos, desigualdades y ausencia de sentido democrático por parte de unas clases dominantes que establecen unas redes de poder impermeables a la fiscalización.

Ello se traduciría en una manera de operar alérgica a la igualdad y a la transparencia, caldo de cultivo de todo tipo de abusos desde el poder, que serían respondidos desde abajo con picaresca. Grosso modo, la idea subyacente es que, si los de arriba no respetan siquiera sus propias reglas, los de abajo tampoco se verían obligados a hacerlo.  

Pero, más allá de los problemas políticos y económicos estructurales, de la conexión de momentos históricos o de rasgos de una cultura política que favorece ciertas conductas en los asuntos públicos, haríamos un flaco favor a nuestra sociedad si pensáramos que la corrupción es una suerte de fatalidad histórica, cuando no antropológica, una cualidad intrínseca al ser humano.

Esta idea, que se sustenta en una visión egoísta y de pesimismo hobbesiano, está detrás de la justificación del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la última sesión de control parlamentaria cuando se defendía diciendo que “la corrupción cero no existe”. A estas palabras se le opusieron otras, las de Gabriel Rufián, el portavoz de ERC: “La izquierda no puede robar”.

Si eres corrupto, no eres de izquierda 

Las premisas éticas de las que deberían partir los proyectos políticos que ponen el bienestar colectivo en el centro y que no conciben la política como un espacio de medro propio, sino de lucha para la igualdad entre los seres humanos, son diametralmente opuestas a las que constituyen las coordenadas ideológicas del individualismo de las propuestas de derecha.

Estas provienen de la defensa de un sistema de producción y relaciones sociales que consagra la explotación de la clase trabajadora y el enriquecimiento, legal pero ilegítimo, de una minoría dominante a costa de las necesidades de las desposeídas mayorías, bajo justificaciones que se sustentan en una mal entendida libertad individual. 

En diferentes momentos históricos, y en distintas latitudes, la izquierda de verdad, la que se comporta siguiendo unos parámetros éticos distintos a los de la moral capitalista, se ha distinguido por su ética inquebrantable, por denunciar los casos de corrupción con los que se ha topado en su ejercicio profesional o político, y tratar de construir un marco legal, político y social diferenciado.

El gran problema es que, antes de que lo haya podido conseguir, ha sido apartada de los lugares de gobierno, a veces por la fuerza bruta. Desde los golpes de Estado contra la Segunda República en España o contra el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, los poderes económicos, esos que mandan y corrompen, se han aliado con otros poderes fácticos para abortar proyectos políticos de auténtica democratización.

Sin poner ejemplos tan extremos, la llegada a los ayuntamientos y al Gobierno central de las fuerzas políticas que cambiaron el sistema de partidos español después del 15-M, como Unidas Podemos o las diferentes candidaturas municipalistas, supusieron una nueva manera de hacer política que tampoco fue tolerada por quienes hoy, hipócritamente, se rasgan las vestiduras con los casos de corrupción ajena. 

Aunque estas fuerzas estaban lejos de poder desarmar las larvadas redes de poder que consagran la corrupción de la clase dominante, sus dirigentes fueron vistos como una amenaza para el statu quo. Así, primero fueron marginados, luego ridiculizados y, finalmente, machacados para sacarlos del juego político. La presión se hizo insoportable cuando, además, decidieron denunciar la corrupción existente y no prestarse para seguir con las mismas dinámicas, como le sucedió al concejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, expulsado por la propia Manuela Carmena de su gobierno. Presiones y acosos políticos, mediáticos y judiciales que también padecieron varios líderes de Podemos o el Ayuntamiento de Barcelona encabezado por Ada Colau. 

Por eso, en un momento en que vuelve al debate público la idea de la regeneración democrática conviene recordar que una auténtica regeneración democrática sólo la pueden llevar a término quienes no comparten la moral capitalista dominante, quienes no se han dejado comprar ni aspiran a vivir de los sobres de dinero o del sudor ajeno. La corrupción no es, por tanto, un inevitable pecado individual de quienes se dedican a lo público. Tampoco es una fatalidad histórica. Todo puede ser cambiado en la Historia, incluso el capitalismo, pero, como la regeneración democrática, depende de nuestra conciencia y acción colectiva.

