El Muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989.
En el año 1919 se cometió un error que se repitió en 1991. Nunca ha salido bien humillar a un imperio orgulloso cuando se le ha derrotado de manera incontestable. Incluso el más consciente de su culpa acaba desarrollando rencor cuando se le apalea y degrada hasta hacer de él un paria. Humillar naciones es siempre una mala inversión. La disolución de la URSS y la atomización en diversas repúblicas influyeron de manera vital en la moral histórica de los rusos y abonó el camino para que un sátrapa instrumentalizara los trozos muertos de la historia para construir un agravio con el que dar salida a su nacionalismo irredentista.
Durante mucho tiempo, EEUU y la OTAN consideraron que utilizar la atomización del adversario alimentando separatismos era una buena manera de acabar con el peligro que suponían las naciones socialistas y soviéticas. Lo hicieron con la URSS, eliminando población y favoreciendo los procesos de independencia y alimentando los nacionalismos. Un proceso que que también vimos en los Balcanes tras la muerte de Josip Broz Tito para así poder controlar mejor los gobiernos títeres creados.
EEUU promovió las revoluciones de los colores del mismo modo que facilitó la atomización de la antigua Yugoslavia. Participó y promovió la revolución de las rosas de Georgia en 2003. Se influyó en la agitación del Cáucaso, que incidió en la invasión de Saakasvili de Osetia del Sur y Abjasia y la posterior intervención de Rusia, del mismo modo que EEUU participó en la agitación de Ucrania con la Revolución naranja. Poco han importado nunca las consecuencia del intento de formar un espacio de influencia por parte de los actores imperialistas. El mismo sistema de desestabilización ha utilizado Putin en Ucrania con Donetsk y Lugansk o Transnitria en Moldavia.
La caída del muro de Berlín fue celebrada porque permitía disciplinar y lucrarse con los rescoldos. Los EEUU vieron la Rusia surgida tras la caída del muro de Berlín de la misma manera que Clemenceau vio al vencido imperio de Alemania en el Tratado de Versalles. Humillar, despedazar y repartirse el beneficio. Una decadencia y expolio del que participaron orgullosos nacionalistas rusos formando una oligarquía mafiosa de dirigentes que ahora claman contra la intervención. Pero es siempre un error humillar a una nación orgullosa y con poder. Cuando se disciplina a grandes imperios históricos, estos siempre acaban volviendo. Solo necesitan un iluminado, las condiciones históricas e instrumentalizar el desagravio para recuperar parte de lo que consideran robado.
El nacionalismo irredentista de Putin se ha infravalorado. Si se quedó con Crimea, ¿por qué no iba a intentar quedarse con Ucrania? En su legado quiere dejar haber recuperado el gran imperio ruso que terminó en 1917 y que Lenin destruyó. Recuperar el zarismo y quedarse del imperio soviético solo el imaginario de la victoria de la II Guerra Mundial que atraiga a incautos nostálgicos. La única manera que tiene de mostrarse como una gran potencia es por la vía imperial y militar porque en lo económico no puede competir. Existen muchas razones para analizar de forma objetiva la responsabilidad e imprudencia del marco otanista en la situación actual por su negligente expansión hacia el este cuando Rusia era solo un imperio muerto que expoliar. Pero toda razón quedó desnuda cuando el primer soldado imperialista ruso puso un pie en Ucrania. La urgencia de la guerra puso la lógica y la moral en la asistencia a un país soberano invadido y en el sufrimiento a su población civil causado por el orgullo de un dictador imperialista.
Existen hechos incontestables que chocan con los argumentos racionales que los antiatlantistas hemos venido esgrimiendo y que convendría reformular. Las últimas invasiones de Rusia siempre han sido a países con filias que se iban occidentalizando y que no son de la OTAN pero querían serlo, usando legítimamente su soberanía. Rusia jamás ha invadido o atacado a un país miembro de la OTAN. Así que es difícil convencer a países soberanos de que la mejor manera de evitar ser atacados por la Rusia imperialista de Putin es evitar entrar en la OTAN a la luz de los hechos de los últimos 20 años.
La OTAN estaba muerta y Rusia la ha resucitado acercando a la organización atlantista a países históricamente neutrales como Finlandia y Suecia, y estrechando el marco dialéctico en el que se mueve la izquierda antiotanista. Los nuevos tiempos solo dejan un estrecho camino de realidad geopolítica que transitar. Es urgente convertir la Unión Europea en un espacio de equilibrio con independencia de actuación de los imperios de EEUU y Rusia, porque sus intereses no son los nuestros. Europa tiene que dejar de ser un tablero de juego en el que diriman sus intereses dos potencias que solo nos usan como campo de sangre.
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