Cultura
¡Abajo el antropocentrismo!
La exposición “Ciencia Fricción. Vida entre especies compañeras” se muestra desde junio hasta noviembre en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB)
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La COVID-19 ha llegado para enseñarnos algunas cosas nuevas y para confirmar otras que ya sabíamos. Que las especies que habitamos el planeta estamos unidas por relaciones simbióticas y dependientes es una de ellas. Que en la naturaleza no existen organismos autónomos y que todos formamos parte de ecosistemas integrados es algo que la comunidad científica intenta hacernos comprender desde hace tiempo.
Este es el tema principal de la exposición “Ciencia Fricción. Vida entre especies compañeras”, que se muestra desde junio hasta noviembre en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Comisariada por María Ptqk, en el marco de la Biennal Ciutat i Ciència 2021, la muestra gira en torno a cinco conceptos que se entrelazan entre sí: simbiosis, especies compañeras, redes de consciencia bioquímica, historia de los orígenes y contrato natural; y un foco: hay que abandonar el mito de la supremacía humana y retomar el contacto con las otras especies. Los y las artistas que conforman la muestra nos ofrecen otra manera de inventar la ciencia f(r)icción para replantear los paradigmas existentes. El concepto de “ciencia fricción” procede del colectivo de artistas franceses Percolaris, que cree que la investigación alrededor de la creación puede ser la punta de lanza de un cambio de pensamiento.
Las obras escogidas por Ptqk toman como eje el trabajo de Lynn Margulis y Donna Haraway. “Inicié este proyecto en 2017, con una exposición virtual en el Centro de artes visuales Jeu de Paume en París. En ese momento estaba leyendo el último libro de Donna Haraway, Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno (Consonni, 2019; en inglés se había publicado en 2016), y decidí hacer la exposición a partir de esta obra. Seleccioné artistas que podían ayudar a comprender su trabajo, no que lo ilustraran”. La tarea no parece sencilla: Haraway no solo propone reflexiones filosóficas, sino que crea un terreno de juegos y neologismos para abordar sus teorías. Un mundo en el que a menudo resulta complicado entrar. Sin embargo, “a veces no es necesario entenderlo todo. Con Haraway hay que eliminar las expectativas que solemos tener ante un ensayo. Ella deja espacios, huecos. Pasa como en las películas que no terminas de entender, pero que te gustan, porque te llevan a otros lugares que nunca habrías imaginado”, recalca María Ptqk. Su interés por Haraway nació cuando empezó a aproximarse al ciberfeminismo y topó con El manifiesto ciborg (1983), piedra angular del mundo Haraway. Para la pensadora, la ciencia ficción no es un género, sino una manera de ver la historia, el pasado, el presente y el futuro. Una manera de “hacer el mundo”.
La figura de Lynn Margulis (Estados Unidos, 1938-2011) resulta también esencial para comprender la reflexión que propone Ptqk: la simbiosis es el motor principal de la evolución. Esta teoría choca frontalmente con las corrientes darwinistas, que sostienen que los cambios evolutivos proceden de la competición entre organismos interdependientes. A partir de la premisa de Margulis se puede cuestionar la supremacía humana y la idea de que la naturaleza y todos los seres vivos estarían a nuestro servicio. Se trata, pues, de revisar y cuestionar viejas visiones antropocéntricas.
Cuando en marzo de 2020 estalló la crisis sanitaria, María Ptqk se dio cuenta de que su proyecto tomaba más relevancia; pero nunca pensó en cambiar el planteamiento. “El contexto actual es un marco excelente para la exposición, porque en ella hay mucho espacio para el concepto de simbiosis y la teoría endosimbiótica. De hecho, creo que nos ha favorecido el hecho de que se aplazara porque creo que hay más predisposición a hablar de ecología o de relación con las otras especies”.
Ptqk no propone una reflexión alrededor de la pandemia; entre otras cosas, porque considera que, si bien a lo largo de estos meses se han producido ideas interesantes, las reflexiones profundas aparecerán cuando haya habido tiempo para el pensamiento pausado. “En una exposición debes introducir piezas maduradas, y lo que yo había previsto ya era suficiente para tener las conversaciones que yo propongo en esta expo”.
Las obras que se muestran proceden de los cinco continentes; pero toman especial relevancia aquellas que vienen de América Latina, como las pinturas de Dimas Paredes (Perú, 1954), quien retrata la naturaleza con exactitud botánica y con los conocimientos que le dejó su padre, vegetalista. Paredes no solo pinta los árboles y las plantas de la selva, sino que también muestra a todos aquellos seres que habitan en ellos e intenta transmitir su energía a través de la pintura. América Latina es, según Ptqk, “el lugar donde se está produciendo más pensamiento en esta línea. Las comunidades indígenas tienen esta cosmovisión incorporada”.