Telegram Linkedin

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

€
  • #capitalismo
  • #corrupción
  • #empresas
  • #izquierda
  • #Pedro Sánchez

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Suscríbete dona
Artículos relacionados

'Lawfare made in Spain'

Arantxa Tirado
15 julio 2022

Contra el consenso en política exterior

Arantxa Tirado
21 marzo 2025
Comentarios
  1. ArroyoClaro dice:
    24/06/2025 a las 19:34

    Con todo ello y más: (Hay que decir que la «izquierda» progre no se atreve con la IC.)
    «Establecer el estado laico, hoy, es misión imposible» · por Francisco Delgado. Diario Crítico.
    … la confesionalidad (sobre todo católica) de las instituciones del Estado español siguen en su cenit más alto y casposo. Nada ha variado, en todo caso ha empeorado en estos dos últimos años.
    En suma, el Estado laico, con el poder ejecutivo actual (supuestamente) de centro izquierda y un poder legislativo (en parte, vencido a la derecha tradicional y nacionalista), es un imposible, una entelequia.
    La religión confesional (con sus catequistas, imanes y pastores) sigue ofreciéndose en el horario lectivo entre 1 y 2 horas a la semana (en según qué comunidad autónoma) al alumnado de 3 años hasta el bachillerato y la FP. Aunque varía algo por territorios, el alumnado que no solicita religión es -aproximadamente- la mitad… en la media de todos los cursos y, salvo una minoría de centros que programan alternativas atractivas y pedagógicas, en la mayoría de los casos ese alumnado permanece en una especie de vergonzoso “limbo” sin nada que hacer durante el espacio que se imparte religión, que como resultado matemático nos da que, desde la infantil hasta el bachillerato, se pierde -por culpa de la religión- casi un curso completo lectivo. Algo bochornoso.
    Y por otro lado, la financiación pública de centros de enseñanza dogmático católicos crece alarmantemente, año tras año, gracias a las últimas reformas «progres» de la LOMLOE de 2020 (PSOE-UP) y de la FP de 2022 y, también, de las gobernanzas conservadoras en muchas CCAA. Hecho que era previsible.
    La casilla para la financiación de la iglesia católica ahí sigue en el impreso de la Renta. La reforma del código penal para que no sean contemplados delitos de blasfemia, sigue “en el cajón”. De la vergüenza de las inmatriculaciones no se ha “tocado ni una coma”. La asistencia a saraos católicos por parte de representantes públicos en función de su responsabilidad política, incluso ha aumentado. Las capellanías católicas en cárceles, hospitales y ejército siguen ahí. Las televisiones públicas mantienen los espacios religiosos. La fundación pública pluralismo y convivencia, creada por el presidente Zapatero del PSOE, sigue erguida, vivita y coleando. Y así podríamos seguir con un tufo político nacional católico que espanta, ya pasado un cuarto del siglo XXI.
    La derecha política no engaña, sigue con su propuesta confesional. Es la “pseudo izquierda” política la que, en términos de laicidad, engaña, miente. No quieren oír ni hablar de laicismo y Estado laico. Les molesta. Les repele. Incluso cuando en los programas “colocan” unas líneas sobre laicidad (sólo) como “reclamo electoralista”, una vez que consiguen el escaño, se olvidan. Y ahora ya en una legislatura en su recta final, por diversidad de circunstancias, nada queda por hacer.
    …en la práctica, nula influencia política, frente al poderío económico de las corporaciones religiosas que el Estado -de todo color político- “engrasa” económica, patrimonial y apoya institucionalmente, cediéndoles -además- la gestión de servicios públicos esenciales, como la educación y la «industria de la caridad» (servicios sociales), además -por ejemplo- de la exención de impuestos, o la cesión de suelo público para construir templos y otros espacios religiosos… etc. etc…
    https://laicismo.org/establecer-el-estado-laico-hoy-es-mision-imposible-%c2%b7-por-francisco-delgado/

