Corte de la Gran Vía de Madrid para reclamar un centro de las ciudades para la gente. Álvaro Minguito.
“La diferencia entre un activista y un político radica en que desde un colectivo presionas, empujas y marcas los horizontes más ambiciosos posibles, mientras que los partidos van un poco por detrás”, distingue Héctor Tejero, que defiende también lo conseguido a través de las instituciones: planes de urbanismo, modificaciones legales e introducir enmiendas en leyes, presión política… “Lo importante es intentar hacer relaciones sanas y sinérgicas: entre los activistas y la clase política habrá diálogos inevitablemente tensos, pero son dos actores que se necesitan”.
Históricamente de estos diálogos han surgido, para Rosa Martínez, varios éxitos muy simbólicos: “La derogación del impuesto al sol, reiniciar la transición energética bloqueada por el PP… Son más visibles los grandes logros en la política macro, pero en el día a día de la política local existen pequeños hallazgos que tienen impacto en la vida de las personas, en el trabajo y en su salud”.
A pesar de su presencia y su influencia en los ayuntamientos, el número de alcaldes ecologistas en España es mínimo y está restringido a pequeñas poblaciones. Contrasta, por ejemplo, con la ola verde que marcó las elecciones municipales francesas de 2020. De aquellos comicios salieron alcaldes y alcaldesas verdes en ciudades tan importantes como Marsella, Lyon, Burdeos o Estrasburgo.
En Loporzano (Huesca), Jorge Luis Bail ejerce como alcalde verde tras su paso por el Congreso de los Diputados entre 2015 y 2019. En el Parlamento, Bail aprendió a “ir sembrando, hacer base y entender las raíces de los problemas”. Pero tener responsabilidad sobre un municipio (con 15 pueblos y tres embalses) para transformar el medio rural es, como él mismo destaca, muy diferente: “Ser alcalde consiste más en gestionar una política diaria y directa, pero con limitaciones de presupuesto, de capacidad y de competencias”.
La acción a pequeña escala tiene una ventaja sobre la macropolítica, y es especialmente valiosa para las conciencias ecologistas: “En el ámbito local hay ciertas mentalidades que están a la contra y tienes que hacer que te conozcan, que sepan quién eres y lo que haces. A nivel estatal se despersonaliza todo muchísimo. Aquí si empatizas con el pueblo y consigues que vean cosas reales y cómo seguir los pasos para efectuar grandes cambios, es más fácil acercarte, trabajar y ver resultados”.
La capacidad de acción, aunque limitada, tiene mucha importancia en el contexto actual. “No tenemos mucho tiempo –advierte Bail–. Con la última gran nevada hemos visto que las consecuencias de desestabilizar el clima no son ninguna broma, y necesitamos responsables prácticos, no performativos, que trabajen en una fuerza política verde”.
A nivel nacional, la recientemente aprobada Ley de Cambio Climático deja en los diferentes responsables políticos ese sabor agridulce de comprender que era “muy importante tenerla aunque le falte valentía”, en palabras de Sabanés. Uralde, por su parte, subraya las maniobras que han tenido que hacer para “ampliar los márgenes”. Entre las enmiendas introducidas destacan “el reconocimiento de asambleas ciudadanas como instrumento de participación y de lucha, así como modificaciones de la protección de la biodiversidad y que los objetivos se revisen al alza en 2023”, enumera Tejero.
La política verde hoy
Aunque en el momento de su nacimiento, en los años ochenta, la mayoría de los partidos ecologistas querían trascender el histórico eje izquierda/derecha, lo cierto es que acabaron, por pura lógica, lejos de posiciones conservadoras y en la órbita de la izquierda. Y también reproduciendo las mismas conductas cainitas de esta: enfrentamientos, divisiones, escisiones…
En España, el breve paréntesis de paz vivido en Equo terminó el año pasado. “Cuando en 2019 hay quien plantea que había que romper con Unidas Podemos me pareció un error que venía determinado por intereses regionales, y decidí quedarme con mucha otra gente en esta coalición”, defiende Uralde, fundador de Alianza Verde, un nuevo “espacio rojiverde” como los que existen en Holanda o Dinamarca. “Queremos ser un partido federal, y no creemos en el modelo de ‘en cada sitio, una cosa diferente’, porque los intereses regionales terminan predominando sobre otros estatales”.
Para Marcellesi, que sigue fiel a Equo, “el llamamiento a la unidad de la izquierda ya no funciona: hay que reconocer que los espacios diferentes se dirigen a electorados distintos”, y aunque defiende el modelo transversal por delante del de Uralde, considera que “si este nuevo partido mejora el compromiso verde de Unidas Podemos y del gobierno, bienvenido sea. La crisis climática no entiende de divisiones. Todo lo que sea mejorar y presionar para que esas políticas existan y sean ambiciosas, será positivo. Porque lo que necesitamos son políticas reales”.
Esas políticas, obviamente, responden a una ideología. “Hay que repensar el modelo socioeconómico imperante, no podemos basar el futuro de nuestras sociedades en el crecimiento. Tenemos que concebir cómo podemos tener políticas que nos permitan vivir bien en los límites del planeta, porque lo verde es transversal, lo cambia todo: la economía, la salud, la manera de entender el mundo y la vida”, analiza Marcellesi.
En este momento su partido mantiene alianzas estratégicas con Más País y Más Madrid, con quienes comparte buena parte de la agenda política. “El gran problema de Europa es no haber tenido un partido verde fuerte en su zona sur, y el gran reto en España es que la apuesta ecologista sea motor de cambio en el modelo productivo, que sustituya las cañas al sol por más industrialización, por repoblación rural y por un cambio de matriz energética y de movilidad”, afirma Héctor Tejero.
“Las acciones verdes aportan respuestas también al paro, dónde están los empleos, dónde cerrar sectores insostenibles, cómo generar trabajo sostenible y proponer un futuro en las zonas afectadas”, desgrana Marcellesi. Todo ello frente al auge de la extrema derecha, pero también “frente a la desesperación de una sociedad que vive con el desagradable sentimiento de no estar entre los que ganan”. Ahí emerge, dice, la respuesta verde, “basada en la sostenibilidad, la solidaridad y la fraternidad”.
“Miramos al Partido Verde Europeo con mucho orgullo, sabiendo que contamos con su respaldo para avanzar”, afirma María Pastor. “No estamos solos ni aislados, somos parte de algo grande que empuja en Europa para avanzar hacia una línea clarísima de transición verde, con presión en la defensa de los derechos humanos y frente a las crisis humanitarias y migratorias”, agrega.
Con motivo de su décimo aniversario, Equo celebró una conferencia política en la que se aprobó una nueva estrategia para ampliar el espacio verde y donde se invitaba a la “colaboración de todas aquellas fuerzas que consideran que lo verde es transversal y fundamental para las próximas décadas”, según sus portavoces. Continúan “con la confianza de que la ecología política será la gran esperanza del siglo XXI”.