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Steven Forti: “Llamar fascistas a las nuevas extremas derechas es un sinsentido y contraproducente”

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Internacional

Steven Forti: “Llamar fascistas a las nuevas extremas derechas es un sinsentido y contraproducente”

Steven Forti, autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI, 2021), desgrana la relación entre el electorado más joven y el fenómeno global de la ultraderecha.

Steven Forti. Foto: Fabrizio Fenucci
Guillermo Martínez
16 noviembre 2021 Una lectura de 6 minutos
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La ultraderecha ha encontrado entre los más jóvenes un importante nicho al que dirigirse con resultados efectivos. El descontento de la juventud hacia el sistema neoliberal se vehicula en dos sendas opuestas: la reaccionaria que busca un líder fuerte y rupturista que solucione la falta de aspiraciones de forma inmediata, y otra emancipadora a través de la integración de movimientos sociales. Steven Forti, investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa y autor de Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla (Siglo XXI, 2021), desgrana la relación entre el electorado más joven y el fenómeno global de la ultraderecha, así como la importancia de no tildarlo de fascismo.

En su libro aborda el tipo de conexión que los jóvenes mantienen con la política. Según un estudio de la Universidad de Cambridge en 2020, los millenials (nacidos entre 1981 y 1996)  son la generación más descontenta con la democracia. ¿A qué cree que se debe?

Habría que analizar el porqué de ese “no”. El punto clave que yo veo aquí es que no están contentos con “esta” democracia. También partimos de la premisa de que, históricamente, en la juventud siempre se han encontrado críticas al sistema vigente en las democracias liberales.

La cuestión se entrelaza con la crisis generalizada de estas democracias liberales. Para muchos jóvenes es difícil ver cumplidos sus sueños y objetivos debido al sistema económico imperante en las últimas cuatro décadas, el neoliberalismo. A ello se suma el desprestigio y la desconfianza hacia las formaciones políticas tradicionales: si en las décadas de los 50, 60, 70 y 80 no era una excepción que un o una joven se pudiera afiliar a uno de estos partidos, ahora es mucho más raro que suceda.

Menos del 30% de los millenials españoles está satisfecho con la democracia en la actualidad.

En el caso de España, todo lo sucedido después de 2008 influye mucho. No es casualidad que justamente en la última década haya muerto el bipartidismo y hayan entrado en escena nuevos actores. Se han ido abriendo grietas en un modelo que parecía muy estable, en el llamado régimen del 78, aunque no me gusta demasiado la expresión. Esto sí es característico de España, pero el fenómeno se nutre de dinámicas que a grandes rasgos son compartidas en la mayoría de países occidentales.

Según una encuesta, la mitad de los jóvenes italianos afirman la necesidad de un líder fuerte y secundaría una democracia sin partidos políticos. A los jóvenes, a priori, no les interesa la política pero sí hacen suyas algunas de estas ideas. ¿Por qué?

La insatisfacción al no tener oportunidades laborales y que la realización personal es casi inexistente se unen con ideas y visiones simplistas como que la política no sirve para nada. A veces, esas críticas son correctas, como cuando denuncian que la política institucional no efectúa cambios rápidos sobre cuestiones y problemas que son acuciantes. Claro, en un régimen autoritario como es una empresa, no hay ningún tipo de debate. Ahí decide alguien qué hacer, ese supuesto líder fuerte, y todo es mucho más rápido, pero la democracia conlleva una serie de tiempos más lentos, aunque no digo que en ocasiones se debieran acelerar.

Por el contrario, muchos jóvenes han comenzado su vida política formando parte de movimientos sociales como Fridays for Future y organizaciones feministas. ¿Qué hace que la moneda caiga sobre una cara o la otra, que un joven engrose las filas reaccionarias o emancipadoras?

Es algo difícil de saber porque depende del contexto en el cual se encuentre, además de su propio interés y curiosidad sobre determinadas cuestiones. 

Los estudios nos ofrecen una doble lectura del fenómeno. Por un lado, últimamente han surgido diferentes movimientos sociales como los que mencionas protagonizados por muchos jóvenes. Si conjugas las dos visiones, volvemos a la tesis de que esta parcela de la población muestra su descontento con “esta” democracia más que en la democracia en sí. 