    Responder
  2. ArroyoClaro dice:
    24/06/2025 a las 19:18

    Hay robos permitidos que deberían escandalizarnos mucho más.
    Tambien hay un sometimiento del poder político al eclesiástico.
    Y éste nos roba con la aprobación y el permiso de los poderes económicos, judiciales y políticos ya que forma parte de los mismos. La iglesia que loaba a la dictadura y la procesionaba bajo palio, siempre ha sido socia de esos poderes. Hay que decir que cada Pueblo tiene lo que merece. Este país es poco dado a reflexionar, es más bien de animalicos de costumbres, desinformados y manipulados que le parece bien que una entidad que dice representar a Dios; pero que hace lo opuesto que Jesús que siempre vivió entre los más humildes y que decía que ¡hay de aquel que perjudicara a los niños!, reciba un vasallaje medieval como si fuéramos sus súbditos del medievo.
    «Más de 100.000 bienes podrían haber sido inmatriculados por la Iglesia sin demostrar su propiedad.» Y encima los gastos de restauración y mantenimiento corren a cargo del Pueblo.
    UNA FORTUNA GIGANTESCA BASADA EN INMUEBLES, SUBVENCIONES Y EXENCIONES FISCALES.
    Exención del pago del IBI y otros impuestos: Gracias a acuerdos con el Estado, la Iglesia no paga el Impuesto de Bienes Inmuebles por la mayoría de sus propiedades, lo que supone una pérdida de 600 a 1.000 millones de euros anuales para los ayuntamientos.
    En 2023, la Iglesia católica recibió 382,4 millones de euros a través de la asignación tributaria del IRPF, lo que representa un incremento del 55% en comparación con los 246,9 millones de euros recibidos en 2013.
    Los impuestos del ciudadano deben destinarse íntegramente a cubrir las necesidades colectivas sin privilegios para ninguna confesión religiosa.
    Según estimaciones independientes, el valor del patrimonio inmobiliario de la Iglesia en España podría superar los 70.000 millones de euros, convirtiéndola en uno de los mayores propietarios del país.
    Lejos de ser una institución espiritual centrada en la fe y la caridad, la Iglesia española es una de las mayores potencias económicas del país, con una influencia que se extiende al ámbito político, social y cultural….
    https://canarias-semanal.org/art/37290/el-expolio-silencioso-como-la-iglesia-se-apropio-de-miles-de-bienes-publicos

