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Entre la peste y el cólera

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Internacional

Entre la peste y el cólera

La izquierda tiene la última palabra en la segunda vuelta de las elecciones francesas. ¿La pronunciará? Según los sondeos, casi el 50% de los votantes de Mélenchon, incapaces de elegir entre neoliberalismo y neofascismo, se abstendrá.

Emmanuel Macron y Marine Le Pen, en un momento del debate del pasado miércoles. FRANCE INFO
Manuel Ligero
22 abril 2022 Una lectura de 5 minutos
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El próximo domingo 24 de abril las urnas decidirán quién dirigirá los destinos de Francia desde el palacio del Elíseo. Las encuestas son muy favorables a Emmanuel Macron, pero la extrema derecha aún confía en dar una estocada imprevista. Si ganase Marine Le Pen, Europa se enfrentaría a un terremoto político sin precedentes en los últimos 90 años. No parece probable, y menos después del debate que los dos contendientes mantuvieron el pasado miércoles y del que la candidata de Reagrupamiento Nacional salió considerablemente empequeñecida. Pero una cosa son los estudios de opinión y otra el recuento de papeletas reales. La victoria de Donald Trump fue una sorpresa. El Brexit fue una sorpresa. El rechazo a los acuerdos de paz en Colombia fue una sorpresa. Dentro de 48 horas se sabrá si Francia elige entre la precariedad y la desigualdad que representa el proyecto de Macron o se lanza voluntariamente a la fosa séptica de la historia. La decisión no es fácil.

En los últimos días ha resucitado una frase que se hizo muy popular en 2002, cuando disputaron la segunda vuelta de las elecciones el conservador Jacques Chirac y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen: «Ni la peste ni el cólera», decían entonces quienes se decantaban por la abstención. A pesar de todo, el sentido común de la izquierda se impuso y Chirac fue reelegido con más del 82% de los sufragios. Aquel día, en un pequeño pueblo, Villemagne, se produjo una escena que resume a la perfección el dilema político: el alcalde socialista, Alain Bauda, montó una performance a la salida del colegio electoral en el que, vestido con un traje de protección, fumigaba a los votantes que así lo quisieran tras haber tocado una papeleta de derechas.

La movilización de la izquierda, en esta ocasión, no será tan disciplinada, pero parece que será suficiente, aun así, para frenar a la extrema derecha. Según una encuesta de Ipsos, Macron reunirá el 57,5% de los votos frente al 42,5% de Marine Le Pen. De cara al próximo domingo, hay dos grandes dudas: qué harán los votantes que se abstuvieron en la primera vuelta y qué harán los votantes del izquierdista Jean-Luc Mélenchon. Los abstencionistas, tradicionalmente, se movilizan a última hora para frenar a la extrema derecha. En cuanto al electorado de la Francia Insumisa, éste se divide, según Ipsos, en tres grupos: un 48% se abstendrá o votará nulo o en blanco, un 34% apoyará a Macron y un 18% se decantará por Le Pen.

A la caza del voto de izquierdas

Este grupo de electores es fundamental para inclinar la elección hacia un lado o hacia otro. Macron lo sabe, y por eso en los últimos días se ha movido por feudos que apoyaron mayoritariamente a Mélenchon en la primera vuelta, como Marsella o el distrito parisino de Saint-Denis. Marine Le Pen, consciente de que tiene poco que rascar en esos lugares (y también para no encender los ánimos y provocar altercados) ha preferido buscar el calor de los suyos en ciudades afines, como Arrás. Así pues, por un lado estaba el pulpo liberal en el garaje de extrarradio; por otro, la convaleciente de una cornada (recibida en el debate) pidiendo árnica. Es cierto que no fue arrollada como en el cara a cara de 2017, pero se llevó un revolcón decisivo cuando empezó a manejar los temas más tóxicos de su ideario, los que atañen a la identidad nacional. Precisamente aquellos que había ocultado durante la campaña previa para centrarse en el menguado poder adquisitivo de los franceses.

El debate entre el presidente de los ricos y la demagoga de los pobres se decantó claramente por el primero cuando salió a relucir el tema del velo islámico. Le Pen quiere erradicarlo de la calle, arrancárselo literalmente a las mujeres musulmanas. «Eso provocaría una guerra civil», contestó con aplomo Macron. Y con ello se llevó el partido y posiblemente la elección. Es difícil entender cómo Le Pen, que hasta ese momento había conducido su campaña con una astucia notable, pudo cometer una torpeza tan grande. Se le aflojaron las gomas de la careta y la engañifa quedó al descubierto.

