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Ignacio Rodríguez: “Lo que se ve en el escenario es lo que soy: siempre actué en la vida”

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Cultura | Preguntas Humanas

Ignacio Rodríguez: “Lo que se ve en el escenario es lo que soy: siempre actué en la vida”

Luchó por los derechos trans en la cárcel, en Argentina, y tras participar en la película ‘Reas’ hoy recorre teatros de medio mundo junto a sus compañeras de reparto con la obra ‘Los días afuera’.

Ignacio Rodríguez durante la entrevista, en Berlín. LOURDES VELASCO
Lourdes Velasco
14 mayo 2025 Una lectura de 9 minutos
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BERLÍN // Ignacio Rodríguez soñaba desde pequeño con viajar. Hoy, tras años de encierro en cárceles argentinas, recorre escenarios internacionales con Los días afuera, una obra teatral de la directora argentina Lola Arias en la que, junto a cuatro mujeres cis y una mujer trans, narra en primera persona cómo es salir de la prisión y buscarse la vida en un país como Argentina.

En su historia de precariedad, lucha contra la violencia institucional y encierro, siempre tuvo el ánimo de seguir adelante, con la música y los sueños como refugio. En la cárcel transicionó, consiguió beneficios gracias a su empeño en defender sus derechos y los de sus compañeras y fundó una banda de música que le llevó a actuar por distintas cárceles de Argentina. Gracias a esa experiencia también conoció a la directora Lola Arias cuando ésta, tras hacer unos talleres teatrales con presas de la cárcel de Ezeiza, buscaba personajes para rodar su película Reas. Y de ahí surgió el proyecto de Los días afuera.

Cuando acabe la gira, sueña con seguir actuando, sin necesidad de interpretarse a sí mismo, sino haciendo meros personajes de ficción. Y no solo sueña con ello, sino que está embarcado en castings para participar en una película de acción en Hollywood.

Concede esta entrevista en Berlín, en el piso del tranquilo barrio de Charlottenburg en el que se aloja durante los días de actuación en el teatro Maxim Gorki, uno de los más renombrados de la capital alemana. Habla sobre sus días dentro y fuera del sistema penitenciario, el vínculo con sus compañeres de encierro, su transición de género, los lazos que lo sostuvieron y los sueños que se siguen abriendo paso. No hay pose: «Lo que se ve es lo que hay», dice, tanto en la vida como en escena.

¿Cómo son sus días afuera?

Increíbles. Pude conseguir un trabajo que me gusta, con el que puedo transmitir mi historia y conectar con la gente. He tenido la oportunidad de viajar, conocer gente increíble y trabajar con un equipo muy amable. La directora, Lola Arias, me mostró un mundo nuevo. Gracias a ella me subí a un avión, nunca lo había hecho antes. Viajar y tener esta experiencia es un sueño hecho realidad.

¿Y cómo se ven desde el hoy los días adentro?

Complicados, claro, pero mis sueños siempre siguieron vivos. Soñaba con reencontrarme con mi familia y viajar. También tenía miedos sobre cómo iba a sobrevivir, porque, aunque tenía mi auto para trabajar como remisero, la situación en Argentina es muy difícil, y con el nuevo gobierno las cosas se pusieron aún más complicadas. Si aún hoy siento miedo de lo que vendrá después de la gira, imagine cómo me sentía cuando no era actor. Pero, a pesar de todo, dentro de la cárcel trataba de ser feliz. Siempre encontraba una pequeña familia que me ayudaba a sobrellevar los días. Claro, había momentos difíciles, como los traslados a otras cárceles o los castigos, pero ya me había acostumbrado a esa vida.

¿Cómo es su relación ahora con la familia que encontró en sus años sin libertad?

Todavía trato de apoyar a los que siguen dentro. Por más que yo esté acá afuera, sigo teniendo contacto con las chicas, con los compañeros. Hace unos meses, salió de la cárcel una amiga que fue para mí como una hermana. Fue muy lindo reencontrarnos el día que recuperó su libertad. Está tratando de conseguir un trabajo y vender ropa.