    Responder
  3. Chorche dice:
    23/06/2025 a las 13:46

    A PROPÓSITO DE LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS: LA CORRUPCIÓN EN ESPAÑA NO ES UNA EXCEPCIÓN, ES LA REGLA. La corrupción no es una anomalía en este país, – como su constante reiteración está demostrando,- sino un modo de dominación heredado de la pasada dictadura y reproducido por la Monarquía.
    La corrupción en España es estructural. Está profundamente arraigada en la forma en que se ha construido y consolidado el poder político y económico desde la Transición. No se trata de casos aislados. Es un modo de funcionamiento.
    Para entender esta afirmación no basta con contar el número de comisiones o el volumen de maletines. Hay que tratar de escarbar más hondo. Hay que mirar al sistema.
    Las grandes fortunas españolas de hoy —vinculadas a los grandes negocios de la Banca, la Construcción, las Energéticas o los Medios de comunicación— no surgieron de la competencia libre en un mercado abierto, sino del amiguismo y la proximidad con el poder franquista.
    Esta oligarquía no desapareció con la muerte de Franco. Fue, de hecho, uno de los pilares de la llamada Transición. Mientras se redactaba la Constitución y se legalizaban Partidos, esta élite económica se aseguró de que el nuevo régimen no alterara su posición privilegiada. La fórmula fue sencilla: se mantenían las formas democráticas, pero el fondo del poder seguía en manos de los mismos. Para que todo cuadrara, se necesitaba un mecanismo que garantizara que los nuevos partidos jugaban dentro de las reglas del juego. La corrupción funcionó como ese mecanismo.
    El dinero negro, las comisiones ilegales, los favores empresariales y las redes clientelares fueron formas de premiar la obediencia y castigar la disidencia dentro del sistema político. A lo largo de los años, esa corrupción se institucionalizó: se convirtió en una parte más del modelo de acumulación y de dominación.
    No se tocó la estructura de la propiedad. No se revisaron las privatizaciones fraudulentas de la dictadura. No se desmantelaron los privilegios concedidos a ciertas familias y grupos económicos.
    La corrupción no es una disfunción del sistema democrático, sino el precio que se pagó por no haber roto con el franquismo.
    Los medios de comunicación, por su parte, han funcionado muchas veces como correas de transmisión de estos intereses. No sólo porque reciban publicidad institucional —que también—, sino porque están controlados o financiados por los mismos grupos económicos que se benefician del sistema.
    Si hay una institución que ha funcionado como núcleo simbólico y práctico de la impunidad en España esa ha sido la Monarquía. En pleno siglo XXI, España sigue siendo una Monarquía hereditaria, donde el jefe del Estado no es elegido democráticamente y, además, goza de una inmunidad total que lo coloca por encima de la ley.
    ¿Cómo puede hablarse de Estado de derecho en un país donde el principal representante de ese Estado no puede ser juzgado, ni siquiera investigado, por lo que haga durante su reinado?
    Además, la Monarquía ha jugado un papel clave en la articulación del bloque dominante: ha sido una figura de consenso para el mantenimiento del statu quo, unificadora de los intereses de las élites económicas, políticas y militares. Por eso se la ha protegido con tanto celo. Su deslegitimación arrastraría al conjunto del sistema político nacido en la Transición.
    Otro de los pilares que sostiene la corrupción estructural en España es el funcionamiento del aparato judicial. Si bien existe una apariencia de independencia judicial, la realidad muestra una justicia profundamente politizada, selectiva y desigual. El sistema judicial español – como el de otros países- ha sido diseñado para garantizar la estabilidad del sistema, no para cuestionarlo. El Consejo General del Poder Judicial, encargado de nombrar a jueces y magistrados, lleva años controlado por pactos entre los partidos mayoritarios. Y, muchas veces, aquellos jueces que se atreven a investigar tramas de corrupción que afectan al núcleo del poder terminan, de una u otra manera, siendo apartados de sus cargos.
    El sistema tiene una capacidad asombrosa para absorber y neutralizar cualquier intento de transformación que no cuestione las estructuras fundamentales: la propiedad de los grandes medios de producción, el papel de las élites económicas y el marco constitucional que los protege.
    Deben cuestionarse las bases mismas sobre las que se asienta el poder en España. Y eso implica, inevitablemente, abrir un debate colectivo sobre el modelo de Estado, sobre la propiedad, sobre el papel del aparato judicial y, sí, también sobre la Monarquía.
    Porque sólo desde una ruptura con ese pasado que nunca se fue —ese franquismo maquillado de «democracia»— podrá construirse una sociedad libre de corrupción estructural.
    -Manuel Medina-
    https://canarias-semanal.org/art/37145/la-corrupcion-en-espana-no-es-una-excepcion-es-la-regla