Luego, ante los suyos, se lamentaba de «la indolencia, la condescendencia, la arrogancia sin límites» exhibidas por su rival. Y no le faltaba razón, pero ya era tarde para utilizar esa carta. La candidata que antes se había mostrado en contra de la «uberización del empleo», contra la «ecología punitiva» que pretende cargar la transición energética sobre los hombros de la población más pobre, contra los acuerdos de librecambio («del pollo de Brasil y del vacuno de Canadá») que machacan el campo francés, contra la pérdida de miles de empleos en la industria, esa candidata perdía buena parte de sus posibilidades de triunfo cuando hizo gala de su islamofobia. También de su xenofobia, al prometer la prohibición del derecho de suelo y la reforma del derecho de asilo. Y de su euroescepticismo, al anunciar que quiere reformar la Unión Europea con la ayuda de sus aliados (Orbán, Salvini, Abascal y compañía). El horror, vamos.

En efecto, Macron estuvo a punto de sucumbir víctima de lo que algunos analistas llaman el síndrome Giscard d’Estaing. Es decir, el de un mandatario completamente desconectado del pueblo y empeñado en demostrar siempre que es el más listo de la clase, y en hacerlo, además, con un singular desdén aristocrático. Las flaquezas de Le Pen le han ahorrado buena parte de esas críticas. El espanto que representa Reagrupamiento Nacional ha permitido, incluso, que Macron imponga su política del there is no alternative (célebre concepto acuñado por Margaret Thatcher) prácticamente sin oposición. Retrasará la edad de jubilación, porque no hay otra alternativa. Reforzará la energía nuclear, porque no hay otra alternativa. Aumentará las exigencias para cobrar el subsidio de desempleo, porque no hay otra alternativa. Todo así. Un menú cerrado que los franceses deben comerse entero, sin dejar nada en el plato. ¿Y qué dice la izquierda a todo esto?

Mélenchon, tras estar muy cerca de pasar a la segunda vuelta en las presidenciales, ha puesto ya toda su atención en las elecciones legislativas del próximo 12 de junio. Quiere ser primer ministro y que la Francia Insumisa (como cabeza visible de una amplia coalición de izquierdas) sea el partido mayoritario en la Asamblea Nacional. La cohabitación con Macron en la jefatura del Estado sería una forma de salvar los muebles y de dificultar la ejecución de su agenda liberal. Los comunistas, tras el fiasco del 10 de abril (con los votos que obtuvo el campechano Fabien Roussel en solitario la izquierda hubiera disputado la segunda vuelta contra Macron), parecen inclinados a reintegrarse en un gran frente popular. Hasta los socialistas, prácticamente borrados del mapa, se lo están pensando. Es un contraataque tardío y limitado, así lo impone el régimen presidencialista francés, pero algo es algo.

Mientras llega ese momento, se debaten entre neoliberalismo y neofascismo. Entre la peste o el cólera. Entre susto o muerte. Entre Napoleón III y Mussolini. Y tendrán que decantarse por lo primero. Ahí sí que no hay otra alternativa.

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Comentarios
  1. Moine dice:
    24/04/2022 a las 19:26

    O la peste o la cólera te matarán. Por tanto, la abstención es el único camino para acabar con la pantomima de las autodenominadas democracias occidentales. No seguir su juego. Solo la calle, el lugar de trabajo, son los lugares donde ejercer el poder de manera directa; todo lo demás, es farsa.

    Responder
  2. Misha dice:
    24/04/2022 a las 10:53

    PD :
    Aunque l@s de la P$(—)€ tampoco se les quedan a la zaga , pues resultan ser también » otr@s blanquead@s……….» más , de l@s pandiller@s integrantes de este penoso régimen pseudo democrático.
    Salud.

    Responder
  3. Misha dice:
    24/04/2022 a las 10:28

    Mientras tanto en el penoso y ya agonizante reino de Españistan :
    resulta que » l@s plumillas y las radios megáfono del periodismo español » blanquean y disculpan a la derechuza egpañola pretendiendo vendernos que el PartidoPodrido ( PP ) y su franquicia igual de ultra y retro llamada VOX ; no son y representan exactamente lo mismo .
    Véase hoy la columna de opinión de la sra. Elisa Beni en elDiario.es
    Salud.

    Responder

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