En sus años en prisión fue avanzando gracias a luchar por sus derechos. ¿Qué le llevó a convertirse en eso que usted llama un “abogado trucho”.

Cuando estaba adentro, empecé a sufrir violencia institucional. La comida no era suficiente, los colchones eran horribles. Empecé a aprender que existe el habeas corpus, una herramienta legal que permite denunciar abusos o reclamar derechos. Hice escritos incluso en servilletas porque no tenía papel. Escribía a los jueces, me quejaba por los malos tratos que sufría, y gané algunas veces. Así conseguí que se reconocieran mis derechos. Por ejemplo, cuando formamos una banda en la prisión logré que nos dejaran actuar, alegando que teníamos derecho a actividades formativas y a la reinserción.

En la obra habla de lo difícil que es para personas trans la reclusión en un sistema carcelario binario. ¿Eso fue lo más duro?

Es pesado estar todo el rato reclamando tus derechos. Yo fui transicionando en la cárcel. Como cuento, entré con mi nombre anterior. Era chonga, lesbiana, pelo corto, y a medida que pasaban los años en la cárcel, yo iba transicionando. Fui pidiendo mi testosterona, fui peleando con la Policía para que me llamaran Nacho. Me decían: «Señora…». Y yo les contestaba: «¡No soy señora, soy señor!». Fue muy difícil, hasta que empezaron a llegar chicas trans a la cárcel de mujeres, que era lo que correspondía, porque en una cárcel de hombres eran violadas, maltratadas, abusadas, golpeadas. Así que a mí me mandaron con ellas, como chico trans, al pabellón de las personas transgénero. Éramos dos chicos trans con 25 chicas. Lo más difícil fue lo mucho que tenía que pelear para que me dieran mi tratamiento, las hormonas, la testosterona.

Ignacio Rodríguez
Un momento de la representación de la obra ‘Los días afuera’. FLORIAN LUCI

Tanto en la película Reas como en Los días afuera interpreta a un personaje que es usted. ¿Cómo maneja esa ambigüedad de representar un personaje que es uno mismo?

Lo que se ve es lo que hay. Soy yo mismo y, en realidad, siempre actué en la vida. En la cárcel, por ejemplo, cuando pedía algún beneficio, siempre trataba de ser amable. Y en la calle yo actuaba desde chico. Por ejemplo, cuando cambiaba un billete trucho y le tenía que hacer creer a la gente que era de verdad, también actuaba. Aunque estuve preso, yo pensaba que todo tenía una razón, que por algo estaba ahí. No salí resentido con la sociedad, simplemente asumí lo que me tocó. Mi pasado con los cajeros automáticos, mi vulnerabilidad económica, mi condición sexual… Todo eso influyó en mi camino. Pero no me arrepiento. Soy el mismo. La cárcel no me cambió, la vida sí.

¿Qué sueño tenía cuando era niño?

Mi sueño era ser camionero, como mi papá. Pero, claro, siendo una persona trans en un mundo tan masculino, eso era complicado. Hoy en día veo que hay mujeres camioneras, pero en ese entonces no era tan fácil. Tuve una infancia bonita, nunca me faltó lo básico, hasta que mi papá se quedó sin trabajo y se enfermó. Yo tenía 14 años. Ahí las cosas cambiaron, mi familia pasó por muchas dificultades económicas. Empecé a cambiar billetes falsos, y de ahí conocí a una mujer que trabajaba en la prostitución y en otras cosas. Me enamoro de ella, y de a poco me voy amigando con la delincuencia.

En Los días afuera cuenta que su sueño siempre fue viajar. ¿Cómo se siente ahora que lo ha cumplido?