    Responder
  4. Carmen C. dice:
    21/06/2025 a las 14:04

    Los artículos de Arantxa son todo grano. Sin paja. Con ellos nos provee a muchxs de sabiduría, ética y esperanza.
    El capitalismo es inevitablemente corrupción, además de destrucción, genocidios, cambio climático, saqueos, expolios, invasiones, juego sucio, ect.
    Yo tengo serias dudas de que nos liberemos de él.
    Maneja la manipulación informativa como el que tiene todo el tiempo y dinero para comprar voluntades, medios, recursos y lo que haga falta.
    Se ha sabido vender como la democracia y las masas dadas a poco pensar, que es fatigoso y con preocupaciones de mayor calibre como el fútbol y similares, se lo han creído. Creen que somos los buenos y tenemos el mejor sistema del mundo.
    No cabe duda de que si no estuvieran lxs progres, que no son la izquierda, en las instituciones aún sería peor pues alguna cosilla les dejan hacer para aparentar que somos una «democracia», pero sin que molesten demasiado.
    A la verdadera izquierda ni la dejarian formar parte de los gobiernos del capital ni quiere ella formar parte pues sabe lo que hay.
    La verdadera izquierda a nivel mundial, e incluyo a este país, está silenciada, reprimida, acosada, perseguida, encarcelada y algunxs, con peor suerte, asesinados.
    Miguel Urban, de Anticapitalistas, no podía estar más acertado cuando declaró en una entrevista: «Hemos puesto mil pies en las instituciones y uno en la calle. Eso es no entender que estas instituciones no son nuestras ni representan nuestros intereses de clase y que venimos a acabar con ellas».
    La corrupción y los peores instintos del ser humano son inherentes al capitalismo, la más peligrosa de las dictaduras, por sutil y retorcida, pero para vencerla es necesario que las masas despierten, reflexionen y actúen. Mientras tanto el capitalismo nos arrastra a todxs al matadero. Nos falta la fuerza de lxs que duermen, de lxs manipulados.

    Responder
  5. Durruti dice:
    21/06/2025 a las 12:25

    Está claro que el bipartidismo es corrupto hasta la médula. Pero podemos no se salva, no con dinero y chanchullos aunque, pero si por ejemplo por aquí en Cadiz, descaradamente se puso en mano de lxs troskistas de Adelante( Teresa Rodríguez,Kichi, …) apartando de mala manera a todxs lxs que no eran de su corriente política,para hacerse con sillones, como anulando votaciones que no les favorecía, o trayendo a familiares y amigxs nunca antes vistxs en asambleas, para que tengan mayorías y así colocar su gente en listas de concejales.
    Hoy lxs cruzas por la calle , ya no tienen ni sede, un partido destrozado, y cuando te ven o cambian de acera ,o miran por el suelo.
    No es corrupción? Yo diría que si .
    Hoy no están en los piquetes del metal, como mucho en unas manifestaciones con sus banderitas.
    Salud y anarkia

    Responder

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Lo más leído

  • Un informe sobre extremismo global identifica los nuevos actores del odio en España y alerta de una ultraderecha cada vez más "sofisticada"
  • Abandonar la zona inundada de mierda
  • Alojamientos para mayores, mucho más que un refugio: espacios de vida fijos
  • Los israelíes que marcharon hacia Gaza para protestar contra el genocidio
  • Irremplazable

Actualidad

  • Internacional
  • Cultura
  • Política
  • Clima
  • Sociedad

Conócenos

  • La Marea
  • Cooperativistas
  • Transparencia
  • Política de cookies
  • Política de privacidad

Kiosco

  • Suscripciones
  • Revistas
  • Libros
  • Cursos
  • Descuentos
  • Contacto

Síguenos

Apúntate a nuestra newsletter

Apúntate
La Marea Ayúdanos a hacer La Marea posible. Haz una donación o suscríbete desde 50€ al año

MásPúblico sociedad cooperativa. Licencia CC BY-SA 3.0.

Compartir a través de

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos. Leer más

AceptarResumen de privacidad
Política de Cookies

Resumen de privacidad

Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica y necesarias para el funcionamiento de la web, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas a la de LaMarea que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.
Funcionales
Siempre habilitado

Las cookies funcionales son esenciales para garantizar el correcto funcionamiento de nuestro sitio web, ya que proporcionan funcionalidades necesarias. Desactivarlas podría afectar negativamente a la experiencia de navegación y a la operatividad del sitio.

Guardar y aceptar