Las pinturas de Paredes se pueden encontrar en el mismo espacio que Treehugger: Wawona, una obra de realidad virtual del colectivo británico Marshmallow Laser Feast. A través de un dispositivo inmersivo, el visitante puede entrar dentro de una secuoya gigante y ver qué seres la habitan. “Se trata de obras muy diversas que sirven para apoyar la idea central de simbiosis y dependencia de la exposición. Todas ellas incorporan una visión no antropocéntrica, incluso a veces de manera inconsciente”, explica Ptqk.
Entender a través del arte
Cuando se le pregunta si el arte puede servir para cambiar las mentalidades, María Ptqk se muestra pesimista y recurre a Baptiste Morizot (Francia, 1983), ideólogo del concepto “crisis de sensibilidad”, debida al empobrecimiento de las capacidades de los humanos para sentir y comprender el entorno en el marco de un pensamiento dualista que separa naturaleza y humanidad. Se trataría entonces de acabar con el reduccionismo antropológico y empezar a habitar el mundo con una escucha activa de la naturaleza y el entorno, algo clave para revertir la crisis ecológica.
“Hemos perdido la capacidad de fascinarnos por los acontecimientos naturales y estamos ciegos a todo aquello que no sea de origen humano. De hecho, cuando miramos hacia la naturaleza, lo hacemos en términos de beneficios-daños. La naturaleza nos aporta x, la respetamos porque necesitamos el oxígeno para vivir y otras cosas que nos proporciona, pero no nos dirigimos a ella como ente con derecho a existir por sí misma. Estamos rodeados de otras maneras de estar vivo que son fascinantes, pero no lo vemos”, insiste María Ptqk.
Para la comisaria, además de cambiar la conciencia, hay que reeducar la mirada hacia la naturaleza y las otras especies.
En esta línea de trabajo se enmarca la obra de la ambientóloga y artista Paula Bruna, que también participa en la Biennal con el taller “Compañeros incómodos. Prácticas artísticas de convivencia entre especies que no se quieren”, que tiene como objetivo reflexionar e imaginar maneras de convivir con otras especies y revisar el relato antropocentrista de la relación que tenemos con ellas, especialmente con las que nos suelen producir rechazo. “Establecer un vínculo con especies que consideramos molestas o asquerosas, como palomas, jabalíes, ratas o mosquitos, supone un reto poco explorado”, asegura la artista.
Durante este año, Bruna ha trabajado con el alumnado del instituto Vapor del Fil dentro del programa Artistes En Residència, cuyo objetivo es acercar el arte a las aulas. A partir de un trabajo de documentación y exploración de los muros de la Fabra i Coats (el recinto en el que se encuentra el instituto), el alumnado ha podido saber más de la existencia de un mundo que suele quedar oculto: el de los animales frontera, un concepto acuñado por la filósofa francesa Corinne Pelluchon (Francia, 1967) en su Manifiesto Animalista (Reservoir Books, 2018). Pelluchon otorga a los animales la condición de sujetos políticos y apuesta por una transición filosófica hacia “la era de los seres vivientes”, en la que el trinomio humanos-animales-naturaleza se relacionaría de manera equitativa y respetuosa.
El trabajo de Bruna va en esa dirección. “Quise hacer entender a los y las adolescentes que hay mucha vida no humana que nos rodea, a la que habitualmente no prestamos ningún tipo de atención. También quise negociar esta vida con ellos, pero no a partir de nuestras necesidades o intereses”. El resultado ha sido la habilitación de un carril de no-humanos en el recinto de la Fabra i Coats. “Se trata de una cesión del espacio a esas otras formas de vida”. Paula Bruna, doctora en Arte y Ecología Política, considera que allí donde no llega la ciencia puede llegar el arte; y que este último posee un potencial enorme para liderar un cambio de mentalidad y propulsar la transformación que necesita el mundo.
Lynn Margulis no es precisamente un buen ejemplo de científica. Hizo una aportación valiosísima a la biología al probar que la célula eucariota (el tipo de célula nucleada y con orgánulos que se nos enseña en el instituto) es el producto de la simbiosis de diversos organismos procariotas (células sin núcleo como las bacterias). Pero tenía una verdadera obsesión por demostrar que toda la biosfera es producto de simbiosis, lo que la llevó a abrazar con esntusiasmo y sin espíritu crítico la dudosa hipótesis Gaia de James Lovelock, una hipótesis que nuna se ha podido confirmar.