En otros casos, el hastío lleva a votar opciones que se presentan como rupturistas, que son estas nuevas extremas derechas, sobre todo cuando buscan el voto de los jóvenes en las redes sociales. Así ha sucedido con Marine Le Pen en Francia o Salvini en Italia, también con Vox en España, ya que a nivel de retórica y discurso juegan mucho en el mundo online, donde miles de jóvenes se informan y siguen la actualidad.

La ultraderecha también se vale de votantes jóvenes que no simpatizaban con sus dogmas hace un tiempo. ¿Es posible distinguir a los líderes de los votantes rasos?

Es una cuestión interesante, pero esa pregunta vale para cualquier partido político. En el caso concreto de Vox, es cierto que hay un voto de convencimiento ideológico, pero también otro de protesta, incluso otro que se realiza por el mero interés personal, así que sí es posible distinguirlos. Es cierto que Vox tiene mucho votante nuevo, pero es que en el caso de los jóvenes, la mayoría de ellos han votado por primera o segunda vez teniendo en cuenta que este partido apareció prácticamente en 2018.

Y siguiendo con los votantes, ¿cree que tildar de fascista a cualquier persona que vote a la extrema derecha es una buena estrategia para combatirla o polariza aún más?

No creo que sea una buena estrategia, además de que se trata de un error a nivel terminológico. El fascismo fue una ideología y movimiento político que existió en los años de entreguerras así que tildar de fascista a un líder de estas formaciones de extrema derecha no tiene sentido.

Decir que cualquiera de sus votantes es un ultraderechista no es útil si el objetivo es que estas formaciones no aumenten su consenso en la población. Efectivamente, esto acaba polarizando mucho más y debemos recordar que estos partidos juegan mucho con el victimismo. Si tú defines como fascista a cualquier persona que los vote, lo que conseguirás es que esta persona se vea reforzada por dicha acusación.

A nivel electoral, no creo que hablar del peligro fascista sea una estrategia correcta. Desde luego, eso no quiere decir que las nuevas extremas derechas no sean un peligro: para mí son la principal amenaza de las democracias, pero llamarlas fascistas es un sinsentido y contraproducente.

Hablando de estrategias, ¿de qué manera se acerca la extrema derecha a los más jóvenes?

Ya hemos visto a líderes políticos como Salvini y partidos como Vox que además de utilizar Twitter, Facebook e Instagram, tienen cuentas en TikTok, una red social orientada a adolescentes. En este sentido, el formato también es importante. La Liga Norte italiana, parcializando a qué perfiles les van a llegar sus mensajes en Facebook, ha producido propaganda dirigida explícitamente a los menores de edad, pensada para adolescentes y niños y que mediante dibujos animados vehiculan sus mensajes. La memeificación de la política es otra de sus herramientas, como el uso del tono irónico. 

Pese a que en muchos casos nos movemos entre hipótesis, estas formaciones explotan mucho la crítica a lo políticamente correcto y a lo que denominan como dictadura progre.

Si el descontento de los jóvenes es un hecho, ¿qué podrían hacer para que su insatisfacción con esta democracia sirviera para mejorarla?

Participar en la vida pública, en la “res publica”. Los jóvenes, aunque sean críticos con la realidad, deberían pensar que si no hacen nada las cosas tampoco cambiarán. Participar de la vida asociativa, en los movimientos sociales, puede ser una buena idea.

forti
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Comentarios
  1. Miguel Mayol Tur dice:
    17/11/2021 a las 13:19

    Creo que habría que leer El pensamiento político de la derecha, de Simone de Beauvoir antes de realizar análisis alternativos a tan acertado ensayo.
    Siempre habrá excepciones.
    Pero hay un dato claro:
    Las personas de derechas y las de izquierdas que votan, en porcentaje, en España, poco han cambiado, y los resultados cambian por culpa del sistema electoral anti proporcional, y, por tanto, antidemocrático, al cambiar el reparto del voto entre partidos.
    Por tanto, el discurso de que a las personas jóvenes los convencen las extremas derechas y no la escuela concertada, y su familia (rebeldes hay en ambas adscripciones, y son excepciones) es muy dudoso.
    Y poca diferencia de propuestas y acciones se ve en las derechas gobernantes, porque de izquierdas: abogar por la propiedad de los medios intensivos en capital de producción y estratégicos estatal o colectiva, no hay nadie en las cortes españolas que lo sea.

    Responder

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