En realidad, viajé siempre que pude. Cuando era joven, cambiaba billetes truchos y con eso recorría todo el país. Me iba a Jujuy, Salta, Mendoza, San Luis, cambiaba, cambiaba… y así me pagaba todas mis vacaciones. Conocí todo el norte, pero siempre delinquiendo. Así que ahora, estar viajando con la plata de mi trabajo es dignificante, es algo que no le puedo explicar porque, si bien no tengo un sueldo grandísimo, me alcanza para decir: «Me compro esta campera, compro una cosita más para mi casa, arreglo el autito». Y cuando vuelvo a Argentina, puedo ir a algún lado a ver una obra de teatro. Es gratificante seguir viajando, conocer por el trabajo lugares que jamás en mi vida pensé conocer, como Ginebra, los Alpes suizos. Son fotos que se quedan en mi alma y mis recuerdos para siempre.

¿Y tiene más sueños?

Sí, sueño con ser un actor de Hollywood. Estar con grandes estrellas y seguir actuando.

Andaré atenta, porque parece que a usted los sueños se le cumplen.

Estoy en un proceso de casting para una producción internacional. Un día me llegó un correo de una persona que decía que podría tener un papel para mí, en una película de acción, en Hollywood. Está siendo toda una experiencia pasar por el proceso de interpretar a un personaje, grabar la escena, mandar los vídeos… Ojalá sea para mí.

Ignacio Rodríguez
Ignacio Rodríguez en ‘Los días afuera’. FLORIAN LUCI

Imagino que también debe ser una experiencia increíble subirse a escenarios de grandes teatros europeos.

Sí, por más que yo esté en un teatro de Berlín, tengo a mi círculo familiar, a mis amigos, pasando por momentos difíciles. Para ellos es muy gratificante que yo esté aquí, es una señal de esperanza, y al mismo tiempo es extraño, porque de la noche a la mañana vos estás en un teatro como el de Berlín o como en el Alvear donde estuvimos en Buenos Aires. Hay veces que no me lo puedo creer. Cuando estuve en el Festival de Aviñón, en Francia, en un sitio hermoso, imponente… me temblaba todo. Es muy loco todo lo que me pasa.

¿Qué siente ahora cuando vuelve de visita a la cárcel?

La última vez fui para presentar la película, así que entramos por la zona de acreditaciones, con una credencial. Después de tantas entradas a la cárcel esposado, entrar así a la cárcel, sin que te revisen, y que te digan «señor, pase por acá», es lo más. Un día estás acá y otro día estás allá. Por eso siempre hay que ser buena persona a pesar de todo. O sea, no subirse al poni, porque las cosas se dan la vuelta.

¿Cómo llegó de la cárcel a participar en la película de Reas?

Lola Arias empezó a dar talleres de teatro en la cárcel de Ezeiza. Yo no estaba preso en ese momento, pero cuando ella decidió hacer la película, me convocó, porque me había conocido a través de otras compañeras y, al final, me eligió. Fue un proceso muy emocionante. Yo estaba en libertad, trabajando con el remis y luchando para salir adelante, y de repente me llamó Lola para invitarme a hacer una película. Fue una oportunidad increíble.

Y de ahí al teatro.

Sí, estrenamos la obra en el Teatro Alvear, en la calle Corrientes. Pero el Gobierno nos puso obstáculos, nos cerró la puerta del teatro. Hay tanta gente en Argentina que quiere vernos de nuevo, o que no nos vio antes, pero no podrá porque esta obra es cara, lleva mucha gente detrás del escenario. Sin el apoyo institucional es difícil hacerla, y con el nuevo Gobierno aún es más difícil que apoyen a un grupo de presidiarias contando su historia. Nos arruinaron la existencia en nuestro propio país. Mientras Europa nos abre las puertas para mostrar el arte argentino, nuestro propio país nos cierra las suyas.

¿Tiene alguna lección que compartir?

Que aunque vengan momentos muy difíciles, si uno sigue adelante, hay una oportunidad. También hay que luchar. Sufro mucho por la gente que más sufre. Hace poco participé en una marcha de los jubilados. En Argentina están viviendo una crisis terrible, hay jubilados que no tienen ni para comer. El Gobierno actual ajusta para los ricos y deja morir a los más vulnerables, atenta contra nuestra cultura, contra lo que somos como argentinos. La gente pasa hambre, no tiene recursos, no tiene trabajo, no tiene salud.

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